sábado, 23 de noviembre de 2024

La dicha de releer

 (Columna Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 18 al 24 de noviembre de 2024)

 

 

Leer es una alegría de espíritus afortunados; releer, el gozo de unos cuantos que, pertenecientes al grupo anterior, hallan una forma elevada de deleite. Leer más de una vez no resulta atractivo para quienes van detrás de la novedad. Dicen: “con tantos textos por leer, no hay tiempo de repetir lecturas”. Quienes lo hacen no retoman una obra cualquiera; la relectura es premio reservado para creaciones que uno considera refinadas.


En 1978, Jorge Luis Borges dijo en la Universidad de Belgrano: “He tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer, se necesita haber leído.”


Más que un objeto, el libro es un ente de relaciones. Establece diálogos con el lector. Cada que lo revisita, este acude con nuevas lecturas, ideas y experiencias. Por tanto, la conversación es distinta. Así como las visitas reiteradas a una casa nos aumentan la familiaridad, como para dejarnos reacomodar los muebles a nuestro gusto y hurgar cajones que antes no abrimos, tras la relectura, el gozo y el aprendizaje crecen.


Se suelen retomar las obras clásicas, el Quijote, la Biblia, los poemas inmortales… Por mi parte, releo las de Fernando González, Cien años de soledad, cuentos de Poe, Cóndores no entierran todos los días, el Antiguo Testamento, los poemas homéricos, las fábulas de Esopo, la Divina Comedia, Las mil y una noches, Gargantúa y Pantagruel, la obra poética de Pessoa, entre otras, bien para comentarlas en una charla o columna, bien por regocijo solamente. Y siento que este acto eterniza la dicha de leer.

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