(Columna
publicada en la revista Generación del diario El Colombiano el 26 de noviembre de 2024)
https://www.elcolombiano.com/generacion/criticos/la-biblioteca-FM25928386
Si el libro tiene su fiesta en abril, la biblioteca tiene la suya en octubre.
Más que depósitos de libros, son espacios para mover el conocimiento, la
reflexión y la creatividad.
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| Biblioteca de Belén Aguas Frías. Foto: Esnéyder Gutiérrez, periódico El Colombiano. |
Según
la definición etimológica, biblioteca
es el lugar donde se guardan los libros. Bien sean plantillas de madera o
cerámica, rollos de papiro de la antigüedad, los manuscritos con tinta y papel
antes del surgimiento de la imprenta, los volúmenes impresos o los libros
digitales de hoy, que interactúan con las formas anteriores. O sea que puede
ser un lugar físico o virtual. La fiesta internacional de la Biblioteca se
celebró hace un mes, el 24 de octubre.
A
lo largo del tiempo, el paisaje de la biblioteca ha cambiado y, por tanto, la
sensación estética de quienes habitan su interior. Distinta tenía que ser la que
experimentaban, hace cientos de años, quienes acudían a esas especies de
templos penumbrosos que almacenaban materiales enrollados; a la de los
estudiosos de épocas más recientes, encerrados en recintos apenas más
iluminados, que albergaban cerros de volúmenes escritos a mano por copistas profesionales;
a la de los lectores de hace menos de quinientos años, que buscaban la luz en los
anaqueles colmados de libros impresos, dispuestos uno al lado del otro y
dejando ver sus lomos, y, claro, a la que viven los académicos de ahora cuando ingresan
a locales traslúcidos o penetran virtualmente a las bibliotecas digitales.
Sobre las dimensiones
A
mi modo de percibir, este concepto, el de biblioteca, tiene al menos dos
dimensiones: una ideal y la otra, práctica. Aquella lo hace entender como el
lugar ilusorio donde se almacena y comparten los frutos del pensamiento, el
conocimiento y la imaginación. Y práctica, porque resulta más manejable
administrar esos frutos desde un espacio definido —sea físico o virtual—. Más
que una idea romántica es funcional.
Y
claro, hay una carga simbólica grande en la biblioteca como concepto y como
institución. Tiene un principio noble, porque reúne los más altos logros de
pensamiento, la imaginación y el saber. Lo que la especie ha hecho gracias a su
pulsión erótica, es decir, al impuso creativo, está reunido en la biblioteca.
Es una construcción del colectivo y de los individuos por aparte. Se torna en
un sitio casi sagrado de la especie humana. Sagrado en varias acepciones del
término: que rinde culto a una divinidad y esta divinidad bien puede ser la
Sabiduría, entendida en términos de Santo Tomás de Aquino, quien la consideraba
“el conocimiento cierto de las causas más
profundas de todo”, y también en el
sentido de que esas construcciones espirituales de los humanos merecen una
veneración y respeto, no en una relación pasiva, sino, por el contrario,
leyéndolos, revisándolos, enriqueciéndolos, modificándolos y hasta
reevaluándolos. Por eso, la biblioteca de los mafiosos y de los fatuos en
general, esas que les arma el decorador, comprando libros para adornar
espacios, pero que nadie leerá jamás, es una biblioteca en el sentido material
del concepto, pero no en el sentido simbólico. No hay veneración ni respeto por
la Sabiduría, porque esta llega a ese espacio para permanecer estática, para
morir, y nadie la cuestiona, reevalúa, critica, reafirma, contradice o
enriquece. Importante reiterar esta noción: la veneración y el respeto a la
sabiduría solo se dan si se pone en movimiento.
Porque
los conocimientos y las ideas no son estáticos. Cambian con el tiempo. Por
ejemplo, pensemos en la idea de la Tierra plana. Hoy —aunque existen todavía grupos
de terraplanistas que defienden esta ida— nos parece absurdo, casi risible
suponer que el planeta sea plano. En la antigüedad se creía que era plana y
tenía un domo que la protegía. Pero, ustedes saben, no se trataba de una idea
caprichosa. Era el resultado de la experimentación, como todos los hallazgos
científicos. Los estudiosos disponían de evidencias para asegurar que la Tierra
tenía una superficie plana y no podían afirmar otra cosa. En la época clásica,
es decir, cuando florecieron las civilizaciones griega y latina, entre los
siglos V a.C. y II d.C., tras la revisión de tales ideas, las experimentaciones
arrojaron otras evidencias para entender que la Tierra no era plana, sino
esférica. Y hace unos cuantos años, con el comienzo de los vuelos espaciales,
ya los científicos se dieron cuenta de que no es precisamente esférica, sino
casi esférica, porque presenta achatamiento en los polos. Quién sabe qué dirán
dentro de un tiempo acerca de la forma de la Tierra. Así, las ideas cambian. Y
todas ellas van a la biblioteca para su continua revisión.
