Venezuela
(Publicada en columna Río de Letras del diario ADN el 28 de febrero y el 2 de marzo de 2019)
Ahora,
cuando la tensión aumenta en las relaciones de Venezuela y Colombia, es una
oportunidad para volver los ojos a la literatura de ambos países; en especial,
la del lado oriental del Orinoco. Porque la zozobra brinda una ocasión para
conocernos más y en este asunto de entender las culturas, la literatura es uno
de los medios más eficaces y amables de acercamiento.
Hablan
de dictadura y acuden prestas las novelas de Teresa de la Parra, Ifigenia y Las
Memorias de mamá Blanca, en las que se plasman, en medio de las acciones de la
vida cotidiana, íntima y familiar, las condiciones de vida durante el régimen
de Juan Vicente Gómez, el dictador de principios del siglo XX.
“—Quiero
que me cuentes hoy, Mamá, un cuento nuevecito, en donde salga un caballo
blanco, pero que no me lo hayas contado ni una sola vez”, pide un personaje en
la segunda de las obras citadas.
¿Economía
petrolera? No olvidemos a Miguel Otero Silva, el de Casas muertas, quien habla
de un pueblo que entre enfermedades se iba quedando solo y sus habitantes
migraban a sitios de explotación petrolera.
En
el Festival Internacional de Poesía hemos escuchado a algunos de sus poetas.
Ramón Palomares, Luis Enrique Belmonte… “En bocanadas de humo vas ascendiendo/
buscando el país de los amnésicos,/ los que se mueven en cenizas,/ los que no
tienen retorno”, dicen los versos del segundo.