viernes, 24 de septiembre de 2021

Veto a las ideas

(Columna publicada en el semanario Gente, de El Colombiano, el 24 de septiembre de 2021)

 

La polémica suscitada por la declaración del embajador de Colombia en España, en el sentido de seleccionar escritores neutrales para representar nuestras letras en la Feria del Libro de Madrid es muestra del absolutismo del Gobierno colombiano. Y pretender que la literatura sea neutral es un adefesio, pues si algo caracteriza a las creaciones artísticas es la libertad.


La opresión ha sido denunciada por escritores. Esopo señaló la tiranía, la injusticia y la desigualdad social en sus fábulas, esquivando la censura al hacer como si narrara ingenuamente situaciones vividas por animales. Jonathan Swift fue censurado por Los viajes de Gulliver, porque en la trama subyacía una crítica anticolonialista. Ray Bradbury, por Fahrenheit 451, por su alusión al gobierno totalitario que quema los libros e impide a los habitantes pensar libremente. La literatura indigenista y la de La Violencia son otros ejemplos de contracorriente.


Pero, si bien el caso que comentamos entristece, no asombra. Quienes vivimos en Colombia somos testigos de la intención gubernamental de ponerle uniforme a las ideas. Hace días, esta misma administración ponía obstáculos a la visita de organismos de verificación de derechos humanos a nuestro suelo.


Digamos, por último: no solamente las palabras comunican; también los actos. Con acciones como la de vetar a escritores, el resto del mundo puede formarse una idea de la realidad nacional. Los vetos son manifestaciones de torpeza: quien los impone manda un mensaje que exhibe lo que quiere tapar.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Dante

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN semana del 20 al 25 de septiembre de 2021) 


Dicen que Dante Alighieri nació en Florencia el 29 de mayo de 1265 y murió en Ravena el 14 de septiembre de 1321, o sea, hace 700 años. Pero estos números son imprecisos. La fecha de natalicio la toman de la Vida nueva, en la que el autor revela que su signo es Géminis. Además, en su tiempo regía el calendario juliano y al adoptarse el gregoriano se perdieron 10 días.


Lo cierto es que se trata de un poeta fundamental. En la Divina Comedia visitó el infierno, el purgatorio y el paraíso. Vio almas atormentadas en pozos de inmundicia y dolor. Halló la de su amada Beatriz y otras pocas gozando la contemplación de los rostros divinos.


Tales imágenes de premio y castigo han prevalecido en el imaginario colectivo por siglos. La Iglesia Católica basó en ellas la Novena de Difuntos. Pero últimamente, los católicos habitan un limbo teórico, porque los papas conceptúan sobre los lugares dantescos.


Juan Pablo II comenzó el enredo en 1999: “el cielo no es un lugar físico entre las nubes” y “el infierno tampoco es un lugar”; el infierno es la situación que viven las personas que se apartan de Dios. Benedicto XVI contradijo esto en 2007: el infierno existe y no está vacío. Y Francisco, en nota del diario italiano La República de 2018, indicó: las almas arrepentidas obtienen el perdón de Dios y van a las filas de las que lo contemplan, pero no existe un infierno, sino la desaparición de las almas pecadoras.


Estas reflexiones dan vigencia al ideario del florentino, en cuya figura casi mítica se posan lupas y luminarias de investigadores en 2021.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Ciudades reinventadas

(Columna publicada en el semanario Gente, de El Colombiano, el viernes 17 de septiembre de 2021) 


Siento un placer indescriptible cuando en novelas y cuentos aparecen lugares que frecuento. (Añadiría: tal vez más si son relatos de ficción, porque es normal que al hablar de hechos reales se mencionen los sitios donde suceden). Es como si lo nombraran a uno.


Por ejemplo, recuerdo esa emoción al leer El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. En el recorrido por el Magdalena, hay una parada en Puerto Berrío y el narrador dice que allí desembarcan “pianos de cola para las solteras de Envigado”. ¡Y eso fue todo!


