(Columna RÍO DE LETRAS publicaba en el diario ADN en la semana del 13 al 18 de septiembre de 2021)
Atención:
A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el mundo: os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros;
vuestra taza permanecerá quieta en el aparador como un gato sin amo, mirando la eternidad con su ojo esmaltado (…)
Este poema, “Aviso a los moribundos”, incluido en Los poemas de la ofensa, es lo primero que leí de Jaime Jaramillo Escobar, X-504. Por cierto, él mismo debe haberlo revisado mentalmente el pasado 10 de septiembre, cuando murió de un infarto en Medellín. La voz de su cabeza debe haberle susurrado:
Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis preparando vuestras ocultas descomposiciones:
todos vuestros problemas van a ser resueltos dentro de poco,
y ya, ciertamente, no tendréis nada de qué quejaros,
¡oh príncipes deteriorados y próximos al polvo!.
Desde
ese primer atisbo al poeta nacido en 1932, tal poema quedó retumbando en mi mente
como eco que no se extingue. Andando los tiempos, conocí al hombre que lo escribió
y, claro, me le quejé por haberme dejado desde niño los ojos desmesuradamente
abiertos de horror y realidad.
Fue
cofundador del Nadaísmo y dueño de varias voces poéticas, una urbana y otra
folclórica, como la de Poemas de tierra
caliente. Su humildad, virtud rara entre escritores, era apenas comparable
con la de un labrador.
En
Conversaciones con un extraterrestre,
uno de los reportajes que me concedió, revela: “Uno puede domesticar fácilmente
una cacatúa y llevarla en el hombro dondequiera. Por mi parte, una vez tuve una
ardilla que llevaba en el hombro a todas partes”.
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