(Columna RÍO DE LETRAS publicada en ADN, semana del 28 de noviembre al 3 de diciembre de 2022)
Con
voz diáfana en la que viajan ideas de dignidad, equidad y amor, Pablo Milanés ha
hecho soñar a los latinoamericanos con una sociedad en la que es posible
construir relaciones de equidad y libertad.
El
22 de noviembre murió en España este músico cubano exento de vacuidad. No uno
de esos artistas que venden musiquitas pegajosas que la gente repite por moda
unos días y después olvida cuando llegan otras. Uno de los creadores de la Nueva
Trova, se identificó con la revolución de su país, pero también criticó,
cantando o hablando, iniquidades de ese régimen.
En sus letras señaló infamias como la de la toma del poder en Chile, por parte de Pinochet, en un acto de barbarie que terminó con la vida del presidente Salvador Allende y desencadenó la violencia.
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Cantó al amor en canciones como Yolanda o Yo no te pido. Reclamó solidaridad en temas como La vida no vale nada. E incluso le reprochó a la pareja sentimental en Para vivir:
Muchas veces te dije
que, antes de hacerlo, había que pensarlo muy bien.
Que a esta unión de nosotros
le hacía falta carne y deseo también.
En sus obras acogió ritmos caribeños y tradicionales: sones,
boleros, feeling y guaguancó. Además de letras propias, asimiló otras con
sentido, como poemas de Nicolás Guillén o José Martí. Milanés
fue un artista integral, con propuesta política, social y estética, sustentada
en las tradiciones culturales cubanas y latinoamericanas.
Fue junto a Silvio Rodríguez parte de la educación sentimental, la banda sonora, el pensamiento rebelde de la época de universidad.
ResponderBorrarY fue, cómo no, parte de nuestra mejor conciencia que, con sus obvios errores, supo renunciar a tiempo de sus líderes mentirosos. De lado y lado.
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