Los norteamericanos, por mencionar un solo caso, les cantan a sus paisajes desde hace siglos. Por eso, no es raro que muchos escritores se apropien de ciudades y pueblos para escenificar sus relatos. En Manhattan Transfer o El paralelo 42, John Dos Passos da ubicaciones tan precisas que uno se ofrecería a llevar un paquete sin temor a perderse. En nuestro medio, lo han hecho Tomás Carrasquilla, Arturo Echeverri Mejía, Darío Ruiz, Gonzalo Arango, Manuel Mejía Vallejo, Fernando Vallejo…


En conversaciones con Darío Ruiz coincidimos en que ha habido cierta vergüenza de los nuestros a situar hechos en una esquina de Maturín del Centro de Medellín, la Calle del Frito de El Poblado, o La Horqueta de Envigado. Sabiendo que hablar de lo propio consigue crear en los lectores la ilusión de pisar las calles de una ciudad reinventada.


jueves, 16 de septiembre de 2021

Dante encontró su justicia en la Divina Comedia

(Texto publicado originalmente en Generación, de El Colombiano, en 2015. Lo reproduzco por los 700 años de la muerte del autor.)


En 2021 se conmemoran 700 años de la muerte de Dante Alighieri. La Comedia y La Vida nueva, sus obras cumbres.


Dante es el hipocorístico de Durante. Y como suele suceder con estas abreviaturas, terminó ocupando el sitio del nombre. Alighieri, el autor de la Divina Comedia, parece haber tenido en su nombre su destino. Porque ese durante alude a simultaneidad y también encierra una especie de espera.


Nacido en la primavera de 1265, en Florencia, una ciudad estado italiana de unos 80.000 habitantes, rica y próspera, Dante recibió una formación profundamente religiosa, cercana a los franciscanos y a otras órdenes. También se interesó en la política. Defendía la idea de una Iglesia separada del Estado.


Ocupó cargos públicos y, dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, se hizo del lado de la casa Baviera, con el partido de los Güelfos, que luchaba contra la casa de los Hohenstaufen de Suabia, del partido Gibelino.


Y esta disputa fratricida, en la que intervinieron los poderes civiles y eclesiásticos, fue su perdición. En síntesis, digamos que su partido terminó dividiéndose, entre güelfos blancos y güelfos negros. Dante quedó entre los primeros, terriblemente perseguidos por los otros y por los gibelinos.


Dante en el exilio. D. Peterlini

Dante tenía 36 años cuando fue desterrado de Florencia. Carlos de Valois entró en Florencia con los güelfos negros, destruyeron todo y mataron a muchos. Gabrielli da Gubbio, podestá o alcalde de Florencia, lo desterró y lo condenó a pagar multa, con una sentencia emitida el 27 de enero de 1302. Como no pudo pagar, le cambió el exilio temporal por uno perpetuo, el 10 de marzo de 1302, junto a otros 600 güelfos blancos, la mayor parte de los cuales serían indultados con el tiempo.


El dantólogo Francisco Montes de Oca, quien hace la traducción de la Divina Comedia del italiano al español, la introducción y los comentarios de la edición de Editorial Porrúa, de 1977, cuenta que estuvo en Verona, invitado por Bartolomé Della Sealla; en Sarzana, Liguria; el Lucca, con Madame Gentucca —a quien menciona en su Purgatorio, y tal vez en París.


El amor que profesaba por Florencia era apenas equiparable con el que Sócrates sentía por Atenas. Y como este, que no pudo esconder su fervor por la verdad cuando sus coetáneos lo persiguieron, Dante no lo pudo ocultar por el Imperio Romano. El ateniense fue condenado a muerte; el florentino, al destierro. Y no podía haber para él un castigo mayor.


Un ancestro suyo, Cacciaguita, a quien encontró en el Cielo, le dice:


Del mismo modo que Hipólito partió de Atenas por la crueldad y perfidia de su madrastra, tendrás que salir de Florencia. Esto es lo que se quiere, y lo que se busca y pronto será hecho por los que lo meditan allá donde diariamente se vende a Cristo. Las culpas caerán sobre los vencidos, como es costumbre; pero el castigo dará testimonio de la verdad, que lo envía al que lo merece. Tú abandonarás todas las cosas que más entrañablemente amas, y este es el primer dardo que arroja el arco del destierro. Tú probarás cuán amargo es el pan ajeno, y cuán duro camino el que conduce a subir y bajar las escaleras de otros. Y lo que más gravará tus espaldas será la compañía estúpida y malvada con la cual caerás en este valle; porque ingrata, loca e impía, se revolverá contra ti; si bien poco después, ella y no tú, verá destrozada su frente

(Ed. Porrúa, página 219.)


