(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 9 al 15 de septiembre de 2024)
Los
amantes del amor, la literatura y la misma Luna la contemplan desde antiguo. A
Luciano de Samósata, escritor greco-sirio del siglo II, se atribuye la primera
obra de ciencia ficción: Relatos
verídicos. Cuenta de un viaje a ese destino y de la forma de vida de los
selenitas:
“Tras
la vejez, el hombre no muere, sino que, como el humo, se disuelve y convierte
en aire. Su alimento es para todos el mismo: encienden fuego y asan ranas sobre
el rescoldo —pues las ranas son muy abundantes allí, y vuelan—; una vez asadas,
se sientan en círculo, como en torno a una mesa, aspiran el humo que asciende y
se dan el festín. Así es su comida”.
Para
que no digan que los científicos no imaginan, recordemos a Johannes Kepler, el
alemán que estudió el movimiento planetario en torno al Sol. Escribió El sueño o Astronomía de la Luna, novela
en la que un niño y su madre, gracias a un conjuro, viajan en sueños al astro
durante un eclipse. De la primera edición se cumplen 400 años.
Después vendría el auge de este tema. Viaje a la Luna, de Cyrano de Bergerac; De la Tierra a la Luna, de Julio Verne, y La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall, de Edgar Allan Poe, son ejemplos del encanto que produce la observación de ese cuerpo celeste.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario