viernes, 1 de marzo de 2024

Huir del castillo

(Columna publicada en la revista Generación de El Colombiano el 29 de febrero de 2024)

 

https://www.elcolombiano.com/generacion/etcetera/huir-del-castillo-IP23868642


Hace 750 años murió Tomás de Aquino, uno de los principales pensadores de la Edad Media. Su vida rara y su obra perduran hasta hoy.

 

No es extraño encontrar en los seres de la Edad Media unas vidas de novela fantástica. Si eran santos ermitaños, era posible que un perro, un león o cualquier otro animal amigo se ocuparan de conseguir comida para ambos; si eran gobernantes, no faltaban los que hicieran asesinar a quienes se rieran frente a él. Si eran reyes, se servían de brujas o hechiceros para curar enfermedades, controlar la naturaleza o vencer en las batallas; total, la magia no era considerada un asunto satánico o de ignorantes.


Tentación de Santo Tomás.
Obra de Diego Velázquez (1632).
Museo Diocesano de Arte Sacro,
España.

Ni siquiera un sujeto circunspecto como Tomás de Aquino, que si por él hubiera sido habría pasado desapercibido, se salvó de la excentricidad. Integrante de una familia noble, nació en un castillo; fue secuestrado dos veces por sus familiares para hacerlo desistir de sus propósitos de ser fraile; fue tentado por una mujer desnuda enviada para tal propósito por sus hermanos al torreón donde lo encerraban, pero él, iracundo por única vez en su vida, la asustó blandiendo un carbón encendido y la hizo salir corriendo del lugar; escapó del cautiverio ayudado por su madre, quien al parecer, le abrió una ventana; llegó a ser sabio y prolífico escritor; organizó la doctrina católica en su tratado Suma Teológica; caminó más de 10.000 kilómetros en viajes a pie por Europa, fue profesor en varias universidades; tuvo una visión o una experiencia mística mientras celebraba misa, tras la cual no se interesó por escribir más; estaba listo para asistir al Segundo Concilio de Lyon, invitado por el papa, pero cuando se dirigía hacia allá, se golpeó con una rama baja de un árbol, asunto al que no dio importancia y que terminó por llevarlo a la muerte, si acaso no es cierto lo que otros dicen: que murió envenenado por orden del rey de Sicilia.


Este personaje, dueño de semejante vida intensa, en lo físico y espiritual, murió el 7 de marzo de 1274, es decir, hace siete siglos y medio, cuando tenía cincuenta años, según algunos biógrafos, o cuarenta y ocho, según un biógrafo muy particular, Gilbert Keith Chesterton, el autor inglés de novelas y cuentos policíacos, quien creía que ese personaje medieval, a quien llamaban el Buey Mudo, había nacido en 1226.


 

De burlas a elogios

Tomás de Aquino nació en el castillo de Roca Seca, en la región del Lacio. Su papá era el conde Landolfu de Aquino, partidario del emperador. Su mamá, Teodora de Chieti condesa de Taete. Tuvo seis, nueve u once hermanos. Umberto Eco, otro de quienes lo conocieron de cerca y celebran su aporte a la filosofía, señala de su aspecto físico que era muy gordo. De niño, en la escuela, tomaba notas en silencio y parecía no entender nada; en el convento ocupaba dos sillas a las que previamente habían retirado un brazo para que, juntándolas, pudiera sentarse, y sus condiscípulos se burlaban de él comparándolo con un asno. Pensar que después llegó a ser el profesor más querido por los estudiantes de varias universidades de Italia y Francia, siempre lo rodeaban y buscaban para disfrutar de su sabiduría y sencillez. Cuando murió, en el monasterio de Foasanova, los frailes no consiguieron bajar su cuerpo por las escalas debido al excesivo peso.


Básicamente seguidor de Aristóteles, de su lógica y su metafísica, Suma teológica es la síntesis de la doctrina cristiana; Suma contra gentiles intenta exponer la fe católica, rectificando los errores que expresan los contradictores; Once exposiciones sobre los tratados de Aristóteles muestra la fuente donde bebió el Aquinate.


Dueño de una letra deplorable, así se expresaba el santo:


“Ha de conocerse que algo puede ser aunque no sea y, asimismo, que algo es. Lo que puede ser se dice que está en potencia; lo que ya es, que está en acto. Pero el ser se entiende de dos maneras: como ser esencial o substancial de la cosa; por ejemplo, el ser hombre, que es ser absoluto, y como ser accidental, por ejemplo, el ser hombre blanco, que es ya ser algo”. *


Según Eco, mientras muchos se enredaron al tratar de entender la esencia de las cosas, Tomás la aclaró: “El secreto del ser (…) está en el acto concreto de existir. El existir, el acaecer, no son incidentes que les ocurren a las ideas, que por sí están en el cálido útero de la divinidad lejana”.


En la Suma teológica, Tomás hace un ejercicio exhaustivo para demostrar, con lógica, la existencia de Dios; para explicar si Él es perfecto; para saber si tiene principio y fin... y para aclarar asuntos sobre el gobierno del mundo.


El autor de El nombre de la rosa señala que la mayor desgracia de Tomás no fue ninguna de las mencionadas en ese apretado resumen de rarezas expuesto líneas arriba, incluida la muerte:


“La desgracia que arruina la vida de Tomás de Aquino sobreviene en 1323, dos años después de la muerte de Dante y quizás un poco por culpa suya, es decir, cuando Juan XXII decide convertirlo en santo Tomás de Aquino. Una mala pasada, como recibir el premio Nobel, entrar en la Academia Francesa u obtener el Oscar. Uno se convierte en un cliché, como la Gioconda”. **


El autor de El poeta y los lunáticos, por su parte, valora el espíritu reflexivo de Tomás. Dice: “que quede claro que jamás pensó que con la razón se pudiera comprender todo, sino que todo se comprende con la fe: sólo quiso decir que la fe no estaba en desacuerdo con la razón” ***. El santo sustenta la fe mediante la razón, pero subordina la razón a la fe.


Tanto Chesterton como Eco terminan sus comentarios biográficos trayendo imaginariamente la figura del filósofo al tiempo actual. Eco es claro al decir que tal vez no se dedicaría a escribir una Suma Teológica, sino que se ocuparía de temas de nuestro tiempo, como el marxismo o la física relativista, al existencialismo, a la lógica formal y a la fenomenología. No comentaría a Aristóteles, sino a Marx y a Freud.


Creo que si filósofo estuviera hoy entre nosotros, tal vez no escribiría la Suma teológica, porque en tantos siglos, algo semejante ya tenía que haber sido escrito. Pero no lo imaginaría dedicado a escribir asuntos distintos a la fe. ¡Si en esta nadaba en sus aguas! Siendo un bebé, acostado en su cuna, se aferraba a una estampa de la Virgen María. Al hacerse doctor de la iglesia, se contentó con llamarse Trovador de Dios. No, no. Imposible que se dedicara a otra cosa o a otro tema.

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Notas:

De Aquino, Santo Tomás (1984). De los principios de la Naturaleza. Madrid, R.B.A. Los Grandes Pensadores N° 15, página 27.

 

Chesterton, Gilbert Keith (2006). Santo Tomás de Aquino. Madrid, Homo Legens.

 

Eco, Umberto. Umberto Eco- Elogio de Santo Tomás Tomado de: http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2007/07/eco-umberto-elogio-de-santotoms.html#.U_NlBPl5NqV


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