No tuvo vida en esa etapa, lejos de su tierra y de su gente. Se le iba el tiempo en buscar la posibilidad del retorno. Y en escribir. Se reunió con personajes influyentes, invocó a reyes, a políticos y no pudo conseguir más que mezquinas invitaciones a volver, sí, pero humillándose como reo, lo cual, como es obvio, no aceptó jamás. Hasta su familia, su esposa Gemma de Manetto y sus hijos, debieron salir amenazados de allá. Escribió el Convivio, un ejercicio teológico, y De vulgari eloquentia. Pero nada parecía tener sentido. Suspendió lo que escribía cuando tuvo la feliz idea de la Divina Comedia, que comenzó a escribir en 1304.


Algunos comentaristas sostienen que la Comedia, ese viaje por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, conducido de quien él consideraba su maestro, Virgilio, el autor de la Eneida, es su tragedia: la condena al destierro. Pero, si observamos bien, más que esto, parece ser la manera de exorcizar su tragedia. Y más aún, encontró en este proyecto literario, la forma de una venganza perfecta. Una venganza no violenta. Se desquitó mandando al peor de los destierros, un Infierno inventado para ellos, a sus enemigos y a los enemigos de la ciudad, a los déspotas, a los corruptos y villanos, de cualquier partido, lo mismo que a papas, obispos y cardenales traidores y ambiciosos.


A ese Infierno desterró a muchos de sus contemporáneos. Giovanni Malatesta, conocido como Giovanni el Cojo, un hombre que combatió contra los gibelinos en 1265; Farinata degli Uberti, florentino y noble gibelino que lideró persecuciones contra los güelfos en 1248. Jacopo Rusticicci, de Florencia; Mosca dei Lamberti, un florentino que llegó a ser podestá de Viterbo y condotiero o mercenario; Ottaviano de gli Ubalini, cardenal gibelino y arzobispo de Bolonia (fue a parar al círculo de los ateos en el Infierno de Dante); Guido Guerra V, político que abrazó la causa güelfa; Obizzo II d’Este, entre los tiranos del primer giro de los violentos (sumergido hasta los ojos en la sangre caliente del Fegetonte, río de fuego que corre por el Hades, afluente del Aqueronte); Loderingo degli Andalo, uno de los fundadores de la Orden de la Milicia de la Bendita Virgen María, conocida como Orden de los Frailes Guaudendes (que llegó a la fosa de los hipócritas en el Infierno dantesco); Celestibo V, el papa (lo puso en el círculo de los inútiles y neutrales); el papa Bonifacio VIII, quien se sentó en la silla de san Pedro entre 1294 y 1303, que fue, según Dante, de las peores hierbas de su época, a quien el poeta acusó de simonía, es decir, de negociar con los asuntos espirituales.


En fin, decenas de personas cuyos nombres hoy resuenan con fuerza o sin ella, pero que en su tiempo y en su espacio atormentaron a Italia y a Dante, participantes en esas guerras en las que él también combatió o políticos y religiosos corruptos y malvados, aunque el mal no se lo hubiera causado a Dante directamente, los reunió con Hades, y los castigó haciéndolos soportar los peores hedores, emanados de ellos mismos, a hundirse entre su inmundicia y a recibir tormentos de serpientes en nudo, “quelidras, yáculos y anfisbenas”. Nada podía ser peor que esto.


Y los reunió con personajes siniestros de la historia y de la mitología. Con Judas Iscariote, a quien vio con la cabeza dentro de la boca de Lucifer y agitando fuera de ella las piernas; Bruto, el asesino romano; Atila; Pirro; Sinto; los derrochadores; los suicidas; Vulcano; brujos y adivinos; Jasón y mil almas más, vagando por un mundo frío y oscuro, distinto a la idea tradicional de un infierno ardiente.

 

En el Purgatorio, lugar en el que por lo menos hay esperanza, en el que no hay tanto frío y las almas cantan himnos a Dios, porque saben que un día terminarán de lavar sus pecados, no situó a tantos de sus contemporáneos. Allí encontró a varios poetas, entre ellos a Guido Cavalcanti, a quien menciona James Joyce en el Retrato del artista adolescente.


En su tránsito por el Purgatorio, aunque sea una especie de turista que va de paso, Dante indica que él también lavó sus pecados. Sufre en el tortuoso camino y da a entender que si él tuvo alguna culpa para motivar su destierro, ya la pagó. Se sumergió en el Leteo, río del olvido del pecado, último sitio de purificación antes de pasar al Paraíso, ya guiado por Beatriz, su amada, símbolo de fe y perfección.


