jueves, 21 de marzo de 2024

Historias de cruz y ficción

(Columna publicada en la revista Generación de El Colombiano el 20 de marzo de 2024)

 

https://www.elcolombiano.com/generacion/etcetera/historias-de-cruz-y-ficcion-OD24057922


Creemos conocer los relatos del sufrimiento y la muerte de Jesucristo solo por oír la repetición de fragmentos de año en año. Un gusto diferente se obtiene al leerlos completos y directamente, así como ensayos y novelas escritos en torno a esos hechos.

 


Como en Semana Santa tenemos unos cuantos días para vivir sin prisa, el plan divino está en la lectura. En especial, la de textos que van en consonancia con los temas de los rituales que muchos católicos representan durante esos ocho días. No solo están llamados al disfrute de cuentos, novelas, ensayos y poesía sobre tales asuntos quienes profesan esta religión; también los de otras, los  escépticos y los ateos. Porque el arte, y en este la literatura, da cuenta de cómo resuelve sus inquietudes espirituales un grupo humano desde su imaginación y reflexión. Las obras de calidad no hacen distinciones. Por eso leemos con deleite libros místicos de la India, Egipto, la civilización Maya, el pueblo Kogi, sin pensar si creemos o profesamos alguna de estas filosofías.


El libro más apropiado para la Semana Santa es, por supuesto, la Biblia, todo un volumen de aventuras físicas y espirituales. En el libro de los libros está todo. Guerras, traiciones, huidas, alianzas entre pueblos, persecuciones a individuos por pensar diferente, actitudes pacifistas... Y también antecedentes de los géneros literarios: el cuento, la novela y la poesía en general; los relatos de aventuras, de viajes, detectivescos y negros; la poesía amorosa, mística y épica; las crónicas, las meditaciones, la ciencia ficción…


Sin embargo, la intensa vida del personaje central de los días santos, Jesucristo, está narrada parcialmente en la segunda parte de la Biblia, el Nuevo Testamento, conjunto de historias que transcurren en el siglo I. Por considerarlo obvio o repetido, y pensar que lo sabemos de memoria, ¿cuántos de nosotros nos perdemos de leer directamente el evangelio de San Juan y nos atenemos a lo que repiten sacerdotes que limitan los pasajes que se deben exponer?  El autor que firma como San Juan es, además, un personaje secundario de primer orden. Es uno de los discípulos de Jesucristo y, a diferencia de los otros que ostentan esta categoría, lo acompaña incluso en las últimas horas de vida. Narra con detalle la desgracia de su maestro: el acoso ejercido por representantes del imperio Romano; la prisión; el juicio liderado por Poncio Pilatos, prefecto de la provincia de Judea; la crucifixión; el sufrimiento; la agonía sucedida en una tarde ardiente, y el fallecimiento en medio de otros condenados a muerte en cruz, pues la crucifixión era una sentencia común en aquel tiempo.


Bajo el subtítulo “Muerte de Jesús”, San Juan relata:


«Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice:


“Tengo sed”.


Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza entregó su espíritu». (1)


Por supuesto, cuenta además el prodigio más grande protagonizado por Jesús, superior a los milagros, como corresponde a un personaje de apariencia humana, pero de naturaleza divina: la resurrección. Esta ocurrió tres días después de haber sido sepultado en un sepulcro propiedad de un tal José de Arimatea, quien, por cierto, llegaría a ser figura fundamental en la literatura medieval ocupada en el asunto de la recuperación del Santo Grial, como Perceval y la leyenda del Grial, una novela de caballerías de Chrétien de Troyes, del siglo XII.

 


Lo oculto y lo revelado

Como en el Nuevo Testamento no aparecen datos de la vida de Jesucristo entre la adolescencia y los treinta años, para eso están los Evangelios Apócrifos, escritos en los primeros siglos de la cristiandad por diversos autores, y Vida de Jesús, una biografía compuesta por el historiador francés Ernest Renan en el siglo XIX.


Los Evangelios apócrifos, firmados con nombres de personajes cercanos a Jesucristo, como María Magdalena, Pedro, Felipe, Nicodemo, Santiago, Tomás, José el carpintero, entre otros, no fueron incluidos en la Biblia oficial de los católicos romanos, anglicanos y ortodoxos, ni por las de las iglesias protestantes, porque los teólogos los han considerado imprecisos. En ellos, Jesús realiza milagros más extraordinarios que los mencionados en los Evangelios aceptados. Relatan aspectos poco tratados en el libro sagrado, como la infancia y juventud del Mesías, a cargo de Santo Tomás. El capítulo V del Evangelio de San Pedro, subtitulado “Últimos momentos de Jesús”, dice:


«1. Y era mediodía, y las tinieblas se apoderaron de toda Judea, y ellos estaban turbados, y se preguntaban con inquietud si el sol se habría ocultado ya, considerando que él vivía aún, y que está escrito para ellos que el sol no debe ocultarse sobre un hombre puesto en suplicio mortal.


2. Y uno de ellos dijo: Dadle a beber hiel con vinagre. Y, habiendo hecho la mezcla, se la dieron a beber.


3. Y consumaron todas las cosas, y acumularon sobre sus cabezas sus pecados.


4. Muchos circulaban con lámparas encendidas, pensando que era ya de noche, y se ponían a la mesa.


5. Y el Señor clamó, diciendo: Mi potencia, mi potencia, me has abandonado. Y pronunciadas estas palabras perdió la vida.


