(Columna
publicada en la revista Generación de El Colombiano, semana del 4 al 10 de marzo de 2024)
https://www.elcolombiano.com/generacion/etcetera/creadoras-OK23929034
El Día de la Mujer Trabajadora, que conmemora las luchas de
las mujeres por participar en los asuntos públicos y ser tratadas en iguales
condiciones a los hombres, también convoca a celebrar la creación artística, a
veces silenciosa, de escritoras y poetas.
¿Por
qué será que la sociedad de consumo, a estas alturas de la existencia,
continúe, como en tiempos pasados, tratando de insinuar que el Día de la Mujer
es una celebración de rositas y caramelos? Es una conmemoración de gestas y
conquistas en un mundo inequitativo. Pero, bueno, uno sí tiene la respuesta:
porque el consumismo, todo lo frivoliza. Despoja de su esencia los hechos, los
sentimientos, las creaciones humanas, para que no quede sino la cáscara vana.
En este caso, el regalo, la ramplonería, lo que se puede vender y comprar, pero
jamás ilumina a los ciudadanos a celebrar la existencia de los seres o halagar
la inteligencia.
Sabemos
que lo que intenta salvar del olvido esta fecha, el 8 de marzo, es el Día de la
Mujer Trabajadora. Conmemora las luchas de las mujeres por participar en la
sociedad, ser valoradas como seres humanos y tratadas en condiciones de
igualdad con los hombres.
Como
lo que nos convoca es la literatura, hablemos de escritoras y poetas.
Las
escritoras ocultaban hasta principios del siglo XX su condición artística. En
el siglo XIX se contaron por docenas las mujeres que escondieron su identidad
tras un nombre masculino. Y todo porque el pensamiento dominante era que las
mujeres nada tenían que hacer en el arte, la literatura, el deporte, la
política, la economía.
Un
caso muy sonado es el de las hermanas Brontë: Charlotte, Emily y Anne. Inglesas
de la época victoriana, es decir, el tiempo en que imperó la reina Victoria en
el Reino Unido: de 1837 a 1901. Este tiempo se caracterizó por la exacerbación
del moralismo y la disciplina. Las mujeres debían permanecer sometidas a
espacios privados y dedicarse en exclusiva al cuidado de hijos y hogares.
Autoras de obras que entraron a la categoría de clásicas de la literatura —Jane Eyre, Cumbres Borrascosas y Agnes
Grey— no pudieron ver sus nombres escritos en las carátulas de sus libros,
sino los seudónimos Currer Bell, Ellis Bell y Acton Bell, respectivamente, con
los cuales al menos mantenían las iniciales de sus nombres originales.
Cuentan
los biógrafos que Charlotte envió un poemario suyo al escritor Robert Southey,
para pedirle opinión sobre su calidad. Este le contestó, entre otras cosas, que
“la literatura no puede ser asunto de la vida de una mujer”.
La
francesa Amantine Aurore Dupin, la de Indiana
y Lelia, aparecía como George Sand;
la española Matilde Rafaela Cherner, la de Ocaso
y aurora, una novela de tintes políticos sobre la época de Carlos II el
Hechizado, como Rafael Luna; la inglesa Mary Anne Evans, la de El hermano Jacob y El molino junto al Floss, como George Eliot; la estadounidense
Luisa Mary Alcott, la de Mujercitas,
firmó todas las obras anteriores a esta como A.M. Barnar, pero luchó por poner
su nombre en la que sería su obra más conocida y lo consiguió; la escritora y
periodista francesa, Colette, la de las novelas Claudine y Gigi, fue
suplantada por el esposo, Henry Gautier-Villars “Willy”…
Isabel Carrasquilla. Foto: Melitón Rodríguez Archivo Biblioteca Pública Piloto |
En
nuestro medio, los ejemplos brotan. Isabel
Bunch de Cortés, de Cundinamarca,
fue poeta, escritora y
traductora, firmaba como Belisa. La antioqueña Isabel Carrasquilla
también fue sujeto de discriminación. Su talento encontró barreras en la
mentalidad de sus contemporáneos. Incluso Tomás, su hermano escritor, le decía
algo semejante a lo que Robert Southey le manifestó a Charlotte Brontë: “la
literatura no es cosa de mujeres”. Se oponía a que la ejerciera. Apenas si la
aceptaba en tertulias y compartía sus “chifladuras” por el teatro. A pesar de
que el autor de Grandeza la llamaba
“lumbrera querida”, con lo cual reconocía su capacidad. Con la firma Equis,
escribió comedias, coplas, memorias y literatura de viajes. Para apreciar su
estilo, leamos un fragmento de Impresiones
de viaje escritas por una abuela para sus nietos:
“El
mismo día por la tarde, dejamos las costas de Colombia y el barco tomó rumbo
hacia Cristóbal. Esta travesía es monótona. Cuando se está en altamar se siente
admiración con mezcla de tristeza; será porque se medita en la pequeñez de la
nave y en la profundidad del mar y del cielo. Al fin, en la noche del segundo
día, las luces del faro nos indicaron la proximidad de la costa. Colón es hoy
una ciudad, aunque no muy grande, semejante a los puertos de mar de todos los
países: mucho movimiento, mucho comercio, enormes bodegas, pero no tiene nada
característico que la distinga. Fuimos a conocer la antigua brecha que abrieron
los franceses cuando pretendieron romper el canal, y que culminó con el
escándalo mundial que ha hecho época”.
Así,
pues, ha sido por la perseverancia de luchadoras en todos los tiempos que las
mujeres han conquistado espacios. Pensar que el camino ha sido de rosas y
caramelos es trivializar lo complejo. Vivir esta fecha desde la frivolidad es
una forma de celebración que discrimina.
Maravillosa reflexión de una fecha que no celebra, conmemora. Estoy de acuerdo en que darle un manejo tan frívolo: discrimina.
ResponderBorrarHola buenas tardes , estoy realizando unos conversatorios virtuales los jueves a las 8 pm . el 18 de abril tendremos el de Gabo y en agosto nos vemos. Me gustaria invitarlo. ws 3167397176 gracias de antemano
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