Retrato. Sandro Botticelli

Antes de hablar del Paraíso, digamos que Dante es uno de los fundadores del amor cortesano. Ese amor que movió a los poetas y caballeros en la edad media. Un amor platónico, que vivía en secreto, clandestino, ilegal, prohibido, por debajo del oficial. El oficial era ese que decidían los padres como un negocio para establecer alianzas entre familias.


Dante vio por primera vez a la florentina Beatriz Portinari cuando tenía nueve años. Le impactó tanto que él decía que lo suyo era amor a primera vista. Después, la vio otra vez a los 18 años. Y su mayor ilusión era que ella lo viera y saludara. Se convirtió en razón de su poesía y de su vida. No es que se haya definido muy bien el amor cortesano, pero está claro que en él había una manifestación de la gentileza del alma, que se revelaba a quien la poseía, y aun a los demás, por virtud de una mujer bella, que es medio y guía para la perfección espiritual del amante. Dante recuerda esos encuentros en La vida nueva diciendo emocionado: “La mujer de mis pensamientos”. ¿A qué otros personajes nos recuerda? Al Quijote, por supuesto, hablando así de su Dulcinea, y también a Lancelot, de su reina Ginebra, y a otros amantes cortesanos que tenían en una mujer idealizada, su faro.


Unos creen que Beatriz es solo un símbolo. Pero existió. Vivía cerca a la casa de Dante. Cuando este la vio la segunda vez, tal vez ella ya estaba casada con Simón Dei Bardi, según relata Francisco Montes de Oca. Y no tuvo hijos.


Sin embargo, el papá de Dante negoció su matrimonio desde que Dante tenía 12 años, con Gemma de Manetto Donati. Dante no emitió palabra de elogio ni desdén por ella.


Beatriz murió a los 25 años. Y Dante la encuentra, claro, en el Paraíso. Ella es su guía en este espacio lleno de luz en el que son reiteradas sus inquietudes sobre la justicia y la venganza, que Beatriz y los personajes que va hallando le resuelven… Encuentra a Piccarda Donati, monja sacada del convento por su hermano para hacerla casar con un florentino; Salomón; Raquel; Adán; Moisés; la Virgen María; los apóstoles; los doctores de la Iglesia, como Alberto de Colonia, Tomás de Aquino, Pedro Lombardo, Dionisio Areopagita, san Buenaventura… y, por supuesto, a Dios.


Y ese Paraíso, de dulzura y comodidad tales que parecían superar la capacidad descriptiva del poeta, tanto, que lo llevo a exclamar: “¡Ah!, ¡cuán escasa y débil es la lengua para decir mi concepto!”, se convierte en la venganza completa contra esos malvados del Infierno, porque queda claro lo que se perderán eternamente.


Y como si, consumada su venganza o, mejor, su acto de justicia, Dante perdonara a todos ellos, hace decir a ese ancestro suyo, Cacciaguita, que le hablara de su infortunio en la Tierra, le dice:


—Hijo mío, tales son las interpretaciones de lo que se te ha dicho; tales las asechanzas que se te ocultarán por pocos años. No quiero, sin embargo, que odies a tus conciudadanos; pues tu vida se prolongará más aún de lo que tarde el castigo de su perfidia.

(Editorial Porrúa, 220.)

miércoles, 15 de septiembre de 2021

X-504, sin desayuno

(Columna RÍO DE LETRAS publicaba en el diario ADN en la semana del 13 al 18 de septiembre de 2021)


Atención:


                A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el                        mundo: os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros;

               vuestra taza permanecerá quieta en el aparador como un gato sin amo,                   mirando la eternidad con su ojo esmaltado (…)


Este poema, “Aviso a los moribundos”, incluido en Los poemas de la ofensa, es lo primero que leí de Jaime Jaramillo Escobar, X-504. Por cierto, él mismo debe haberlo revisado mentalmente el pasado 10 de septiembre, cuando murió de un infarto en Medellín. La voz de su cabeza debe haberle susurrado:


                Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis preparando                            vuestras ocultas descomposiciones:

                todos vuestros problemas van a ser resueltos dentro de poco,

                y ya, ciertamente, no tendréis nada de qué quejaros,

                ¡oh príncipes deteriorados y próximos al polvo!.


