(Columna RÍO DE LETRAS publicada en diario ADN semana del 1 al 6 de agosto de 2022)
La
amante,
la más reciente novela de Jairo Osorio, es una suerte de bolero. Habla del
desamor a partir de un fuerte amor. El narrador abre su corazón a alguien
cercano que parece oírle o a un lector atento. Revela su experiencia en una
relación amorosa no convencional, subversiva de lo comúnmente aceptado, por
ocurrir entre una mujer casada y un hombre solitario, y porque este vínculo
clandestino no los hacía exclusivos entre sí, sino libres de otros amores y
goces.
En literatura, no es
nuevo el tema de los seres que se aman en la clandestinidad. Ana Karenina, de
Tolstoi, es una de las amantes más célebres… Ginebra, la reina de un Camelot
decadente, le es infiel al rey Arturo con Lancelot, un caballero de la Mesa Redonda…
Y todas esas historias —incluida la de Osorio— cuentan dificultades. Total, no
es fácil ser amante furtivo. Pero tal vez en ninguna de las precedentes a la de
nuestro autor, los amantes tienen una relación de treinta años, contados a
partir de 1979. En esta obra (Sánchez Libros, 2022), el lector ríe, padece, ama
y se separa de la amante; está siempre al lado del narrador. Con él va a rumiar
la melancolía del abandono.
Además de la historia
fundamental, hay un telón de fondo variopinto y policromático. En primer plano,
el de Medellín efervescente y, en otros planos, los de algunas ciudades del
orbe y ciertos pueblos de Colombia. En cuanto al lenguaje, es preciso y poético.
Leamos una línea escogida al azar:
“La química de los
cuerpos es una tiranía. Dos torsos que huelen iguales entrañan un sometimiento
recíproco”.
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