viernes, 26 de agosto de 2022

Mil vidas

(Columna publicada en el periódico GENTE, de El Colombiano, el 26 de agosto de 2022)



De pronto me veo en un bosque. Percibo la furia de dioses y héroes. “Te daré una prueba de la verdad. ¡Ten cuidado con tus ojos!”, escucho la voz de un semidiós y atestiguo cómo este, con el rostro de Medusa, convierte el rostro de un rey en roca sin sangre.


Más tarde, me meto en el pellejo de un sujeto acorralado por el destino… oficina, matrimonio… ¿Es él o soy yo quien se convierte en delincuente y fugitivo, y sale a buscar otras tierras y otros aires donde moverse y respirar sea más fácil? Después, acompaño de buena gana a dos tipos ebrios acusados de intento de homicidio. Al parecer, intentaron ahogar a la esposa de uno de ellos… No; falsa alarma. Ante el juez y los jurados aclaran que este iba a venderle al otro a su mujer por un metro cúbico… La sumergieron en un barril de agua. El líquido desalojado sería la medida y podrían calcular el costo… En fin… allá ellos. Prosigo. Ingreso a la vida de una tal Melva Lucy, la veo lavar platos de un restaurante y sufro con ella por el asesinato de su hermano, víctima de falsos positivos…


Así, en un solo día, visito Grecia, Alemania, Francia, Colombia; voy de una realidad a otra, de una época a otra. Viajero del tiempo y el espacio. Compruebo que George R.R. Martin, autor de Canción de hielo y fuego (conocida en televisión como Juego de tronos) tiene razón: “Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que nunca lee vive solo una”.

miércoles, 24 de agosto de 2022

Letras del Cauca

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 22 al 27 de agosto de 2022)



Conflictos. Esa es la historia. Entre los que ahora ocupan gran espacio en periódicos y mucho tiempo en noticieros están los del Cauca. Complejos, sí, porque a las ancestrales disputas por la tierra entre pueblos indígenas, negros y mestizos con terratenientes, se suman los de guerrillas, paramilitares y narcotraficantes.


Al tiempo que salen a relucir los problemas, debería hacerse visible la riqueza cultural y creativa de su millón y medio de habitantes. Para muestra de tal riqueza, mencionemos que en un solo municipio, Silvia, se hablan tres idiomas: castellano, guambiano y páez. Por tanto, se mezclan costumbres y cosmogonías.


"La tierra es la madre de nosotros. Donde estamos viviendo, todo, todo. Sin la tierra no seríamos nada, porque la tierra se cultiva. Ahí está el medio de la vida de nosotros. En la madre tierra". Es un relato de Carlos Ipia (Suin), incluido en el libro Mitos y leyendas testimonios de la cultura Páez, recopilados por Jorge C. Orozco (Universidad del Cauca, 1996).


Entre los poetas y narradores caucanos están Fernando Maclanil, Mónica Andrea López Cifuentes, Horacio Benavides, Carmen Piedad Daza Idrobo, Diana Villamil Piedrahita, Camila Andrea Chaparro Hernández y Edison Zúñiga.


En Urdimbres, antología literaria (Mincultura, 2020), la poeta y cantadora de Guapi, Marcela Cuero Rodríguez, dice en su poema "Rememorar":


            A ciertas horas,

            el vino me recuerda

            lo que ya no soy,

            lo que por fortuna no seré.


            Añoro aquella edad

            en que solo sientes,

            cierras los ojos y besas;

            aquella en que el día siguiente

            jamás importa.

 

viernes, 19 de agosto de 2022

Se nos cae Casablanca

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 19 de agosto de 2022)



Casablanca, agosto 2016. Foto El Colombiano
Se nos va a caer Casablanca en las narices y solo nos vamos a enterar cuando caminemos entre escombros. Basta andar por su lado para advertir cómo las paredes reciben dentelladas de un abandono de apetito voraz. Y sigue cerrada, 17 años después de la muerte de Débora Arango y más de cinco de que el Municipio la comprara.


“Como es Bien de Interés Cultural de la Nación, esta debe ocuparse de ella”, dicen unos. Sobre su destino opinan los de cultura, los de patrimonio, los políticos. Y mientras hablan… se nos cae Casablanca.


En cafés y esquinas, hablan los ciudadanos: “la casona ya no contiene todo cuanto tenía al momento del negocio y su infraestructura es frágil como espuma”. Y mientras murmuran… se nos cae Casablanca.


Pensar que nadie ignora la importancia de la artista. Un político dice: “yo peinaba a la maestra”; otro: “yo la consolaba”, el tercero: “yo la acompañaba al salir”… Si la hemos querido tanto, ¿por qué permitimos la caída de su morada y el deterioro de su legado?


