(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN en la semana del 20 al 26 de mayo de 2024)
Responsable, Alice Munro dejó la tarea hecha para poder morirse tranquila el pasado 13 de mayo, a los 92 años: una sarta de cuentos que indagan el espíritu humano.
Nació y vivió en
Ontario, Canadá. Creció en granjas de zorros, visones y pavos. Se llenó los
ojos con paisajes planos, bosques de arbustos y ciénagas, escenarios que, por
supuesto, vació en relatos de escenas campesinas, sencillas, tradicionales.
Como a los
periodistas les gustan los rótulos, dicen que es “una Antón Chéjov” del relato corto, en lugar de decir que en
sus características de narradora se cuentan la calidez, la profundidad y la compasión;
retrata gran variedad de vidas y personalidades sin juzgar a sus personajes;
posee una visión propia de la condición humana y las relaciones entre las
personas; se observa a sí misma para hablar del mundo, y se deja permear por el
lenguaje local.
Además de opinar
sobre cómo escribe la gente, este Río trae fragmentos para seducir con el ejemplo.
Leamos el inicio de “Escapada”:
“Carla oyó el coche
antes de que coronara la ligera pendiente que en estos alrededores llaman
colina. Es ella, pensó. Mrs. Jamieson —Sylvia— volvía de sus vacaciones en
Grecia. Desde la puerta del establo —pero lo suficientemente oculta para no ser
vista de inmediato— contemplaba el camino que debía recorrer Mrs. Jamieson. Su
casa estaba ochocientos metros más allá de la de Carla y Clark.
Si hubiera sido alguien
dispuesto a doblar para llegar a su puerta ya tendría que haber reducido la
velocidad. Aun así Carla tenía la esperanza de que no fuera ella”.
Buena esa, John, por esa nota sobre la Munro. Gran escritora, sin duda. Y bien por esa puya a los periodistas.
ResponderBorrarHola profe. Esta publicación, invita a leerla, para los que no hemos tenido todavía la oportunidad. Gracias
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