(Columna
RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 14 al 19 de noviembre de 2022)
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M. Proust, 1895 Imagen de Otto Wegener |
En
El don de las hadas, Marcel Proust
dice: “A nuestra cuna traen las hadas los regalos que endulzarán nuestra vida.
Algunos aprendemos a usarlos bastante deprisa y por nuestra cuenta, parece que
nadie necesita enseñarnos a sufrir”.
Como
un regalo que las hadas hubieran olvidado darnos en la cuna, llegó hace poco el
libro El remitente misterioso y otros
relatos inéditos, (Random House, 2021), en el que se lee aquello. Que cien
años después de la muerte del autor aparezcan escritos inéditos resulta, no
raro, pero sí sorpresivo. Cuentos, los más de ellos fragmentados. Sin embargo,
así como están, consuelan a los seguidores de las palabras luminosas y bien
tejidas del francés.
En el prólogo, Alan Pauls, experto en Proust, cuenta que las nueve “esquirlas proustianas” que componen el volumen fueron escritas a finales del siglo XIX, cuando el narrador era un don nadie, sin nombre, prestigio ni obra que lo respaldara. Como casi todo lo suyo, este libro está hecho de recuerdos, reflexiones y diálogos muertos. E incluye frases, apuntes y acercamientos a las fuentes de su obra cumbre, En busca del tiempo perdido, repletos de comentarios.
Por ejemplo, un borrador de esa página tan conocida sobre “Un hombre que duerme”, de la segunda parte, Por el camino de Swann, antes de la versión definitiva, Proust la tuvo pensada así:
“Un joven que duerme con los brazos extendidos sostiene en un círculo que lo rodea el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Los consulta al despertar, pero sus frágiles hileras pueden romperse; mezclarse”.
¡Qué excelente tu columna!
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