(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 29 de julio al 4 de agosto de 2024)
“La letra con sangre entra” no solo es un dicho popular. Resume
la pedagogía del cuáquero inglés Joseph Lancaster: el estudiante aprende si es
lacerado. Basa la enseñanza en maltratos físicos y psicológicos.
Lancaster trajo su propuesta a América. Esta y otras derivadas,
fundadas en golpes y humillaciones, generan temor e inseguridad en los alumnos.
El miedo a fallar y la vergüenza ante los demás llevan a muchos a la
infelicidad y la deserción.
En El doctor Centeno,
de Benito Pérez Galdós, Pedro Polo es hipócrita y agresivo. En su escuela madrileña,
a fines del siglo XIX, hace de la educación del protagonista, Felipe Centeno,
un suplicio.
“Era una rueda de tormento, máquina cruelísima, en la cual
los bárbaros artífices arrancaban con tenazas una idea del cerebro, sujeto con
cien tornillos, y metían otra a martillazos y estiraban conceptos o incrustaban
reglas, todo con violencia, con golpe, espasmo y rechinar de dientes por una y
otra parte”.
Su antípoda es John Keating, maestro de El club de los poetas muertos, de N.H. Kleinbaum. Con base en la
libertad, fuera de enseñar literatura, insta a los alumnos a seguir la idea del
carpe diem para que disfruten cada
día.
Dicen que la formación dolorosa y humillante dio paso a modelos
humanistas que valoran a los alumnos para que crezcan y se descubran a sí
mismos. Pero las noticias de los suicidios de las Catalinas (Gutiérrez, de una
universidad bogotana, y Ayazayu, de una institución chilena), al parecer por no
aguantar maltratos de profesores, demuestran que el método lancasteriano sobrevive.
Increíble que en pleno siglo XXI sobreviva el sistema lancasteriano. No lo permitamos. !Fuera de todas las aulas!
ResponderBorrarDolorosa realidad, que no debe perpetuarse más.
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