(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 7 al 12 de marzo de 2022)
Mi autora
favorita es Flannery O’Connor. La estadounidense pinta como nadie los ambientes
sureños y, en especial, la carga religiosa que atraviesa las relaciones entre las
personas. Carga que no pocas veces ejerce una influencia de intolerancia y
violencia. “—¡Oh, Señor —rezó—. Aparece y limpia este mundo de las
porquerías!”, clama un personaje suyo.
Otra favorita
es Margarite Yourcenar. A la belga le agradezco haberme presentado a uno de los
personajes más interesantes de la historia y la literatura: el emperador
Adriano. “Una parte de cada vida, y aun de cada vida
insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida,
las fuentes”.
Mi poeta
favorita es Dulce María Loynaz. La cubana es dueña de una sensibilidad sin
igual y un lenguaje pulido, más dulce que su nombre. En una de las Cartas que no se extraviaron, dirigida a
un Gabriel Castaño, advierte: “Si sus escrúpulos dependen de que no le agrada
tratar asuntos monetarios con una dama, permítame enterarle de que en mi
primera encarnación fui hombre: era yo hijo de un cadi de Damasco; todos los
médiums retrospectivos están de acuerdo en eso…”.
En Colombia,
mi favorita es Meyra Delmar. La barranquillera es precisa para nombrar la
ambigüedad del sentimiento.
Otra favorita
es María Mercedes Carranza. La bogotana expresa bien el desasosiego, la
soledad, el hastío.
Otra favorita
es Lucía Estrada. La medellinense habita con sus palabras la sombra, el sueño,
el misterio. Dice: “Por cada mujer de sal,/ otra de agua se yergue”.
Mis otras
favoritas quedan sin nombrar.
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