viernes, 5 de abril de 2024

En agosto nos vemos

(Columna Río de letras publicada en el diario ADN en la semana del 1 al 7 de abril de 2024)

 


En la mente y las manos, García Márquez tenía una obra notable. Con refinamiento, hubiera podido hacer de ella una buena novela. Quizá extraordinaria, como varias suyas. Sin embargo, algo le impidió pulirla. ¿Los viajes continuos? ¿La enfermedad? ¿Acaso le contó a alguien el argumento de un trabajo en ciernes y dejó de parecerle una idea genial, le perdió el gusto, la motivación para escribir, tachar, devolverse, reescribir; en suma, para realizar la tarea creativa que requiere paciencia de monje? A mi juicio, esto sucedió con En Agosto nos vemos.


Una mujer viaja cada año a una isla caribeña a remover la tierra de la tumba de su madre y ponerle gladiolos frescos. Cierta vez añade a este motivo una aventura de infidelidad sin explicaciones. El argumento no tiene problema, pero el relato carece de la magia arrolladora de Gabo. Quien ha leído sus obras, ficción y periodismo, ha delirado con escenas de maravilla. Por eso, sabe que tal relato quedó crudo. El título está en desventaja. Los personajes no se desarrollan, se sabe poco de ellos. No tienen alma y se olvidan al cerrar el librito.


No digo que Gabo escribió una novela mala, sino que no la terminó. No porque no hubiera contado la historia; ahí está. Solo que, a partir de eso, debía desarrollar atmósferas, caracterizar personajes, mostrar escenas, afinar lenguaje…


Infeliz quien acuda por vez primera a la creación de García Márquez a través de una pieza inacabada, habiendo varias magistrales. Por eso, creo, se debe leer al menos dos obras de cada autor, si se quiere formar un criterio. 

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