martes, 20 de agosto de 2024

Kant habla hoy

(Columna publicada en la revista Generación de El Colombiano el 18 de agosto de 2024) 


https://www.elcolombiano.com/generacion/criticos/kant-habla-hoy-GG25236101


En la celebración de los trescientos años del nacimiento de Inmanuel Kant es momento de repasar sus ideas de igualdad y respeto.

 

Inmanuel Kant

Uno cree que Kant está más lejos de nosotros que su nacimiento, ocurrido hace trescientos años. Sin embargo, está tan cerca como queramos, pues sus postulados dan bases para una vida social en la que nadie se las venga a dar de tramposo y quiera llevarse a los demás por delante en su camino. Fundamentan relaciones afectivas, familiares, sociales o con el Estado en las que a nadie lo usen como alfil para conseguir propósitos personales.


En este artículo no pretendo enredar a nadie con tesis complejas. Tampoco discutir métodos filosóficos. Por el contrario, deseo mostrar que nadie debe autoexcluirse de ciertas lecturas por no ser filósofo o solo por dejarse arrastrar de un juicio a priori: el de suponer que son complejas, inaccesibles o no tienen que ver con la vida cotidiana.


Inmanuel Kant nació en Königberg, Prusia, el 22 de abril de 1724 y murió allá mismo, el 12 de febrero de 1804. Entre sus obras más conocidas están la Crítica de la razón pura, Genealogía de la moral, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio. Uno de los filósofos más estudiados, se movió en una época en la que la razón gozaba ya de prestigio, e hizo parte del movimiento cultural e intelectual denominado ilustración, que él ayudó a definir en su ensayo Respuesta a la pregunta ¿qué es la ilustración? Creía que esta constituía el abandono de la infancia mental de los individuos, infancia que se evidenciaba en la incapacidad de pensar por sí mismos, sin la guía de otras personas. No por falta de inteligencia, decía, sino por falta de decisión o valor. La ilustración, dicho en un dos por tres, tenía gran fe en el progreso, con la razón como soberana. Entendía que el conocimiento se obtenía por los sentidos. Este movimiento impulsó las ideas de igualdad, tolerancia, libertad, fraternidad, gobierno constitucional, separación de la Iglesia y el Estado. Para no ir muy lejos, propició la Revolución Francesa y, después, las independencias de muchas colonias del mundo, entre ellas la nuestra.


En, fin. Como se observa, son ideas que en estos tiempos se constituyen en base de una sociedad que pretende ser respetuosa de las diferencias individuales, como las de pensamiento, ideología, credo, orientación sexual y demás.


 

Ética del deber

Kant propone —como su pensamiento vive, hablemos en presente— que en el proceso de acercamiento de los individuos al mundo, es decir, de conocerlo, estos emiten juicios sintéticos a priori y juicios fácticos o empíricos. Los primeros son subjetivos y se consiguen por medio de la sensibilidad. Sugiere pasar a otro nivel: el de experimentar, por medio de los sentidos, para obtener una información menos discutible.


En cuanto a la moral, establece pautas de comportamiento para relacionarnos entre los humanos y con la Naturaleza. Expone un principio categórico de universalidad: para que una acción pueda aplicarse, debe funcionar con todas las personas por igual. Si favorece a unas y a otras no, es inaplicable. Cada uno debe actuar pensando que su comportamiento pueda convertirse en una ley moral. Es decir, estar convencido de no hacer algo en detrimento de otros, sino en favor de ellos y de la especie. Que no podemos hacer de los otros un medio para conseguir resultados. En otras palabras, no usar a nadie como un instrumento para conseguir objetivos personales. Recomienda que en nuestras acciones siempre haya buena voluntad y tengamos sentido de la responsabilidad. Porque cada acción que ejercemos y cada decisión que tomamos, simples o complejas, tienen consecuencias. Señala que un deber perfecto es no mentir, aunque uno crea que una “mentirita piadosa” o una verdad tergiversada cause menos daños que una verdad.


En su libro Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres se lee:


“Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad. El entendimiento, el gracejo, el Juicio, o como quieran llamarse los talentos del espíritu; el valor, la decisión, la perseverancia en los propósitos, como cualidades del temperamento, son, sin duda, en muchos respectos, buenos y deseables; pero también pueden llegar a ser extraordinariamente malos y dañinos si la voluntad que ha de hacer uso de estos dones de la naturaleza, y cuya peculiar constitución se llama por eso carácter, no es buena. Lo mismo sucede con los dones de la fortuna. El poder, la riqueza, la honra, la salud misma y la completa satisfacción y el contento del propio estado, bajo el nombre de felicidad, dan valor, y tras él, a veces arrogancia, si no existe una buena voluntad que rectifique y acomode a un fin universal el influjo de esa felicidad y  con él el principio todo de la acción; sin contar con que un espectador razonable e imparcial, al contemplar las ininterrumpidas bienandanzas de un ser que no ostenta el menor rasgo de una voluntad pura y buena, no podrá nunca tener satisfacción, y así parece constituir la buena voluntad la indispensable condición que nos hace dignos de ser felices”.

 


Relativas pero útiles

Las ideas kantianas sirvieron, en su momento, para defenderse del despotismo y el autoritarismo que hacían indignas las relaciones entre el Estado y las personas, y también entre estas, ya que algunas establecían vínculos desequilibrados. Los pensamientos del filósofo constituyeron una invitación a que los individuos se atrevieran a pensar y a decidir por sí mismos. Con autonomía, pero con responsabilidad.


