viernes, 25 de febrero de 2022

Después lo llamo

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 25 de febrero de 2022)

 


Hay personas que saludan sin pensar. Preguntan o responden como por reflejo. Hay quienes son dueños de una especie de amabilidad comercial, fingida y estándar.


Conozco a un Guillermo, contador él, que se queja porque sus clientes, en especial los de mayor confianza, suelen decirle: “después lo llamo”, cuando los busca por teléfono. Pero no lo llaman.


Tengo amigos que, al vernos, me dicen: “tenemos que hablar”. Otros, que no desaprovechan contacto para proponer almorzar o tomar café “un día de estos”. Pero no se llega el día de hablar ni de tomar café ni de almorzar.


Esas fórmulas verbales, con las mismas palabras de siempre como un “hola”, un “después lo llamo” o un “qué hay de nuevo”, o con otras distintas como “tenemos que sacar tiempo para tomarnos un café”, hacen parte de lo que los lingüistas llaman función fática del lenguaje. Sirven para afirmar, mantener o detener la comunicación. Casi que para administrarla.


Y no es que los hablantes mientan. Tal vez ambos —o al menos uno de ellos— tienen la intención de volver a llamar o el deseo de encontrarse a tomar un café e intercambiar dos palabras, pero no siempre se da.


Puede que la función fática no sea tan prestigiosa como la poética, pero es muy útil. Esos pequeños contactos sirven, entre otras cosas, para mantener la amistad más o menos aceitada. Son expresiones que intentan significar aproximación, que ahí está uno y ahí está el otro y no nos hemos olvidado… del todo.


miércoles, 23 de febrero de 2022

Juglar del Magdalena

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 21 al 26 de febrero de 2022)

 


Cuando Julio Erazo componía una canción, se la cantaba primero a su mamá, Carmen Cuevas. Ella fue la primera en escuchar temas como Yo conozco a Claudia y La puya guamalera, las primeras que grabó el artista en noviembre de 1950.


Julio Erazo murió el pasado 12 de febrero. Es uno de los creadores más versátiles del país. Más de 350 obras, entre boleros, paseos, bambucos, guabinas, cumbias, merengues, porros, sones, puyas, corridos, valses, baladas y rancheras salieron de su caletre y fueron grabadas en su voz o la de otros.


Versátil, porque no deja de impresionar que del mismo músico salieran temas como el alegre pasaje Hace un mes (“Hace un mes que no te miro/ hace un mes que no te abrazo/ hace un mes que no suspiro/ apretao entre tus brazos”) o el sentido tango Lejos de ti (“Pero estoy lejos de ti/ sin saber cómo estarás/ si estarás pensando en mí/ o no me recordarás…”), que escribió para quien sería su esposa, Elides Martínez.


Como cantante, integró los grupos Julio Erazo con sus Guamaleros, Julio Erazo y sus Chimilas y Los Corraleros de Majagual.


En su casa de Guamal, Magdalena, contó un día que cuando crearon el departamento del Cesar, separándolo del Magdalena, Rafael Escalona dijo que este territorio se había quedado sin músicos. Erazo le respondió con el paseo Aquí está el Magdalena, en el que le recordaba: “aquí quedé yo, José Barros, también Choperena, Gary Fuentes, Andrés Paz, Abelito, Pacho Rada, Martelo y Marchena…”.


La vida de Julio Erazo resume la idiosincrasia del hombre costeño: alegre, amable y enamorado.

viernes, 18 de febrero de 2022

Comerse el dinero

(Columna publicada en el periódico Gente, del grupo El Colombiano, el 18 de febrero de 2022) 



Uno a veces se confunde y cree, pobre iluso, que eso de las distopías o sociedades indeseables, son solo asunto de la literatura y el cine.


Ciudades de aires irrespirables, aguas escasas e imbebibles, inmensas hordas de seres que compiten a muerte por alimento, diásporas de multitudes que huyen del hambre para caer en la esclavitud…


Pero no. A esas realidades nos dirigimos, y ya no de manera lenta como algunos suponen y todos desearíamos. Medidas como la de exonerar del cumplimiento del pico y placa a quienes paguen un permiso demuestran que a los gobernantes no les interesa la descontaminación del aire y, con esta, la prevención de enfermedades respiratorias y la mitigación del cambio climático. Qué va. No les interesa siquiera aliviar la movilidad, sabiendo que los trancones generan pérdidas a empresarios y trabajadores…


¿La filosofía del pico y placa no era, pues, cuidar el medio ambiente y mejorar el flujo vehicular? ¿Acaso si conductores pagan para mover el carro cuando no les corresponde, estos no contaminan ni forman trancón?


Quienes diseñan y aplican estas normas —y otras que no menciono para no mezclar las cosas— se parecen a los malvados de esas novelas y películas distópicas: se benefician de la destrucción. No les va ni les viene que la gente se mate, con tal de llenar sus bolsillos. El día que no haya aire, ni agua, ni alimento, ¿se comerán las monedas y las criptomonedas? Vaya uno a saber.

jueves, 17 de febrero de 2022

Molière

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 14 al 19 de febrero de 2022)

 


Este 17 de febrero se cumplen 349 años de la muerte de Molière, uno de los teatreros más influyentes de todos los tiempos. A quienes se preocupen porque 349 no es una cifra redonda, como las que suelen recordar los periódicos, les consolaré diciendo que el pasado 15 de enero se celebraron 400 años de su nacimiento en París: ocurrió en 1622.


Molière, por Pierre Mignard I

Jean-Baptiste Poquelín era su nombre; Molière, su seudónimo de actor y dramaturgo. Su figura sigue siendo tan grande, que grupos teatrales profesionales, aficionados y estudiantiles continúan montando sus obras más que las de muchos autores actuales. ¿Quién no ha oído hablar de Tartufo, que critica al hipócrita? ¿O El médico a palos, en la que a un leñador funge de médico? El misántropo, El cornudo imaginario son otras creaciones suyas. Varias de sus obras fueron prohibidas en su tiempo, porque atacaban la mentira, la impostura, la pedantería de los académicos, la soberbia de los burgueses…


Molière murió de tuberculosis a los 51 años. La Iglesia no permitía que a los actores los enterraran en la tierra sagrada de los cementerios. Su viuda clamó para que recibiera funeral sencillo y de noche. Lo sepultaron en una especie de “limbo”, un suelo que no era santo ni maldito: el sitio de los niños no bautizados del cementerio de Saint Joseph.


“Gocen la primavera de los años juveniles y conságrense a sus ternuras. No pierdan ni un instante. Que a la belleza la borra el tiempo, y acude rápido la edad de hielo, que trueca los placeres en tristeza”. Cantan gitanas en alguna parte de El enfermo imaginario.

viernes, 11 de febrero de 2022

De chorros a goteos

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 11 de febrero de 2022)



Después de un remedo de tiempo seco, llegaron los aguaceros. Y con estos, ay, reaparecieron los chorros de agua de balcones y terrazas que se suman a los numerosos vertederos de los aleros. Caen a las aceras, es decir, al sitio de los transeúntes. Si nos descuidamos, se tornan en duchas que nos ensucian la cabeza y el vestido.


Aguas que lavan suelos y terrazas. Mugres licuados de la vida doméstica, procedentes de pisos untados vaya usted a saber de qué. O de terrazas en las que tal vez haya excrecencias de animales; jugo de óxido de metales olvidados a la intemperie; aguas desbordadas de llantas, poncheras con ropas enjabonadas, bacinillas o botellas con sus bocas bien abiertas... ¡Qué asco! Y si fumigaron, nos cae además zumo de insecticida…


Sin contar lo obsceno de un espectáculo conformado por edificios dotados de apéndices cilíndricos para verter sus micciones al mundo. Y pensar que sufren de incontinencia. Escampa, cesan los chorros, sí, pero dan paso a goteos intermitentes. Si estamos atentos, apostamos mentalmente que tenemos tiempo de pasar entre una gota y otra, pero esto no siempre es fácil de calcular. Cuando menos pensamos, una partícula traicionera cae con su peso plano, como una moneda líquida, y nos deja su sello tatuado en la coronilla o la tela de un hombro.


Está bien que a los edificios también los afecta la retención de líquidos, pero deberían contar con métodos discretos para evacuarlos; en cualquier caso, no encima de la humanidad que camina por su vera.


miércoles, 9 de febrero de 2022

Ucrania

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 7 al 12 de febrero de 2022)

 


A los ucranianos les soplan vientos de guerra por todas partes y desde muy antiguo. En los últimos tiempos se intensifican por el acoso ruso y los intentos de Occidente por impedirlo.


Para conocer a los ucranianos, quienes sufren los horrores del conflicto, ponen el escenario y los muertos, está la literatura. Con ella podemos saber cómo viven y sienten, qué comen y en qué creen los habitantes de este país de Europa Oriental.


