(Columna Río de Letras publicada en diario ADN, semana del 28 de octubre al 3 de noviembre de 2024)
A muchos asuntan los muertos, la muerte, los cementerios, los epitafios y los fantasmas. Hay quienes temen al menos a una o dos de estas cosas. Hay personas que evitan pasar por donde hay un muerto, por un cementerio o por donde dicen que espantan. Estos miedos se agrupan en la tanatofobia.
De esa lista macabra, asustan
más los fantasmas. ¿Será porque se ven mover y se les oye hacer ruidos, como si
tuvieran vida? Sé de alguien a quien se le apareció la abuela muerta. Intentó
no tener miedo. La recorrió con la vista de arriba abajo… hasta que llegó al
suelo y… ¡no tenía pies!
En el Libro I de Samuel,
del Antiguo Testamento, hay un antecedente del género. El rey Saúl hizo llamar
a la bruja de Endor para que hablara con el espíritu de Samuel. “Saúl va a
morir mañana”, profetizó la mujer, repitiendo palabras del muerto.
El
fantasma de Canterville,
de Oscar Wilde, es un cuento célebre del tema. La familia Otis, de Estados
Unidos, se muda al castillo de Canterville, en Inglaterra. Al señor Otis le
advierten sobre la existencia del fantasma de Sir Simon Canterville, espíritu
que vaga en la mansión desde hace 300 años. Él decide no darle importancia
alguna. Leamos un poco:
"Al día siguiente el fantasma se sintió muy débil, muy cansado. Las terribles emociones de las cuatro últimas semanas empezaban a producir su efecto. Tenía el sistema nervioso completamente alterado, y temblaba al más ligero ruido. No salió de su habitación en cinco días, y concluyó por hacer una concesión en lo relativo a la mancha de sangre del parqué de la biblioteca”.
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