Desde ese primer atisbo al poeta nacido en 1932, tal poema quedó retumbando en mi mente como eco que no se extingue. Andando los tiempos, conocí al hombre que lo escribió y, claro, me le quejé por haberme dejado desde niño los ojos desmesuradamente abiertos de horror y realidad.


Fue cofundador del Nadaísmo y dueño de varias voces poéticas, una urbana y otra folclórica, como la de Poemas de tierra caliente. Su humildad, virtud rara entre escritores, era apenas comparable con la de un labrador.


En Conversaciones con un extraterrestre, uno de los reportajes que me concedió, revela: “Uno puede domesticar fácilmente una cacatúa y llevarla en el hombro dondequiera. Por mi parte, una vez tuve una ardilla que llevaba en el hombro a todas partes”.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Conversaciones con un extraterrestre

(Reportaje publicado en El Colombiano el 3 de octubre de 2010 e incluido en el libro Vida y milagros, Ed. UPB 2014. Lo reproduzco en homenaje al poeta, quien falleció el 10 de septiembre de 2021) 


          —Uno puede domesticar fácilmente una cacatúa y llevarla al hombro dondequiera —dijo el poeta Jaime Jaramillo Escobar—. Por mi parte, una vez tuve una ardilla que llevaba al hombro a todas partes.


—¿A todas partes es a todas partes? —Le pregunté.


—A todas partes es a todas partes. —Me contestó.

 

Página de facebook de X-504

Después del almuerzo en el comedor del Teatro Matacandelas, donde estuvo ensayando la lectura teatralizada de su libro Tres poemas ilustrados (Tragaluz Editores, 2007), habló de pájaros y otros animales. Contó que una vez tuvo una habitación para más de cien pájaros diversos. Tenía para ellos ramas de árboles para que se posaran y les dejaba la ventana abierta en las mañanas para que salieran. Regresaban por la tarde.

 

—Ellos sabían, cuando los regañaba, que los estaba regañando.


Habló de un mayo. "¿Saben que el mayo no canta más que en el mes de mayo y el resto del tiempo permanece mudo?". Lo recogió pichón y le tomaron una fotografía que se volvió famosa. No sabía qué podía comer. Le dio papaya y comió, pero sabía que sólo con papaya él ave no iba a estar bien. Creyó que le podían gustar gusanitos, de modo que cortó tiritas de carne y se las recibió. Trató de que se fuera, pero todos sus esfuerzos resultaron inútiles. Una vez lo dejó afuera del balcón, sin comida, “para que se fuera y recobrara su ser”. Se fue, pero le dio la vuelta al apartamento y fue a la ventana del cuarto donde estaba Verano Brisas, el autor de León hambriento el mar, y picoteó el vidrio para que le abriera.

 

—¿Cómo pudo ese pájaro saber que dando la vuelta a la casa podía llegar a esa habitación?


—Para que eso se entienda —intervino Verano Brisas— hay que contar que yo estuve viviendo ocho meses en el apartamento de Jaime, cuando regresé de Segovia, donde ejercí la odontología. De allá, mejor dicho, me echaron.


—¿Tenía nombre? —Inquirí.


—Le decíamos Mayito, porque lo encontré pequeñito.


De haber estado allí, en el comedor del Matacandelas, el poeta Darío Jaramillo Agudelo, autor de Gatos, habría dicho:


—No es que Jaime sepa de pájaros: los pájaros saben de Jaime. He sido testigo de cómo las aves buscan sus hombros o sus manos para posarse, porque no le temen a su vibración.

 

 

El hombre invisible

Pero no se crea que el poeta de Pueblorrico habla mucho. No. Él es un hombre silencioso la mayor parte del tiempo. O como diría el mismo Darío: “él es invisible”. Esas intervenciones suyas son intervalos en su silencio, seguramente cuando los demás llegamos a un tema que le excita particularmente. De resto, ese tipo casi calvo que tomó la sopa tras haber mencionado que es nutritiva, es parco. Permaneció sentado juiciosamente a la mesa con un bolso negro en su regazo.

 

Comió poco. Cristóbal Peláez, el director del Teatro, se mofó de él porque parece un aprendiz de faquir. Este miércoles accedió al menos a tomar sopa, aunque “tengo lectura de poemas a las cinco de la tarde en el Instituto Tecnológico Metropolitano”.


—¿Es este un capricho o hábito de místico?


—No. Es que tengo por costumbre, cuando voy a hacer una lectura de poemas, no comer durante varias horas antes porque así manejo mejor la respiración.


