(Columna publicada en el periódico GENTE, de El Colombiano, el 26 de agosto de 2022)
De pronto me veo
en un bosque. Percibo la furia de dioses y héroes. “Te daré una prueba de la
verdad. ¡Ten cuidado con tus ojos!”, escucho la voz de un semidiós y atestiguo
cómo este, con el rostro de Medusa, convierte el rostro de un rey en roca sin
sangre.
Más tarde, me
meto en el pellejo de un sujeto acorralado por el destino… oficina, matrimonio…
¿Es él o soy yo quien se convierte en delincuente y fugitivo, y sale a buscar
otras tierras y otros aires donde moverse y respirar sea más fácil? Después, acompaño
de buena gana a dos tipos ebrios acusados de intento de homicidio. Al parecer,
intentaron ahogar a la esposa de uno de ellos… No; falsa alarma. Ante el juez y
los jurados aclaran que este iba a venderle al otro a su mujer por un metro
cúbico… La sumergieron en un barril de agua. El líquido desalojado sería la
medida y podrían calcular el costo… En fin… allá ellos. Prosigo. Ingreso a la
vida de una tal Melva Lucy, la veo lavar platos de un restaurante y sufro con
ella por el asesinato de su hermano, víctima de falsos positivos…
Así, en un
solo día, visito Grecia, Alemania, Francia, Colombia; voy de una realidad a
otra, de una época a otra. Viajero del tiempo y el espacio. Compruebo que George
R.R. Martin, autor de Canción de hielo y
fuego (conocida en televisión como Juego de
tronos) tiene razón: “Un lector vive mil
vidas antes de morir. Aquel que
nunca lee vive solo una”.
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