(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN en la semana del 8 al 14 de abril de 2024)
A muchos les ha pasado
por la mente alguna vez la idea de que Adolfo Bioy Casares es invención de
Borges. No parece un disparate. Este se dio a inventar a tantas personas, que no
es claro cuáles son de carne y hueso, cuáles creaciones suyas. Para colmo, formaron
una yunta creativa de la que salieron obras firmadas con seudónimos como H.
Bustos Domecq.
Bioy Casares, maestro de
la literatura fantástica, cumplió 25 años de muerto el 8 de marzo. Había nacido
110 años antes en Buenos Aires. En La
invención de Morel, un fugitivo llega a una isla al parecer desierta. Luego
halla a unas personas, se enamora de una solo con observarla, pero permanece
oculto. Allí, un científico había inventado una máquina que reproducía
indefinidamente las actuaciones de una persona tras su muerte.
La inmortalidad a la que
alude la novela la encontró con obras como El
perjurio de la nieve, Dormir al sol o El
lado de la sombra. “El viaje o El mago inmortal” es parte del último
título. Dice:
“Para
alcanzar la muerte no hay vehículo tan veloz como la costumbre, la dulce
costumbre. En cambio, si usted quiere vida y recuerdos, viaje. Eso sí, viaje
solo. Demasiado confiado juzgo a quien sale con su familia, en pos de la
aventura. Dentro del territorio de la República (estamos de acuerdo) todo se
da; pero si puede vaya por el agua, a otro país. Imíteme quien se anime; como
yo, bese anteayer a la Gorda, a los chicos y con el pretexto de que la compañía
lo manda, parta al infinito azul…”.
Borges
no inventó a Bioy Casares, pero alentó en él una imaginación más atrevida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario