(Columna Río de Letras
publicada en el diario ADN en semana del 23 al 29 de septiembre de 2024)
La amistad de Simón y
Frutos contada en “Simón el mago” de Tomás Carrasquilla es similar a la de
Buddy y la mujer “pequeña y vivaz, como una
gallina”, referida en “Un recuerdo navideño” de Truman Capote.
Ambas, integradas por un
niño y una anciana: el menor de los integrantes de una familia y la mujer
encargada de las labores domésticas. Espíritus risueños que sufren los rigores
de los demás de la casa.
En el cuento de nuestro
paisano se lee: “Al darme cuenta de que yo era una persona como todo hijo de
vecino, y que podía ser querido y querer, encontré a mi lado a Frutos, que, más
que todos y con especialidad, parecióme no tener más destino que amar lo que yo
amase y hacer lo que se me antojara”.
En el del gringo genial
se cuenta: “Tengo siete años; ella, sesenta y
tantos. Somos primos, muy lejanos, y hemos vivido juntos, bueno, desde que
recuerdo. En la casa también viven otras personas, parientes; y aunque tienen
poder sobre nosotros y nos hacen llorar frecuentemente, en general, apenas
tenemos en cuenta su existencia. Los dos somos el mejor amigo del otro. Ella me
llama Buddy, en recuerdo de un chico que había sido su mejor amigo, hace ya
mucho tiempo. El otro Buddy murió de pequeño, en los años ochenta del siglo
pasado. Ella sigue siendo pequeña”.
La amistad se presenta en la literatura de mil y una maneras, y en mil y un relatos. Se da entre animales, animales y personas, bandidos, caballeros y escuderos, y mujeres sometidas… En el mes de la amistad, pensemos en estos dos pares de amigos, disímiles por fuera, semejantes por dentro.
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