sábado, 6 de agosto de 2022

Carta al papa

(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 5 de agosto) 


No es preciso ser religioso ni historiador para darse cuenta de que la Iglesia Católica ha discriminado a las mujeres. Para saber, no solo que no las tiene en cuenta en su estructura organizativa, ni siquiera como sacerdotisas, sino que ha creado y estimulado un imaginario en el que ellas constituyen símbolos de maldad.


Por eso, hasta entre los no religiosos resuena la carta abierta que le envió la colombiana Carmiña Navia Velasco al papa Francisco a finales de julio. A propósito del viaje del sumo pontífice a Canadá, con el objeto de pedir perdón a integrantes de grupos étnicos por agravios que les cometieron sectores eclesiales, lo cual destaca, considera que las mujeres también deben recibir petición de perdón por parte de la Iglesia.


Brujas quemadas en Derenburg en 1555

Los motivos abundan, dice. “El silenciamiento”, “la falta absoluta de reconocimiento”, “la condena del cuerpo femenino como un camino hacia el pecado”, “la persecución a las brujas y sus asesinatos”, “la marginación y condena” a mujeres “extraordinarias y visionarias”, el no haberles dado jamás “un lugar adecuado en la estructura eclesial” y el negarles “la igualdad plena de derechos y oportunidades”.


La remitente sospecha que un papa, este o algún sucesor, no puede cambiar tal situación. Su poder solo le alcanza para pedir perdón a los maltratados por la Iglesia. Pero esto, sostiene, sería un paso importante en la dirección de los cambios que muchas mujeres sueñan. ¿Pasará algo con este mensaje de náufrago arrojado al agua desde una orilla de las ideas?

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