Viene a la mente el poema “Últimos días de una casa”, de Dulce María Loynaz:


Me siento ya una casa enferma,

una casa leprosa (…).

Soy la Casa.

Más que piedra y vallado,

más que sombra y que tierra,

más que techo y que muro,

porque soy todo eso, y soy con alma (…).

Amanecemos otra vez.

Un día nuevo, que será

igual que todos.

O no será, tal vez… La vida es siempre

puerta cerrada tercamente

a nuestra angustia. (…)

Llegué  a valer tanto en sus cuentas,

que no valía nada en su ternura…

Y si no valgo en ella, nada valgo…

Y es hora de morir.

miércoles, 17 de agosto de 2022

Los oficios

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en semana del 15 al 20 de agosto de 2022) 



Un Río de Letras de finales de mayo llamó la atención de que los escritores se tornan expertos en ciertos temas, porque los investigan como estudiosos que pretendieran hacer una tesis. El desplazamiento, una enfermedad, las pestes…


Ricardo Saldarriaga, Alí Pato, zapatero.

Igual sucede con los oficios. Los autores aplicados realizan el mismo proceso con ocupaciones necesarias en sus relatos. Si un personaje es, digamos, zapatero, no solo indagan cómo viven los de este gremio; también sobre suelas, cueros, pegantes y puntillas; cómo se clasifica el calzado, cuáles son sus partes y cuales, las herramientas requeridas. Si no cosen un zapato, pasan horas observando a quienes lo hacen.


En Trilogía del vagabundo, del noruego Knut Hamsum, el narrador instala acueductos rurales. Conduce agua desde riachuelos hasta viviendas mediante canales, para el uso doméstico y agropecuario. Y, bueno, no digo que uno quede capacitado para montar uno de esos sistemas solo con leer Bajo las estrellas de otoño, pero es evidente que el autor conoce el tema al punto de dar detalles de las labores de su personaje. Deja entre los lectores la impresión de saber más de lo que cuenta y, así, genera entre estos una alta dosis de credibilidad sobre lo que trata.


William Faulkner demuestra conocimiento sobre la labor del maderero en Santuario; Patricia Highsmith, de vendedora de juguetes en Carol; Joseph Conrad, de marinero en Un vagabundo de las islas… Y para no ir muy lejos a buscar ejemplos, José Eustasio Rivera parece saber bien cómo extraer caucho de los árboles de las selvas colombianas.

viernes, 12 de agosto de 2022

Brujos entre nosotros

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 12 de agosto)



Entre los incontables días invernales que usurpan la época de verano que debería reinar, aparecen jornadas secas que sorprenden a todos. Se diría que uno que otro logra fugarse de ese verano refundido en alguna parte o que la Naturaleza los envía con la misión de mostrar que no sigue libretos y aún hace lo que le viene en gana.


Y, claro, esos atravesados días cálidos pillan a una multitud equivocada en su vestuario. Ahogada en chaquetas de cuero, buzos de lana, capas impermeables… Sudorosa como mulas del Cauca. Y encartada con paraguas cerrados en la mano o salidos por una esquina del bolso, como si portara utilería para un teatro del absurdo.


Sin embargo, en esa muchedumbre sofocada surgen contadas personas, inexplicable y sospechosamente atinadas, vestidas con pantalones cortos, camisetas vaporosas, sin mangas, calzando tenis o sandalias... Humillan con su frescura a sus semejantes. No me digan que es casualidad. ¡Por favor! ¡Respétenme!


Apuesto que son brujos, adivinos o zahoríes. Cuentan con un elemental o, al menos, una mariposa infiltrada que les pasa información clasificada y oportuna. No me vengan con que se basan en cabañuelas y, menos, en aplicaciones informáticas sobre el clima, porque tales cosas no funcionan en nuestro medio. Estas acaso sirvan en Madagascar o Nueva Zelanda. Sé que allá, jefes de personal programan trabajos del día siguiente, a la intemperie, con base en esos anuncios. Pero aquí…


Como sea, protesto: ¡no es justo que hasta en esos asuntos, los de la Naturaleza, se muevan influencias!

miércoles, 10 de agosto de 2022

Cuentos sefardís

 (Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 8 al 13 de agosto de 2022)



No se ponen de acuerdo si a Memo Ánjel es mejor escucharlo hablar en su programa radial o leerlo en sus libros. Como toda discusión bizantina, esta termina sin respuesta. Más bien, detengámonos a celebrar su reciente libro: Cuentos sefardís. Nos gustaban las palabras (Editorial UPB, 2022).