—¡Mentira! ¡Él no come nunca! —se hubiera apresurado a decir Darío Jaramillo Agudelo, de haber estado allí—. Cuando va a mi casa, mi mamá dice: ‘si Jaime toma la sopa, no se come el seco’. Él es ascético.


—Jaime es uno de los seres humanos que menos materia necesita para existir —me había dicho Cristóbal después del ensayo teatral.

 

 

Muchos coinciden en que Jaime Jaramillo Escobar es el mejor poeta colombiano vivo. Que por culpa de su timidez no es más reconocido. Está protegido del sol de las vanidades, lo cual a muchos extraña por su oficio de publicista.

 

El fundador del Nadaísmo, Gonzalo Arango, en su reportaje El poeta X-504: un artista con placa de carro, publicado en Cromos hace ya 44 años y cinco meses, dos días antes de su trigésimo cuarto cumpleaños —Jaime nació el 25 de mayo de 1932— dijo: “de X-504 se dice que es el mejor poeta de nuestra generación nadaísta (con perdón de los otros mejores)”.

 

Darío Jaramillo Agudelo también tiene ese pensamiento. Verano Brisas dice que “pocos sabemos que estamos en presencia de un Quevedo o de alguien de esa magnitud; solo en unos años se logrará entender su dimensión poética”.

 

Jaime, según contó en un reportaje, llama timidez al respeto por los demás. Pero esa característica también se acompaña de un desdén por la fama que no tiene par. Cuenta Darío que sabe de al menos dos invitaciones a festivales españoles de poesía, uno en Logroño, otro en Córdoba, donde tiene muchos seguidores, que ha rechazado.

 

—Me encargaron: “como eres tan amigo suyo, convéncelo de venir” —recordó el autor de Cantar por cantar—. Le transmití la inquietud. Me dijo: ‘voy a pensarlo y luego hablamos’. Antes de cinco minutos abrí mis correos electrónicos y encontré un mensaje suyo que decía: “Solo sé que no quiero ir a España y que no sé cómo decírtelo”.

 

Apenas ha salido del país a Venezuela, invitado por el poeta Santos López (el autor de El cielo entre cenizas) a un festival de poesía y esto porque el venezolano es un brujo indígena y lo amenazó con hacerle un hechizo en caso de que no fuera.

 

Este hombre trasnochador y cibernauta, quien se tomó la vocería de la Muerte y dijo un día para siempre “A vosotros, los que en estos momentos estáis agonizando en todo el mundo: os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros”, es un tipo natural del que todo el mundo sabe que escribe y vive desnudo en su apartamento y ni siquiera corre a vestirse cuando un visitante inoportuno llega, si se trata de uno de sus escasos amigos, pues no tiene nada que esconder.

 

Dio otra muestra de rigor tras el ensayo de la Velada nadaísta, como oportunamente alguno de los integrantes del grupo teatral denominó la presentación de Tres poemas ilustrados. Vestido con camisa cerrada hasta el cuello y pantalón con quiebre inmaculado, con una quietud de estatua, el poeta leyó con su voz dramática y profunda el poema El circo:

 

Los camellos de Arabia Saudita, como reyes destronados, con sus jorobas llenas de oro, saltan con dignidad y con indiferencia un bambú atravesado a baja altura sobre la pista principal. En la pista lateral los elefantes hacen maromas en un solo pie, barritan para agradecer los aplausos, un niño llora. No debieran traer niños al circo (…)

 

Mientras tanto, detrás de él se dibujaba, con actores y actrices de verdad, una escena circense. Al terminar, como cualquiera de los actores, recibió callado y disciplinado las observaciones de marcación espacial del director:

 

—Cuando llegue a los versos sobre el poeta, párese en este punto, más cerca al bordo del escenario.


Y él mismo, autocrítico, observó:


—Debo mejorar la subida de las escaleras. Esta vez comencé a subir con el pie que no era.

 

 

De dónde vienen sus letras

Jaime Jaramillo Escobar “vive en una biblioteca con cocina”, como dice Verano de su casa en Laureles. Allí, dos días después del almuerzo en el Matacandelas, sentado ante su mesa de escribir a mano —también tiene otra con su computador—, me habló sin prisa sobre su vida y sus pensamientos, ante una ventana que dejaba ver la lluvia lenta de la tarde. Contó, por ejemplo, que cuando tenía tres años de edad, su familia se trasladó para Altamira, corregimiento de Urrao, acosada por la violencia político-religiosa. “Nosotros fuimos desplazados”. Su papá, Enrique, era maestro de escuela y en ésta “había una biblioteca muy buena y como era hijo del profesor, yo tenía las llaves”. Su mamá, Amalia, era una artista. Pintaba al óleo y bordaba. Y en las tardes se reunía a leer novelas con sus vecinas. Amalia, de José Mármol; Genoveva de Brabante, de Christoph von Schmid…

 

          —Mi papá tenía una tienda y allí, en la noche, llegaban contadores de cuentos acompañados de tiple. Muchos de esos cuentos eran basados en Las mil y una noches. No había luz eléctrica. A mí, ese acto me parecía muy bonito. Y en el recuerdo me sigue pareciendo bonito.

 

Fue actor de teatro. Participó en montajes de vidas de santos. Después de que el profesor Gabriel Caro Urrego le enseñó a leer y escribir, leyó la Biblia, la cual le pidió prestada al cura. La leyó como un libro histórico y literario, porque desde ese tiempo fue intuyendo que “Dios no creó al hombre a su imagen y semejanza, sino que el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza”.

 

Crecía también ese don de relacionarse con los animales. Tuvo caballos amigos y supo que estos seres, cuando se sienten viejos y saben que se acerca su final, vuelven a prados donde se criaron, aunque estén lejos de allí.

 

En ese “tiempo inicial” era común escuchar que los antioqueños se iban al Valle, entonces “¿por qué no me iba a ir yo?” A Cali la relaciona con ríos y piscinas; a Barranquilla, con Meyra del Mar y el mar. “Medellín es una ciudad para trabajar”.

 

El autor de Poemas de la ofensa dijo que no le tiene miedo a nada.

—¿Ni a la muerte? —le pregunté.

—Ni a la muerte —me contestó—. Temerle a esta es tonto, si sabemos que todos vamos a morir. Tal vez habría que temerle es a las circunstancias en que se muera.

 

Mientras hablaba, lo escuchaba y pensaba: es cierto lo que me dijo Darío Jaramillo para resumir las cosas: “al hablar de Jaime no estamos hablando de un ser humano. Estamos hablando de un ángel. Estamos en presencia de un extra terrestre”.

La Divina Comedia

(Columna publicada en el semanario Gente, del grupo El Colombiano, el 10 de septiembre de 2021)


Dante es el hipocorístico de Durante. Y como suele suceder con estas abreviaturas, terminó ocupando el sitio del nombre. Alighieri parece haber tenido en su nombre su destino, porque ese durante alude a simultaneidad y también encierra una especie de espera. No hay que forzar esta idea para insinuar que tal espera corresponde al largo destierro que soportó.


El 14 de septiembre se cumplen 700 años de su muerte. Había nacido en Florencia, en la primavera de 1265, cuando esta ciudad-estado era rica y próspera. Recibió una formación profundamente religiosa, cercana a los franciscanos y otras órdenes, y se interesó en la política. Defendía la idea de una Iglesia separada del Estado. Fue por estas razones que terminó exiliado, situación de la que jamás llegó a sobreponerse.


Además de la Divina Comedia, es autor de la Vida Nueva, el Convite y otras obras.


¿Por qué hablar de un italiano en un semanario del sur del Valle de Aburrá? Porque, más que italiano, se trata de un ser humano universal. Las imágenes del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso propias de la Edad Media que él  inmortalizó, en las que habitan almas atormentadas nadando en mares de inmundicia, u otras de aspecto apacible, extasiadas al contemplar el rostro de la Virgen María, todavía prevalecen entre nosotros, siete siglos después. Las mamamos con la leche materna, como suele decirse. Así, Dante es tan nuestro como el más típico de los antioqueños.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Letras de septiembre

(Columna RÍO DE LETRAS, publicada en el diario ADN. Semana del 6 al 11 de septiembre de 2021)


Porfirio Barba Jacob, en una las páginas más importantes de la poesía colombiana, dice:


Cordero tranquilo, cordero que paces

tu grama y ajustas tu ser a la eterna armonía:

hundiendo el lodo las plantas fugaces

huí de mis campos feraces

un día…


Es Elegía de septiembre, incluido en el poemario Canción de la vida profunda, con el cual comienzo las letras del noveno mes. El poeta, cuya cuna se pelean dulcemente Santa Rosa de Osos y Angostura, escribió este poema en Cuba, adonde viajó varias veces.