Destruir el templo
Por
eso también tiene tanta carga simbólica negativa la destrucción de bibliotecas
y centros de conocimientos. Esa destrucción, producto del fanatismo religioso,
ideológico, político o de cualquier clase, para evitar que ciertas ideas se
divulguen, o resultado de conflictos bélicos, son crímenes contra la humanidad,
sin importar el número de documentos que albergue. Porque cada idea que llega a
consignarse en un libro, demora años, a veces siglos, en madurar. Y si la
refutan, no deja de ser importante, porque sigue ahí como evidencia de que el
pensamiento no se detiene. En la destrucción de Nínive por Asurbanipal, narrada
en la Epopeya de Gilgamesh,
desaparecieron muchos documentos de arcilla.
La
Biblioteca de Alejandría tuvo la mayor cantidad de papiros que pudiera
pensarse, para reunir conocimientos, creaciones y reflexiones de la época
clásica. Fue incendiada por Julio César, dicen que accidentalmente, en el año
48 a.C.
En
América, los conquistadores españoles y los misioneros que los acompañaron
destruyeron códices, museos, templos y bibliotecas, para imponer el pensamiento
europeo. Destruyeron impresionantes cálculos astronómicos, geográficos,
biológicos, filosóficos, religiosos.
Ahora,
en época más reciente, durante las guerras del Golfo Pérsico, los ataques de
Estados Unidos y los aliados destruyeron más de un millón de libros. En Siria,
la guerra ha acabado con bibliotecas y museos.
Más
que un receptáculo de obras, todas ellas han sido centros de actividad
intelectual. Porque el tesoro que han guardado las bibliotecas de todos los
tiempos es un imán que atrae a las mentes inquietas.
Las
creaciones, reflexiones e investigaciones consignadas en los libros, son
resultado de lo mejor del espíritu humano, contrarias a las acciones tanáticas,
de destrucción y muerte. Por eso construirlas es una acción loable y
destruirlas, una acción criminal.
De
modo que la biblioteca, además de sus funciones prácticas de tener, mantener y
poner en movimiento el mundo de las ideas, también tiene un gran peso simbólico
que tal vez sea más fuerte.
Perspectiva personal
La
primera biblioteca pública que visité, de niño, fue la José Félix de Restrepo,
de Envigado. Allí me divertía leyendo cuentos.
Debo
decir que mi primer negocio dependía de las bibliotecas en gran medida, en
especial, de la Piloto. Consistía en leer libros para otros. Comenzó cuando
algunos holgazanes del colegio me pedían que les contara de qué iba una obra
literaria, novela o cuento, que debíamos leer, y se las contaba de manera tan
pormenorizada, que no terminábamos en menos de dos o tres horas. Entonces,
optaron por pagarme, más bien, para que les hiciera el trabajo y les contara someramente
el relato. Ante la extrañeza del barrio, a mi casa llegaban elegantes autos de
familias de colegios prestigiosos, con padres e hijos para contratarme la
lectura de un libro. Y así fui leyendo más volúmenes de los que me ponían en el
colegio y de los que yo mismo iba consiguiendo por gusto propio o influencias
ajenas. Carrasquilla, Díaz Castro, Isaacs, Rulfo, Quiroga, Domingo Faustino
Sarmiento, Amado… Y mi biblioteca iba creciendo.
Pasaba
las horas en la biblioteca, en la pública o en la mía. Descubrí que, en ella,
todos los roles son apasionantes y decisivos. El de autor, lector, promotor de
lectura, organizador o administrador de los materiales… Porque contribuyen a
mantener viva la esencia del centro, en los ámbitos material y simbólico.
Un libro es de uno y de muchos. Los documentos dan que pensar, hablar y escribir. Por eso, puede decirse que las bibliotecas son los lugares donde se agita el mundo.

Genial concepción de la biblioteca!
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