6. Y, en aquella misma hora, el velo del templo de Jerusalén se rompió en dos”. (2)


Por su parte, Ernest Renan intenta someter la religión cristiana a lo que supone un análisis imparcial, científico y objetivo. En su ensayo, que se lee con la avidez con la que se sigue una novela, cuenta la historia de Jesucristo como figura histórica, despojándolo del mito. Entendió que entre los contemporáneos de Jesús, “para determinar si una misión era sobrenatural solo existían dos formas de prueba: los milagros y el cumplimiento de las profecías. Jesús y, sobre todo, sus discípulos emplearon estos dos procedimientos de demostración con una absoluta buena fe. Desde hacía mucho tiempo, Jesús estaba convencido de que los profetas habían escrito pensando solo en Él”. (3)


El francés humaniza a Cristo. Cuenta que, días antes de su crucifixión y muerte, “una gran tristeza parece haberse apoderado (…) del espíritu de Jesús, habitualmente tan jovial y tan sereno… Todos los relatos coinciden en atribuirle, antes de su detención, un momento de confusión, una especie de agonía anticipada. Según unos, gritó de improviso: “Mi alma está desconcertada. ¡Padre mío: líbrame de esta hora! Se creía que entonces había escuchado una voz del cielo; otros decían que vino a consolarle un ángel. Según una versión muy extendida, el hecho tuvo lugar en el huerto de Getsemaní. Jesús, según se decía, se alejó de sus discípulos, dormidos, a un tiro de piedra, no conservando con Él más que a Cephas y a los hijos de Zebedeo*. Entonces comenzó a orar, el rostro contra la tierra. Su alma experimentó una tristeza de muerte, una angustia terrible le oprimía; pero su resignación a la voluntad divina venció”. (4)


Saca en limpio la idea de que Jesús nunca trató de hacerse pasar por una encarnación del propio Dios, pero “es el individuo que ha hecho dar a su especie el mayor paso hacia lo divino”, dice en el capítulo XXVIII, dedicado al “carácter esencial de la obra de Jesús”. (5)


Y como voces emergentes del abismo del pasado que llegaran hasta nuestros días, no cesan de encontrarse en yacimientos arqueológicos documentos y textos parecidos a los evangelios, en torno a la figura de Jesús. Entre estos, El evangelio de Judas, publicado en 2006, se basa en papiros hallados a finales del siglo XX. En él, Judas Iscariote no es traidor, sino que permitió la realización del plan divino. Y Jesucristo estuvo siempre enterado de esto.


Fragmentado y con visos de gnosticismo, El evangelio de Judas menciona la existencia de planos espirituales en los cuales habitan seres sobrenaturales que rigen el cosmos.


En una conversación, Jesús le dice:


“Tú serás el decimotercero y serás acusado por el resto de las generaciones, y llegarás a dominar sobre ellos. En los últimos días reprobarán tus ascensiones a la santa generación”. (6)


 

Ficciones contemporáneas

Difícil hallar un personaje en torno al cual se halla pensado, fantaseado, investigado y escrito tanto como sucede con Jesucristo. Los anteriores son algunos ejemplos de relatos pegados a la tradición. Sin embargo, sabemos que a partir de ellos, la imaginación de autores de todos los tiempos ha volado para engrandecer la figura del Hijo del Hombre. Desde la Edad Media hasta el siglo XVIII se presentaban los autos sacramentales en las catedrales. Pedro Calderón de la Barca y Félix Lope de Vega son dos representantes de este género. Después, varias novelas han tomado al personaje y lo han puesto en situaciones diversas. La escritora inglesa Taylor Caldwell ficciona sobre la vida de algunos apóstoles. Entre sus títulos están: El gran león de Dios, que habla de san Pablo; Yo, Judas, de Judas Iscariote, y Médico de cuerpos y almas, de san Lucas. El griego Nikos Kazantzakis escribió Cristo de nuevo crucificado, a mediados del siglo pasado, que se convirtió en un clásico. Los sucesos de esta novela discurren en un pueblo griego llamado Licovrisi, donde año tras año se conmemora la tragedia de Jesús, con personajes de carne y hueso. Implica un mensaje de protesta y defensa de la libertad. La obra no traiciona a los protagonistas ni tergiversa los hechos, y documenta las costumbres de la época. Otra novela del mismo autor es La última tentación de Cristo. Este es un carpintero de Nazaret repudiado por seguir fabricando cruces para los romanos. Oye voces que le dicen que es el elegido. En un momento decisivo, oye la voz de un ángel que le recomienda huir. Lo hace con María Magdalena.

Por eso, con fe, con sed de conocimiento, con espíritu curioso, como sea, es buen momento para que los lectores se dejen arrastrar por los mares desconocidos y tormentosos de los temas santos.

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Notas:

1.     Varios autores (1975). Biblia de Jerusalén. Bilbao, Desclée de Brouwer, página 1538.

2.     Varios autores (1996). Evangelios apócrifos. Buenos Aires, Ediciones C.S. página 321.

3.     Renan, Ernest (2003). Vida de Jesús. Madrid, Editorial Edaf, página 200.

4.     Ibid. Página 261. (*Cephas es Simón Pedro y los hijos de Zebedeo son Juan y Santiago).

5.     Ibid. Página 301.

6.     Iscariote, Judas (2006). El evangelio de Judas. Madrid, Editorial Edaf, página 140.


1 comentario:

  1. Una buena invitación a leer diversos textos, para acercarse a la historia de Jesús desde puntos de vista diferentes.

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