viernes, 27 de enero de 2023

La agamia

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 27 de enero de 2023)



En esta bola girante no resulta extraño que las cosas cambien. Y entre todas, que evolucionen las relaciones afectivas. Entre algunas de estas, mencionemos la monogamia y la poligamia, básicas y tradicionales —y no por básicas y tradicionales, sencillas—; los amores de amantes, variantes de las anteriores; y, en los últimos tiempos, el poliamor, que intenta una relación amorosa entre varias personas. Si algunos pensaban que este, el poliamor, era una manifestación de libertad, deben observar otra que desde hace unos cuantos años ha ido tomando fuerza: la agamia.


Agamia es un vocablo con raíces griegas. A significa no o sin, y gamia, matrimonio o pareja. O sea, una relación que no es de pareja y niega el matrimonio. Reafirma al individuo. Si este se vincula a otro, no basa la relación en el amor, sino en la ética. Los ágamos rechazan el concepto de género, porque para ellos es más importante la persona; asimismo, desechan los cánones normativos de belleza y la idea de “objeto de deseo”. En vez de familia, prefieren una agrupación libre. El matrimonio, dicen, limita y domina a través de un estereotipo social. Prefieren cualquier sentimiento —incluso el de amistad— al del amor que implica posesión. La voluntad, el deseo de estar juntos prima sobre la obligación. En suma, quienes escogen una relación ágama no comparten las ideas convencionales de fidelidad o celos. Un individualismo respetuoso hacia los demás es la premisa de quienes optan por esta nueva forma de unirse a los otros.


La agamia: sin duda otra compleja forma de relacionarse en el mundo. ¿Cuál no lo es?

miércoles, 25 de enero de 2023

Letras de película

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 23 al 28 de enero de 2023)



2001: una odisea del espacio, Ciudadano Kane y El Padrino son las mejores películas de la historia para los directores de cine. Y Jeanne Dielman23Quai du Commerce1080 Bruxelles, la mejor para los críticos. Bueno, al menos para directores y críticos que participaron en las encuestas de la revista Sigh & Sound, del British Film Institute, el año pasado.


2001, una odisea del espacio es una historia de ciencia ficción dirigida por Stanley Kibrick, estrenada en 1968. Basada —como la novela homónima— en un relato El centinela de Arthur Clarke, cuenta que unos astronautas siguen señales de radio emitidas por un monolito de la Luna, al parecer de origen extraterrestre. La evolución humana, sugiere, se ha dado a instancias de una inteligencia superior y extraterrestre.


Ciudadano Kane, escrita, dirigida y protagonizada por Orson Welles, es una producción de 1941. Un magnate de Florida muere en la cama. Su última palabra fue “Rosebud”. Un periodista investiga su vida e, intrigado, persigue el significado de este vocablo.


El padrino es de 1972. Dirigida por Francis Ford Coppola, está basada en la novela de Mario Puzo. Se detiene a mostrar el recorrido criminal de la familia Corleone en Nueva York.


Y Jeanne Dielman23Quai du Commerce1080 Bruxelles, escrita y dirigida por Chantal Akerman, narra la vida monótona de una madre viuda que se sostiene a duras penas con el ejercicio esporádico de la prostitución.


El punto es que, como las de la literatura, las del cine son historias que hablan de lo complejo que es existir. Y lo peligroso.

lunes, 23 de enero de 2023

Matar por la chiva

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 20 de enero de 2023)



El poeta Jotamario Arbeláez ha sido otra víctima del afán que mantienen en los medios de comunicación y las redes sociales por llegar a ninguna parte. Lo mataron el 29 de diciembre. Al rato desmintieron la noticia y lo pusieron a hablar como para demostrar que “los muertos que vos matáis gozan de cabal salud”.


Sin embargo, el autor de El profeta en su casa, nacido en Cali en 1940, no ha sido el único al que “han matado” los (des)informadores. A Fidel Castro “lo mataron” tantas veces en los medios, que cuando murió de verdad, el 25 de noviembre de 2016, costaba creerlo. A García Márquez, en 2012: dos años antes de su muerte anunciada. A la Nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich, la de Los muchachos de zinc, “la mató” Le Figaro en 2017 y ella salió a desmentirlo en La Vanguardia. Es decir, “la mataron” en francés y “resucitó” en español.


Esto por mencionar solo algunas víctimas del inútil afán. A propósito de Jotamario Arbeláez, leamos las primeras y las últimas palabras de su poema Stop:


“El hombre es un animal que frecuentemente se enferma entonces arma su sobretodo y se encamina donde el médico quien luego de hacerle sacar la lengua y de hacerle mirar por el agujero de toda clase de prismas le receta descanso nada de cigarrillos y abstinencia completa (…) recoge una sección del periódico que no alcanzó a ver el domingo y sentándose enfrente de la mesa de la comida una vez encendido el televisor y trancadas las puertas cae pesadamente sobre la alfombra muerto”.


miércoles, 18 de enero de 2023

Propósitos

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 16 al 21 de enero de 2023)



Tal vez por la emoción de estrenar calendario, en los primeros días del año es común hallar a personas haciéndose propósitos. Algunas quieren adoptar el hábito de la lectura; otras, que lo tienen, leer un libro que han dejado empezado varias veces.


Las primeras deben tener claro sus gustos. Si prefieren aventura, drama romántico, fantasía, historia o vidas de personajes célebres… y van teniendo más o menos clara una senda. Así, pueden pensar si leer Perdido en el Amazonas, Del amor y otros demonios, Pie de Bruja, Cóndores no entierran todos los días o El mensajero.


Primera edición del Quijote

Las segundas deben determinar si, en efecto, desean leer esos libros. Si la respuesta es no, dejar de insistir y pasar a otro, sin dramatismo. ¡Hay tantos! (En Nuestra Señora de París, Victor Hugo dice que podía llenarse el espacio entre la Tierra y la Luna con los libros impresos desde el surgimiento de la imprenta hasta sus días. Qué decir ahora.) Si el deseo persiste, detectar qué impide avanzar: ¿La extensión? ¿El lenguaje de otra época? ¿Un enredo en la trama?


Lo voluminoso es el menor de los problemas. No hay que acabarlo de una vez. Quien cruza un riachuelo puede ir saltando de piedra en piedra. Así, quien lee lo hace por tramos y de manera constante. No importa si se tarda meses en terminarlo. La del lenguaje es una dificultad solucionable con diccionarios e internet, o acudiendo a versiones modernas con lenguaje actualizado. Las confusiones en la trama, tomarlas como desafíos a la inteligencia; un juego. Sin prisa; para las prisas está la vida misma.