(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 28 de agosto al 2 de septiembre de 2023)
Leer con los ojos es la manera más conocida y
experimentada. Durante milenios se ha demostrado su valor. Es común que quienes
aprendimos a leer con los ojos, creamos que es el acontecimiento más importante
de nuestras vidas, pues de él se derivan muchos otros. También es frecuente
que, entre quienes leemos, hallemos en la lectura una de las mayores fuentes de
placer.
Sin embargo, leer pasando la vista por líneas
escritas en papel o dispositivos digitales no es la única forma de hacerlo. Hay
quienes leen con las manos y, en los últimos años, con los oídos. Los
audiolibros se han convertido en alternativa valiosa.
Numerosos
títulos —la Biblia, Guerra y paz,
Narraciones extraordinarias, El señor de los anillos…— están dispuestos de
forma gratuita en bibliotecas en línea o a la venta en tiendas virtuales. Llegan
a un público que se había privado del deleite. Quienes alegan no tener tiempo
pueden leer con los oídos mientras conducen, hacen ejercicio físico, cocinan o
se echan a descansar. También las personas a las que los ojos les funcionan
poco o nada, puesto que al sistema braille no han traducido tantos libros como
se desearía y encontrar a alguien dispuesto a leerles no es fácil. Según los
científicos, la comprensión es igual si leemos con los ojos o con los oídos.
Como
el audiolibro es joven, falta incluir en el sistema infinidad de títulos, llevar
al sonido ediciones de calidad y acudir a lectores humanos que realicen entonaciones
y pausas adecuadas; no a máquinas lectoras. Por supuesto, se avanza en los tres
aspectos.
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