Es un conjunto de historias de esa etnia judía cada vez más disminuida en cantidad de integrantes diseminados por el planeta, pero dueña de rasgos culturales fuertes que transforma todo cuanto toca: una casa, un barrio, un taller, una calle.


Rubén, Benjamín, Ruth, Isaac, María… Comerciantes, artesanos, marineros, metalúrgicos, vecinas, parientes... Unos con barba, otros fumando pipa, algunos ataviados con talit o kipá y otros tantos sin distintivo alguno, salvo su presencia singular, desfilan por las páginas como héroes de la cotidianidad o de visitas esporádicas con maletas cargadas de historias del mundo.


Son cuentos narrados con esmero de orfebre. Gracias a un estilo depurado, fluyen con soltura de aljibe y van dejando aromas de sándalo, rosa, jazmín y almizcle, como si pasáramos por la puerta de una perfumería del medio oriente. Dicen que se debe escribir de lo que se sabe. Memo Ánjel escribe de lo que es: un sefardí.


“A Furman lo bendijo el rabino y siguió silbando sus tangos y vendiendo sus telas. Y alguien en la sinagoga le preguntó si sabía cantar los rezos. Respondió que no, pero los podía silbar. El rabino le pidió que no lo hiciera, que cada cosa del Dio tenía su lugar. Furman se acomodó la kipá en la cabeza y movió los zapatos”.

martes, 9 de agosto de 2022

La amante

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en diario ADN semana del 1 al 6 de agosto de 2022)



La amante, la más reciente novela de Jairo Osorio, es una suerte de bolero. Habla del desamor a partir de un fuerte amor. El narrador abre su corazón a alguien cercano que parece oírle o a un lector atento. Revela su experiencia en una relación amorosa no convencional, subversiva de lo comúnmente aceptado, por ocurrir entre una mujer casada y un hombre solitario, y porque este vínculo clandestino no los hacía exclusivos entre sí, sino libres de otros amores y goces.


En literatura, no es nuevo el tema de los seres que se aman en la clandestinidad. Ana Karenina, de Tolstoi, es una de las amantes más célebres… Ginebra, la reina de un Camelot decadente, le es infiel al rey Arturo con Lancelot, un caballero de la Mesa Redonda… Y todas esas historias —incluida la de Osorio— cuentan dificultades. Total, no es fácil ser amante furtivo. Pero tal vez en ninguna de las precedentes a la de nuestro autor, los amantes tienen una relación de treinta años, contados a partir de 1979. En esta obra (Sánchez Libros, 2022), el lector ríe, padece, ama y se separa de la amante; está siempre al lado del narrador. Con él va a rumiar la melancolía del abandono.


Además de la historia fundamental, hay un telón de fondo variopinto y policromático. En primer plano, el de Medellín efervescente y, en otros planos, los de algunas ciudades del orbe y ciertos pueblos de Colombia. En cuanto al lenguaje, es preciso y poético. Leamos una línea escogida al azar:


“La química de los cuerpos es una tiranía. Dos torsos que huelen iguales entrañan un sometimiento recíproco”.

 

sábado, 6 de agosto de 2022

Carta al papa

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 5 de agosto) 


No es preciso ser religioso ni historiador para darse cuenta de que la Iglesia Católica ha discriminado a las mujeres. Para saber, no solo que no las tiene en cuenta en su estructura organizativa, ni siquiera como sacerdotisas, sino que ha creado y estimulado un imaginario en el que ellas constituyen símbolos de maldad.


Por eso, hasta entre los no religiosos resuena la carta abierta que le envió la colombiana Carmiña Navia Velasco al papa Francisco a finales de julio. A propósito del viaje del sumo pontífice a Canadá, con el objeto de pedir perdón a integrantes de grupos étnicos por agravios que les cometieron sectores eclesiales, lo cual destaca, considera que las mujeres también deben recibir petición de perdón por parte de la Iglesia.


Brujas quemadas en Derenburg en 1555

Los motivos abundan, dice. “El silenciamiento”, “la falta absoluta de reconocimiento”, “la condena del cuerpo femenino como un camino hacia el pecado”, “la persecución a las brujas y sus asesinatos”, “la marginación y condena” a mujeres “extraordinarias y visionarias”, el no haberles dado jamás “un lugar adecuado en la estructura eclesial” y el negarles “la igualdad plena de derechos y oportunidades”.


La remitente sospecha que un papa, este o algún sucesor, no puede cambiar tal situación. Su poder solo le alcanza para pedir perdón a los maltratados por la Iglesia. Pero esto, sostiene, sería un paso importante en la dirección de los cambios que muchas mujeres sueñan. ¿Pasará algo con este mensaje de náufrago arrojado al agua desde una orilla de las ideas?