viernes, 23 de diciembre de 2022

Propósitos

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 23 de diciembre de 2022)



En estos últimos días del año, cuando para muchos es pertinente hablar de buenos propósitos, bien estaría que intentáramos no ser viejos antes de tiempo. La vejez no es un asunto de edad. Hay mujeres y hombres que desde jóvenes parecen viejos por sus ideas y actitudes.


Deberíamos intentar pensar que no todo tiempo pasado fue mejor solo por haberse ido ya muy lejos. No dejarnos invadir por la nostalgia por lo perdido, sino de expectativa por lo presente y venidero.


No vivir tan convencidos de que las costumbres y las tradiciones son plausibles solo porque son costumbres y tradiciones, es decir, porque se han repetido desde antiguo. Qué tal si, mejor, les ponemos un signo de interrogación y, solo tras un rato de reflexión, determinar si vale la pena seguirlas. Tratar de no creer que los jóvenes de hoy no están por nada, como si los viejos de hoy, cuando eran muchachos, sí hubieran estado por algo: ¿acaso los mayores no les repetían lo mismo, como un estribillo de canción trillada?


Estar dispuestos a recibir ideas nuevas. Porque negarse a escuchar, a pensar en ellas sinceramente —al menos un poco— es perderse la oportunidad “contaminarse” con los pensamientos ajenos que tal vez revitalizan los propios. Un propósito sería el de bajar el escudo que defiende tercamente nuestro modo de entender el mundo y la lanza con la que intentamos imponerlo.


Quitar esa especie de letrero de mentes y rostros, ese que parece decir: “Ya cerramos. No insista. Si quiere algo se lo despachamos por la ventanita o por el huequito del candado”.

 

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Paquetes macabros

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN. Semana del 19 al 24 de diciembre de 2022)



Un día, a mi escritorio de periodista llegó un paquete sin remitente. Un plátano verde, inmenso. Mis compañeros jugaron y rieron con la descomunal verdura, mientras me sumía en el espanto. Una amenaza por alguna nota sobre el conflicto… ¿Cuál sería su significado? Cambiaron mi área de trabajo: pasé a cubrir el Bajo Cauca y el asunto se fue olvidando.


¿Cuánto sufrirán los destinatarios de fardos extraños en las embajadas de Ucrania en Polonia, Croacia, Austria, Italia, Hungría, España, entre otras, y algunos consulados? Su contenido: tejidos y ojos ensangrentados de pescado, vaca, cerdo, oveja y otros animales…


Al parecer, el asunto está conectado con la guerra ruso-ucraniana. El ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, culpó a Rusia del incidente: es una campaña “destinada a sembrar el miedo”. Agregó: "Estamos investigando el significado de este mensaje"


Vienen a la mente novelas y películas en las que no son raras encomiendas absurdas. Por ejemplo, en Ataúdes tallados a mano, de Truman Capote, un hombre recibe una bolsa sin remitente. La artesanía de un féretro y, en su interior, una fotografía suya. Cree que es broma, pero al mes lo matan. Así, otros ocho. O ¿qué tal El oficio del mal, de Robert Galbraith —seudónimo de Joanne Rowling, la de Harry Potter—? Una oficinista recibe un envoltorio anónimo que contiene una pierna de mujer.


En fin, relatos policíacos, así como de guerra o espionaje, acordes con las noticias de la confrontación bélica de Europa oriental, resultan apropiados para este tiempo de vacaciones.

viernes, 16 de diciembre de 2022

Hablar de fútbol

 (Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 16 de diciembre de 2022)



Quienes gozamos del fútbol sabemos que tanto o más disfrute que los partidos lo da el hablar de lo sucedido en ellos: jugadas, faltas, pifias... Es otro deporte. Enciende el pecho, es pasante de tragos y aderezo de comidas, y da chispa a tardes tediosas.


Con la llegada de la video ayuda arbitral (var), algunos creían se apagarían esos debates. La tecnología “emitiría” su palabra de Dios. Mano. Fuera de lugar… Y punto. Pero lejos de acabarse, aumentan. Se arriman a la hoguera actores que permanecían indiferentes por parecerles, no sé, algo frívolo como para quemarle alguna neurona.


Japón marcó un gol que casi saca a España en primera fase del Mundial. Vimos la pelota salir del campo antes de que un asiático la chutara al área de candela para que otro anotara. La validez de la acción la explicaron matemáticos. Informaron las medidas de la esférica y la línea, e indicaron que el arco de circunferencia —el pedacito de barriga— del balón superpuesto a la raya fue de seis milímetros. Una profesora española mencionó el anamorfismo, una distorsión de la ilusión óptica, y que ese gol se aclara observando el cuadro Los embajadores, de Hans Holbein el Joven, del siglo XVI: a los pies de dos hombres, una calavera solo es visible desde cierto ángulo.


A pulpos, elefantes y brujos que vaticinan campeones se suma Joshua Bull, de la Universidad de Oxford. Su modelo matemático, a base de pruebas y testeos, determina el ganador.


En suma, se nos metieron los nerds al rancho de la discusión. Lo sabíamos: esta frivolidad tiene su gracia. Bienvenidos, ¡faltaría más!

viernes, 9 de diciembre de 2022

Fútbol y vida

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, del 9 de diciembre de 2022)



Sé que ya han hablado de semejanzas entre el fútbol y la vida. El que gana no es necesariamente porque lo merece ni porque sea el mejor. La solidaridad y la resiliencia son virtudes que bien pueden dar frutos. Ah, y en cuanto a los antivalores, ¿qué me dicen de la arrogancia? Ni rabia da observar a esos jugadores de equipos grandes cuando, después de ningunear a los de los chicos, terminan recibiendo una lección de humildad que les arde tanto como si hubieran arrimado a una hiedra. O los que pierden tiempo y después les hace falta…


Hay otro asunto en que el fútbol y la vida se parecen. Pocos aceptan que los chicos crezcan. En el balompié, la tal “rebelión de los pequeños” resulta inaceptable para los grandes y hasta para los comentaristas de los medios de comunicación. Dan a entender que si ganan, se debe a la suerte o a una, dos o tres desconcentraciones del equipo mayor. Que el mundo se tiene que quedar como está y lo más seguro y deseable, según sus palabras, es que no vuelva a suceder… al menos no muy seguido.


Así mismo, en la vida cotidiana notamos que algunas personas no entienden o no quieren entender que otras avanzan. Que ese o esa a quien conocieron hace tiempos en condición precaria, en formación —académica, espiritual y profesional—, hoy sea alguien diferente, con logros y realizaciones. Ante ese alguien mantienen la boca y los ojos desmesuradamente abiertos, pues no terminan de aceptar que en el mundo, los seres cambian de lugar.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Venga y lea

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en diario ADN, semana del 5 al 10 de diciembre de 2022)



Siento pena por profesores y periodistas que están convencidos de que la gente no lee. Y que, entonces, no tiene sentido presentar obras y autores.


Si carecen de fe en lo que hacen, están en el lugar equivocado o trabajan por cumplir. Está bien que la lectura no es afición de la mayoría —¿cuál de las artes lo es?—, pero nuestro oficio es mostrar, invitar y seducir a más personas cada día. Que sepan, por medio de columnas como esta, que en las letras las espera el placer, si buscan las que se acerquen a sus gustos, intereses y personalidad.


En los últimos meses me he chocado con la muralla de profesores y periodistas. Cada vez que les menciono un tema me preguntan: “¿pero, quién lee en estos días?”.


“Cien años de la muerte de Proust”, les digo. “¿A quién le importa Proust?”, preguntan. “Cien años del Ulises, de Joyce”. “¿Cuántos leen el Ulises hoy día?”. “Gabriela Mistral”. ¿Quién?”. “La gente —dicen así, en indefinido— no quiere más que cosas cortas y frívolas, que no la incomoden”.


Por medio de cuentos, ensayos, poemas y novelas se conocen las formas de ser y pensar de los pueblos. A través de ellos se entiende y disfruta la historia, la ciencia y la filosofía. Presentan situaciones que mueve a los lectores a pensar en su propia actitud frente a la vida y el mundo.


En suma, arte y letras son de minorías, sí, pero no son excluyentes. Por el contrario, con columnas como esta intentamos abrir puertas y ventanas para que muchos se asomen y entren; para que no se queden afuera soportando el mal tiempo.

viernes, 2 de diciembre de 2022

¿Por qué esa bailadera?

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 2 de diciembre de 2022)



Así, pues, nos preguntamos: ¿Por qué nuestra gente baila tanto en diciembre? Pensar en costumbres cotidianas tiene su encanto. Si bien parece algo obvio, también es complejo. Los fenómenos individuales, familiares y culturales no tienen una causa única.


Empecemos por decir que nuestra gente no ha sido siempre tan rumbera. Hasta los primeros años del siglo XX, los antioqueños practicaban una religiosidad represiva, que atravesaba todos los ámbitos de la vida. Tomás Carrasquilla, en la crónica Diciembre, de 1915, habla de fiestas familiares en torno a la Navidad: la alegría por el nacimiento de Jesús la expresaban con degustación de manjares, toma de licor y música de un grupo que tocaba especialmente bambucos. Algunos parientes se animaban a bailar. Pero nada de parrandas “hasta las seis de la mañana”, como grita Rodolfo Aicardi en sus canciones.


A medida que avanzaba el siglo XX, con el desarrollo de las industrias discográfica y radiofónica, se fue alimentando ese fervor por el baile. Con su poderosa influencia, imponían modas musicales y moldeaban los gustos de la gente. Fue penetrando la música costeña gracias a locutores como Eduardo Villalba y creativos de disqueras como Fuentes y Codiscos que competían con fiereza por el mercado.


Además, la idea de que el año viejo ha sido duro hace que la gente intente exorcizar los sufrimientos, las penalidades, con baile y licor, y, quiera atraer la prosperidad para el nuevo… aunque en el fondo sepa que la vida seguirá igual de difícil. Una ilusión, sí. Pero, ¿acaso estas, las ilusiones, no son el motor del mundo? ¡A bailar!