El tema no es nuevo. Hace dos años, El País de España publicó una nota titulada “La guerra alcanza la literatura ucraniana”, de Pilar Bonet. Demuestra que el conflicto incentiva a los escritores a narrar historias. Menciona autores como Serhiy Zhadán, con su novela El internado; Andriy Kurkov, con Abejas grises, y Keteryna Kalytko, con La tierra de lo perdido, entre otros.


El escritor ucraniano más conocido es Mijail Bulgakov, el de Los huevos fatales, Corazón de perro, La isla púrpura y El maestro y Margarita. Este autor participó en la primera Guerra Mundial como médico voluntario y fue herido de gravedad. Aquí, unas líneas iniciales del relato autobiográfico “Morfina”, sustancia con la que trató sus dolores y de la que fue adicto por varios años:


“Las personas inteligentes han observado desde hace tiempo que la felicidad es como la salud: cuando la tienes, no la percibes. Pero, cuando pasan los años, cómo recuerdas la felicidad, ¡oh, cómo la recuerdas!


En lo que a mí se refiere, solo ahora me doy cuenta de que en el invierno de 1917 fui feliz. ¡Un año inolvidable, impetuoso, acosado por las tormentas de nieve!”


viernes, 4 de febrero de 2022

Compañeros de viaje

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el viernes 4 de febrero de 2022)

 


A veces, cuando llegan los momentos penosos de la existencia, la enfermedad, la soledad, la muerte, se anida en nosotros una angustia que llaman depresión. Deja como una nata en el asiento del alma.


Con ella llega el pensamiento de que entre uno más se relacione y quiera a otros seres, más vamos a sufrir y lo mejor sería entonces estar solos para evitar el dolor. Sin embargo, al rumiar las ideas se llega a la conclusión de que esta manera de pensar no sería más que una posición egoísta. Los seres vivos, no digo humanos solamente, nos identificamos por la fragilidad. Somos débiles, sintientes y sufrientes. Padecemos hambre y otras necesidades, dolor, enfermedad, muerte.


Por eso los seres vivos nos agrupamos, con los de la misma especie o los de otras —perros, gatos y demás animales— para acompañarnos y ayudarnos en los momentos en los que la relación con la existencia es áspera, complicada y amarga. Y, obviamente, para disfrutar de aquellos en que la vida es un jardín de rosas.


Tal vez sea más fácil ser altruista con individuos de nuestra misma especie, porque nos han enseñado que resulta más natural hacerlo con estos y que debemos preferirlos. Y más en un mundo organizado de tal manera que los humanos, erróneamente, nos creemos superiores y principales.


Como sea: con individuos de la misma o diversas especies, el pensamiento solidario debe ser la consigna de los habitantes del universo. Al fin de cuentas, somos compañeros de viaje y atravesamos la misma suerte.


miércoles, 2 de febrero de 2022

Noticias

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 31 de enero al 5 de febrero de 2022)

 


Las noticias literarias constituyen una forma válida y práctica de propiciar la lectura. Las que hablan de novedades editoriales, muertes u otros sucesos de escritores, aniversarios de nacimientos y decesos de estos, o de la publicación de la primera edición de una obra importante.


Este 2 de febrero se celebran 100 años de la primera edición del Ulises de James Joyce en forma de libro. Antes había aparecido por entregas, en revistas. Esta novela revolucionó la forma de narrar en el mundo. Cuenta un día en la vida de tres personajes: Leopold Bloom, Stephen Dedalus y Molly Bloom, y su travesía por Dublín, que bien puede ser una verdadera odisea. Cada uno de sus 18 capítulos posee un estilo diferente: teatro, novela romántica, narrativa clásica, construcción operática… Y acude a numerosos recursos expresivos, como el monólogo interior o la narración omnisciente.


Recientemente presentaron el libro Violeta, de Isabel Allende, muy íntimo. Inspirado en su madre, muestra el Chile de la dictadura y una América Latina en debacle económico. Hace poco editaron la novela Crónicas desde el país más feliz, de Wole Soyinka. Revela una Nigeria en la que se confrontan destrucción y vida, y sostiene que es preciso recuperar los ritos.


Ana Frank

Otra información nos tiene con urgencia de leer ¿Quién traicionó a Ana Frank?, Investigación sobre un caso nunca resuelto, de Rosemary Sullivan. Parece que el traidor fue un notario…


Este libro debe motivar a leer el Diario de Ana Frank y conocer a la niña que se convirtió en símbolo del horror sembrado por los nazis.