(Columna
publicada en la revista Generación de El Colombiano el 29 de febrero de 2024)
Hace 750 años murió Tomás de Aquino, uno de los principales pensadores de la Edad Media. Su vida rara y su obra perduran hasta hoy.
No es extraño encontrar en los seres de la Edad Media unas vidas de novela fantástica. Si eran santos ermitaños, era posible que un perro, un león o cualquier otro animal amigo se ocuparan de conseguir comida para ambos; si eran gobernantes, no faltaban los que hicieran asesinar a quienes se rieran frente a él. Si eran reyes, se servían de brujas o hechiceros para curar enfermedades, controlar la naturaleza o vencer en las batallas; total, la magia no era considerada un asunto satánico o de ignorantes.
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Tentación de Santo Tomás. Obra de Diego Velázquez (1632). Museo Diocesano de Arte Sacro, España. |
Ni
siquiera un sujeto circunspecto como Tomás de Aquino, que si por él hubiera
sido habría pasado desapercibido, se salvó de la excentricidad. Integrante de
una familia noble, nació en un castillo; fue secuestrado dos veces por sus
familiares para hacerlo desistir de sus propósitos de ser fraile; fue tentado
por una mujer desnuda enviada para tal propósito por sus hermanos al torreón
donde lo encerraban, pero él, iracundo por única vez en su vida, la asustó blandiendo
un carbón encendido y la hizo salir corriendo del lugar; escapó del cautiverio
ayudado por su madre, quien al parecer, le abrió una ventana; llegó a ser sabio
y prolífico escritor; organizó la doctrina católica en su tratado Suma Teológica; caminó más de 10.000
kilómetros en viajes a pie por Europa, fue profesor en varias universidades;
tuvo una visión o una experiencia mística mientras celebraba misa, tras la cual
no se interesó por escribir más; estaba listo para asistir al Segundo Concilio
de Lyon, invitado por el papa, pero cuando se dirigía hacia allá, se golpeó con
una rama baja de un árbol, asunto al que no dio importancia y que terminó por llevarlo
a la muerte, si acaso no es cierto lo que otros dicen: que murió envenenado por
orden del rey de Sicilia.
Este
personaje, dueño de semejante vida intensa, en lo físico y espiritual, murió el
7 de marzo de 1274, es decir, hace siete siglos y medio, cuando tenía cincuenta
años, según algunos biógrafos, o cuarenta y ocho, según un biógrafo muy
particular, Gilbert Keith Chesterton, el autor inglés de novelas y cuentos
policíacos, quien creía que ese personaje medieval, a quien llamaban el Buey
Mudo, había nacido en 1226.
De burlas a elogios
Tomás
de Aquino nació en el castillo de Roca Seca, en la región del Lacio. Su papá
era el conde Landolfu de Aquino, partidario del emperador. Su mamá, Teodora de
Chieti condesa de Taete. Tuvo seis, nueve u once hermanos. Umberto Eco, otro de
quienes lo conocieron de cerca y celebran su aporte a la filosofía, señala de
su aspecto físico que era muy gordo. De niño, en la escuela, tomaba notas en
silencio y parecía no entender nada; en el convento ocupaba dos sillas a las
que previamente habían retirado un brazo para que, juntándolas, pudiera
sentarse, y sus condiscípulos se burlaban de él comparándolo con un asno.
Pensar que después llegó a ser el profesor más querido por los estudiantes de
varias universidades de Italia y Francia, siempre lo rodeaban y buscaban para
disfrutar de su sabiduría y sencillez. Cuando murió, en el monasterio de
Foasanova, los frailes no consiguieron bajar su cuerpo por las escalas debido
al excesivo peso.
Básicamente
seguidor de Aristóteles, de su lógica y su metafísica, Suma teológica es la síntesis de la doctrina cristiana; Suma contra gentiles intenta exponer la
fe católica, rectificando los errores que expresan los contradictores; Once exposiciones sobre los tratados de
Aristóteles muestra la fuente donde bebió el Aquinate.
Dueño
de una letra deplorable, así se expresaba el santo:
“Ha
de conocerse que algo puede ser aunque no sea y, asimismo, que algo es. Lo que
puede ser se dice que está en potencia; lo que ya es, que está en acto. Pero el
ser se entiende de dos maneras: como ser esencial o substancial de la cosa; por
ejemplo, el ser hombre, que es ser absoluto, y como ser accidental, por
ejemplo, el ser hombre blanco, que es ya ser algo”. *
Según
Eco, mientras muchos se enredaron al tratar de entender la esencia de las cosas,
Tomás la aclaró: “El secreto del ser (…) está en el acto concreto de existir.
El existir, el acaecer, no son incidentes que les ocurren a las ideas, que por
sí están en el cálido útero de la divinidad lejana”.
En la Suma teológica,
Tomás hace un ejercicio exhaustivo para demostrar, con lógica, la existencia de
Dios; para explicar si Él es perfecto; para saber si tiene principio y fin... y
para aclarar asuntos sobre el gobierno del mundo.
El
autor de El nombre de la rosa señala
que la mayor desgracia de Tomás no fue ninguna de las mencionadas en ese
apretado resumen de rarezas expuesto líneas arriba, incluida la muerte:
“La
desgracia que arruina la vida de Tomás de Aquino sobreviene en 1323, dos años
después de la muerte de Dante y quizás un poco por culpa suya, es decir, cuando
Juan XXII decide convertirlo en santo Tomás de Aquino. Una mala pasada, como
recibir el premio Nobel, entrar en la Academia Francesa u obtener el Oscar. Uno
se convierte en un cliché, como la Gioconda”. **
El
autor de El poeta y los lunáticos,
por su parte, valora el espíritu reflexivo de Tomás. Dice: “que quede claro que
jamás pensó que con la razón se pudiera comprender todo, sino que todo se
comprende con la fe: sólo quiso decir que la fe no estaba en desacuerdo con la
razón” ***. El santo sustenta la fe mediante
la razón, pero subordina la razón a la fe.
Tanto
Chesterton como Eco terminan sus comentarios biográficos trayendo
imaginariamente la figura del filósofo al tiempo actual. Eco es claro al decir
que tal vez no se dedicaría a escribir una Suma
Teológica, sino que se ocuparía de temas de nuestro tiempo, como el
marxismo o la física relativista, al existencialismo, a la lógica formal y a la
fenomenología. No comentaría a Aristóteles, sino a Marx y a Freud.
Creo
que si filósofo estuviera hoy entre nosotros, tal vez no escribiría la Suma teológica, porque en tantos siglos,
algo semejante ya tenía que haber sido escrito. Pero no lo imaginaría dedicado
a escribir asuntos distintos a la fe. ¡Si en esta nadaba en sus aguas! Siendo
un bebé, acostado en su cuna, se aferraba a una estampa de la Virgen María. Al
hacerse doctor de la iglesia, se contentó con llamarse Trovador de Dios. No,
no. Imposible que se dedicara a otra cosa o a otro tema.
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Notas:
De
Aquino, Santo Tomás (1984). De los
principios de la Naturaleza. Madrid, R.B.A. Los Grandes Pensadores N° 15,
página 27.
Chesterton,
Gilbert Keith (2006). Santo Tomás de
Aquino. Madrid, Homo Legens.
Eco,
Umberto. Umberto Eco- Elogio de Santo
Tomás Tomado de:
http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2007/07/eco-umberto-elogio-de-santotoms.html#.U_NlBPl5NqV
Home John, gracias por elogiar a mi santo patrón.
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