Si bien, al leer estas propuestas kantianas, parece que hablara para una sociedad de ángeles, de ellas se pueden tomar pautas para convivir dignamente. Para actuar en el mundo sin pisotear a los otros por ser diferentes y sin que los otros consideren que pueden ultrajarnos. En la historia del desarrollo de las ideas, sin duda, es un avance grandioso el pensar por uno mismo y tener autonomía. Sin olvidar la propuesta kantiana —que después retomarían algunas corrientes filosóficas, rechazarían otras y tratarían de fusionar las demás— de que esa autonomía de pensamiento y esa libertad de elección deben ir acompañadas de responsabilidad. Porque los actos de los individuos tienen efectos. Y del mismo modo en que un sujeto se beneficia de los derechos de pensar, expresar sus ideas y elegir, debe hacerse cargo de las consecuencias. En ese sentido, es superar la infancia como dice Kant, dejar de ser el niño que hace y deshace, mientras sus padres van detrás limpiando la suciedad que deja, reparando los daños y compensando a los demás por los perjuicios del crío —o retándolos para no resarcirlos—.

 

Por supuesto, en trescientos años, otras ideas han entrado en juego. Una de estas es que la razón no es el principal motor del conocimiento ni tan infalible; otra, que la sensibilidad no es tan poca cosa como Kant y los de la ilustración creían: es tan válida como aquella; una tercera es la puesta en duda de la existencia de la libertad y, en ella, del libre albedrío. A propósito de esta última, veamos el cuestionamiento que hace, no un filósofo, sino un escritor, Somerset Maugham a las ideas kantianas. En su novela Servidumbre humana, el francés presenta entre sus tesis que no siempre es posible aplicar el principio universal de Kant. Porque a veces los comportamientos humanos no obedecen a la voluntad. Mejor dicho, no son libres. Hay numerosos factores psicológicos, familiares, sociales que impiden serlo. A veces uno llega a convencerse de que la tan cacareada libertad no pasa de la posibilidad de elegir entre té o café para beber a mitad de la tarde, o esa otra, también difícil, de escoger entre salsa de chocolate, leche condensada o nada como aderezo del helado.


En la obra mencionada, Philip Carey, el personaje central, es un sujeto que siempre ha carecido de cariño o ha contado con afectos prestados. Huérfano desde muy niño y discriminado por una anomalía en una de sus extremidades, es dueño de un notorio complejo de inferioridad y sus vínculos con los demás no son equilibrados. En algún momento, se humilla ante la mujer que ama, digamos, con un amor enfermizo. Ella se burla, lo ofende y explota espiritual y materialmente. Menos que un alfil, es un peón que satisface sus caprichos y veleidades. Entiende que esa relación atenta contra su dignidad. “Todo su ser era arrastrado por una corriente irresistible. Esta no tenía nada que ver con la razón, la cual se limitaba a indicarle los medios de realizar los deseos de su alma”. Philip se promete reiteradamente romper con ella, pero no puede. Sobre el particular habla con Macalister, un amigo, quien le recuerda el imperativo categórico.


“—Obre de modo que cada acción que lleve a cabo pueda convertirse en regla universal para todos los hombres.


—Me parece una estupidez.


—Obra usted muy a la ligera tratando de ese modo un principio establecido por Manuel Kant.


—¿Por qué? Reverenciar lo que dicen otros es una cualidad destructiva. Hay demasiado respeto en el mundo. Kant pensaba ciertas cosas, no porque fuera verdad, sino porque era Kant.


—Entonces, ¿qué objeción hace usted al imperativo categórico? —Hablaba como si estuviera en juego el destino del Imperio—. Eso supone que puede elegirse el propio destino con un poco de voluntad. Y que la razón es la guía más segura.


—¿Por qué el dictamen de la razón ha de ser mejor que el de la pasión? Son distintos; eso es todo.


—Entonces usted es el esclavo satisfecho de su pasión.


—Soy esclavo porque no puedo menos de serlo —repuso riendo Philip—, pero sin que ello me alegre.”

 

En efecto, las tesis kantianas son relativas y discutibles, como las de cualquier filósofo. ¿Cuál no tiene fisuras? ¿Cuál es absolutamente blindada o perfecta? Sin embargo, aportan pautas útiles para relaciones equitativas y en las que esté presente el respeto por las diferencias, de modo que bien vale la pena considerarlas.


3 comentarios:

  1. ¡Estupendo, John!. Hay que reconstruir el espejo social. Leyéndote iban floreciendo mis sensaciones de contento que tu columna me suscitaban por tu manera limpia y simple de decir las cosas. Un abrazo, Santy Martínez

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  2. Como estudié con salesianos me hicieron leer a Kant para justificar no se cual teoría sobre el libre albedrío que Don Bosco tendría.No entendí un carajos pero cuando me tocó buscar soporte en Kant siendo estudiante de poesia con el húngaro Newbauer para poder comprender a Shiley,me encontré con el fenómeno de un hombre justo en un momento tan difícil para serlo como fue hace 300 años.La lectura de este didáctico ensayo me permite poderlo decir ya cerca de ser octogenario.

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  3. Muy buena columna profesor John. La ideas kantianas tan actuales y tan necesarias de ser conocidas y reconocidas por estados y sociedades.

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