Neruda tiene un poema con esta parte del año. Se titula 8 de septiembre y hace parte de Los versos del capitán. Y César Vallejo, otro, titulado Setiembre (sin p).


En narrativa, Las luces de septiembre, de Carlos Ruiz Zafón, es una novela de la trilogía de la niebla. Las otras son El príncipe de la niebla y El palacio de la medianoche. El escritor español, muerto hace un año, cuenta la historia de una madre viuda que resuelve mudarse a la costa de Normandía en 1937 para aceptar un trabajo como ama de llaves, para un fabricante de juguetes autómatas. También revela el eterno asunto del amor empañado por amenazas de infortunio.


Susana Fortes, narradora y articulista española, tiene entre sus títulos Septiembre puede esperar. Cuenta de una escritora que desaparece en Londres en 1955, diez años después de la segunda Guerra Mundial. Tiempo después, una estudiante resuelve hacer la tesis de grado sobre ella. Al investigar la vida de la misteriosa autora, halla episodios de espionaje y, cómo no, de relaciones afectivas que tensionan la trama.

Fiesta del Libro

(Columna publicada en el semanario GENTE, del grupo El Colombiano, el 3 de septiembre de 2021)


Más allá de la cartelera de escritores, poetas, filósofos o científicos invitados, la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín de este año es importante porque invita al reencuentro y la celebración en torno a uno de los inventos más asombrosos y útiles de la humanidad: el libro.


El año pasado, por la peste y aún sin vacunas a la vista, el evento fue virtual. En 2021, todavía con pandemia, pero con la esperanza que dan las vacunas, habrá actividades virtuales y presenciales, estas en la zona de Carabobo Norte, en especial, el Jardín Botánico.


En el tiempo que llevamos de encierro, hemos apreciado las formas virtuales de encuentro y añorado las presenciales. Entendemos que los contenidos de las charlas y las presentaciones de unas y otras son igualmente valiosas.


Mientras en ediciones pasadas nos emocionábamos con los nombres de las figuras que llegaban a hablar de letras: Wole Soyinka, Élmer Mendoza, Fernando Vallejo, Alessandro Baricco, Joe Broderick..., esta vez nos alegramos por volver a encontrarnos, aunque sea de a poco y sin el acercamiento que desearíamos.


Nos animamos porque podremos hablar de libros de editoriales grandes, universitarias o independientes. Porque nos cercioraremos de lo obvio: de que el tiempo de hibernación ha sido también de investigación, reflexión y creación. En suma, lo importante será el festejo mismo por la existencia de las palabras.

Afganistán

(Columna RÍO DE LETRAS, publicada en diario ADN. Semana del 30 de agosto al 4 de septiembre de 2021)


Por lo general, los humanos tememos a lo desconocido; en especial, a los pueblos extraños. Y como casi todo es extraño, vemos amenazas por todas partes. En lugar de conocimiento, arrumamos prejuicios y lugares comunes.


Al pensar en Afganistán, vienen a la mente fragmentadas informaciones e imágenes de guerra en que, dolorosamente, ha estado sumido. Solo eso. Como si allá no comieran sus recetas ancestrales, no crearan música y canciones, no tuvieran poesía y narrativa… Por más totalitario y represivo que sea un gobierno, la cultura —y, en ella, las artes— libera y pervive.


Multitud de pueblos han habitado y transitado ese territorio asiático por milenios. De ahí, su complejidad y riqueza cultural.


Para mencionar solo unas letras, hay novelas aclamadas, como las de Khaled Hosseini: Cometas en el cielo (llevada al cine y la novela gráfica), Mil soles espléndidos, Y las montañas hablaron. Reflejan el modo de vida de sus coterráneos.


La poesía afgana es un género cultivado desde antiguo. Para no ir lejos, al Festival Internacional de Poesía de Medellín han acudido sus poetas. Por ejemplo, Mahbobah Ebrahimi, nacida en Kandahar en 1976 y residente en Irán, participó en 2019. Es autora de El viento es mi hermano. Uno de sus poemas, Mariposa, publicado en la revista Prometeo, organizadora del certamen, dice:


No te escucho

en el viento

que repica en mi ventana

ni se de ti por el cartero

que toca a mi puerta,

no sé nada de ti.

¡Te he olvidado

como un niño


que olvida sus sueños!

Agito mis alas

y vuelo

¡pero no te encuentro!

(…).