viernes, 26 de noviembre de 2021

Envigadeñas

(Columna publicada en el semanario GENTE, del grupo El Colombiano, el 26 de noviembre de 2021)



Noticia: un libro acaba de imprimirse y está disponible para las mentes inquietas. Se titula Envigadeñas. Su autor, Jaime Alberto Palacio Escobar, es un habitante activo del mundo de las ideas.


Envigadeñas está conformado por un centenar de instantáneas sobre mujeres de distintas épocas y contextos, que han aportado a la vida social, cultural y empresarial. Margarita Restrepo Gaviria, de aquí y de Otraparte; Adelaida Correa, educadora y líder cívica; Luisa Uribe de Uribe, intérprete musical y compositora, y decenas más.


De Débora Arango, una de las grandes artistas americanas, dice: “El arte fue su universo; el lienzo, el óleo, el color y las formas fueron sus mejores herramientas para expresar su posición como ser ante el mundo”.


Envigadeñas es un libro que nos cabe fácilmente en las manos. Pero la amplia documentación y las muchas conversaciones que requirió el autor para construirlo difícilmente nos caben en la cabeza. Su carátula muestra imágenes difusas de mujeres de distintos colores y que parecen dar la espalda al observador. Es un óleo de la pintora Luz Marina Garcés Sierra, esposa del autor, porque desde la tapa comienza a valorar las acciones de las mujeres. Basta mirar la carátula para interpretar: así son las mujeres, diversas, y en general, ha sido la sociedad la que les ha dado la espalda y no aprecia debidamente su creatividad y esfuerzo.


Envigadeñas es un libro que hacía falta, porque hace visible lo invisible.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

El fin del mundo

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 22 al 27 de noviembre de 2021) 


 

Uno no ha vivido un fin del mundo, lo ha leído no más.


“Gracias” al cambio climático, cada vez más parecemos personajes salidos de una novela de Cormac McCarthy con el paisaje quemado, o de una de Stephen Baxter donde las ciudades son tragadas por el agua. Y en ambas surgen escenarios de hambruna y barbarie.


No termina la peste, nos alentamos con cifras que bajan, cuando los científicos salen a decir: no canten victoria; viene otro pico. Y bueno, la literatura nos había anticipado que esto podía suceder. Jack London, en La peste escarlata, hace más de 100 años; Philip Roth, en Némesis, hace más de diez. Común denominador: devastación y desesperanza.


¿Quién le cree a la Cumbre de Glasgow sobre cambio climático, si gobiernos de países que más dañan el planeta apenas se comprometen tibiamente a reducir su porquería?


Ahora advierten una inminente escasez de alimentos y productos, en parte como consecuencia de la pandemia, y en parte porque las materias se agotan por la cultura del úselo y tírelo impulsada por el consumismo, como anunció Eduardo Galeano en un libro publicado en 1994: «“La salud del mundo está hecha un asco”. “Somos todos responsables”, claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie es».


Todo está anotado en los libros. El checo Vaclav Smil (Energía y civilización y Los números no mienten: 71 historias para entender el mundo) señala que en unos cinco años habrá escasez de agua y alimentos.


Uno no ha vivido un fin del mundo, pero todo esto debe parecérsele mucho. ¿No creen?

viernes, 19 de noviembre de 2021

El libro, el protagonista

(Columna publicada en el semanario GENTE, del grupo El Colombiano, el 19 de noviembre de 2021)


El libro del libro: esto es El infinito en un junco. Un ensayo sobre la historia de esta invención humana, fácilmente la más importante, el libro, cuyos orígenes se remontan a hace cinco mil años. Fue publicado por primera vez pocos meses antes del inicio de la actual peste por la escritora española Irene Vallejo Moreu.


Narra las aventuras vividas por el libro, desde el momento en que los egipcios descubrieron el potencial de un junco llamado papiro, para consignar el producto del conocimiento, la imaginación y la reflexión.


Hablo de él porque, a raíz de la columna anterior, “De la biblioteca y los libros”, algunos lectores me han escrito para mencionarme este volumen de la autora ibérica, como si en sus mentes se hubieran activado las mismas neuronas al leer la nota.


Gracias a El infinito en un junco uno se demora en los palacios de Cleopatra, percibe el impulso de las velas de Alejandro, es testigo de las correrías de Ptolomeo, entra a las primeras librerías, arde de furia ante las hogueras que quemaron textos prohibidos… En fin, el libro, que siempre habla de otros, en este volumen ocupa el privilegiado lugar de protagonista.


Según revela Vallejo en entrevistas, la idea inspiradora para este ensayo surgió en Alejandría, lugar donde una vez existió una biblioteca sin par, destruida 48 años antes de nuestra era. Y esta columna, como ya he revelado, surgió de la afortunada conversación con otros lectores.

jueves, 18 de noviembre de 2021

El peso de los muertos

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en diario ADN en la semana del 16 al 20 de noviembre de 2021)


Noviembre sigue pesado de muertos, muertos que anidan en las mentes de los vivos. Nada mejor que unas líneas de Día de Difuntos, de El libro de versos de José Asunción Silva, para hablar del tema asignado al undécimo mes.


José Asunción Silva

        Por el aire tenebroso ignorada mano arroja

        un oscuro velo opaco de letal melancolía,

        y no hay nadie que, en lo íntimo, no se aquiete y se         recoja

        al mirar las nieblas grises de la atmósfera sombría,

        y al oír en las alturas

        melancólicas y oscuras

        los acentos dejativos

        y tristísimos e inciertos

        con que suenan las campanas

        ¡las campanas plañideras que hablan a los vivos

        de los muertos!


Nada mejor, porque el bogotano era lúgubre cuando se proponía. Como el buen actor de teatro logra que la verdadera puesta en escena de su obra se efectúe en la mente del espectador más que en el escenario, Silva conseguía que la auténtica acción de sus poemas se ejecutara en la mente del lector más que en las páginas del libro.


Edgar Allan Poe

Otros creadores aluden a la relación de los vivos con los muertos. Hacen que estos no se extingan sino que sigan habitando otra clase de vida. Poe, por ejemplo, establece un vínculo angustioso entre personajes narradores y mujeres amadas —Ligeia, Eleonora, Morella, Berenice—. Enigmáticas y hermosas, regresan de sus tumbas como cadáveres no corrompidos o damas idénticas a cuando vivían.


En Doña Flor y sus dos maridos, Amado habla de una viuda que recibe en la cama al esposo muerto, y en Cumbres Borrascosas, Emily Brontë propicia que los campesinos vean los fantasmas de dos amantes paseando por los páramos.

viernes, 12 de noviembre de 2021

De la biblioteca y el libro

(Columna publicada en el semanario GENTE, del grupo El Colombiano, el 12 de noviembre de 2021)



Por pensar en tantas cosas, en brujas, en muertos, en esto y lo otro, pasó el Día de la Biblioteca, 24 de octubre, y nada dijimos. Pero hay temas que se pueden comentar cualquier día, sin que pierdan vigencia ni parezcan inoportunos.


La Gran Biblioteca de Alejandría

Con más de 4.000 años de historia, la biblioteca —pública o personal— es más que el lugar donde se guardan libros —de arcilla o madera, rollos de papiro, bloques de papel cosido y con lomo, o textos electrónicos—. Como se sabe, los libros son frutos del pensamiento, el conocimiento y la imaginación, es decir, lo que la especie humana ha hecho gracias a su pulsión erótica o impuso creativo.


Por tanto, hay una carga simbólica que convierte la biblioteca en lugar sagrado, como si fuera un templo, y a los libros en piezas sagradas, como si fueran reliquias. Lo mencionó Borges en su ensayo “Del culto de los libros”, incluido en Otras inquisiciones: “Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado”. Las bibliotecas se veneran y respetan solo si se visitan y usan; los libros, solo si se leen, contradicen o enriquecen.


Por eso, carece de alma la biblioteca del mafioso, la que arma quien diseña la casa, con libros dispuestos apenas para decorar espacios, pero condenados a muerte porque nadie leerá jamás. Es biblioteca en el sentido material del concepto, pues almacena libros; no en el sentido simbólico.


Abrir una biblioteca es una acción loable; destruirla, un crimen contra la humanidad.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Letras de noviembre

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 8 al 13 de noviembre de 2021) 



Gustave Flaubert dice:


Gustave Flaubert

“(…) Cuando caminas por la noche y aspiras el olor del heno cortado, mientras escuchas al cuco en el bosque y observas el movimiento de las estrellas, tu corazón —¿no es cierto?—, tu corazón es más puro, está más empapado de aire, de luz y de azul que el horizonte apacible, donde la tierra acaricia al cielo con un beso tranquilo. ¡Oh! ¡Qué perfumados son los cabellos de las mujeres! ¡Qué dulce es la piel de sus manos, qué penetrante su mirada! (…)”.


¿Dónde lo dice? En la novela Noviembre, no publicada mientras él vivió, porque, al parecer, la consideró un ejercicio para afinar el estilo. Trata el despertar al amor y al deseo erótico. Con esta obra comienzo el recuento de piezas con la palabra noviembre.


Con el mismo título aparece una novela del salvadoreño Jorge Galán, que narra el horror de la guerra civil de su país y clava su mirada en el asesinato de seis jesuitas y dos mujeres. Y otra, del español Antonio Calzado García, sobre un sujeto de padre viudo, libros robados, libros leídos… hasta que cae en sus manos un volumen valioso… Lo más tarde en noviembre, del alemán Enrich Nossak, cuenta de una mujer, su esposo y su amante… Dichas así las cosas parece simple, pero es cautivadora.


En poesía, sobresale un poema de César Vallejo titulado “Dobla el dos de noviembre”, incluido en Trilce: 


César Vallejo, 1929

        Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes

        abolidos, repasando ciegos nervios,

        sin recordar la dura fibra

        que cantores obreros redondos remiendan

        con cáñamo inacabable,

        de innumerables nudos

        latientes de encrucijada.


viernes, 5 de noviembre de 2021

Quedan las canciones

(Columna publicada en el semanario GENTE, del grupo El Colombiano, el 5 de noviembre de 2021) 


Bien recuerdo que cuando comenzó la pandemia de covid 19, muchos vaticinaron en micrófonos, escritos y canciones, que los humanos seríamos mejores después de la tragedia. Mejores con los otros humanos, con los no humanos y con el planeta. Tendríamos un sentido más ecologista y la mezquindad disminuiría.


Cualquiera adivina que esos buenos propósitos estaban movidos por el miedo a la extinción. Más, cuando llegaban noticias en las que indicaban, por ejemplo, que en Argentina, no sé quiénes escucharon trompetas en el cielo, las cuales lograron que algunos se figuraran escenas del Juicio Final descritas en el Apocalipsis.


Pero ahora, 19 meses después, sin siquiera decretarse el fin de la peste, pero cuando parece que de esta se librará la humanidad, volvió a despertarse la codicia y demás sentimientos abyectos. A los gobiernos les cuesta ponerse de acuerdo en mitigar el cambio climático; los capitalistas recuperan su ambición inescrupulosa en el punto en que la habían dejado; los guerreros vuelven a avivar los fogones de guerra que dejaron a fuego lento, y los violadores de derechos humanos retoman sus pasos nefastos… Si no se trataba de ser mejores seres en todas las esferas, entonces, ¿a qué se referían esas promesas?


Pero todo hay que decirlo: así hubieran sido compuestas y cantadas solo con un afán oportunista de conseguir popularidad y dinero, nadie puede negar que muchas canciones estuvieron buenas. Vacías, o por lo menos ingenuas, pero buenas.