(Columna publicada en la revista Generación de El Colombiano el 18 de enero de 2024)
https://www.elcolombiano.com/generacion/etcetera/150-de-maugham-NB23556913
Cuando
lean esta columna, lo sé, algunos me dirán: “¿Para qué pensar en William Somerset
Maugham? Eres de las pocas personas que aún hablan de un autor leído con fervor
en otro tiempo, pero ahora…”. Y les diré: Mejor. Cuando muchos han olvidado a
un escritor o una obra, o no han tenido ocasión de echarles un ojo, bien vale
la pena señalárselos.
Maugham
nació en París el 25 de enero 1874 y allí permaneció hasta los diez años. Dos
curiosidades se saben sobre su nacimiento. La primera, que el papá, Robert, un
abogado al servicio de la embajada británica, consiguió que su esposa tuviera
el parto en el edificio diplomático, es decir, técnicamente territorio inglés,
con el propósito de evitar que, al crecer, William fuera obligado a prestar
servicio militar, lo cual era ley para los ciudadanos franceses de aquel
tiempo. Por eso, Maugham se conoce como escritor del Reino Unido. La otra, que
su mamá, Edith Mary Snell, padecía
de tuberculosis y, por prescripción de los médicos de la época, el embarazo podría
curarle esta enfermedad. Sin embargo, a ella no le funcionó este remedio. Murió
pocos años después.
Maugham pasó la
adolescencia en Inglaterra, donde estudió el bachillerato; la juventud en Alemania,
mientras cursaba la carrera de medicina, aunque jamás recetó una aspirina. Dos
curiosidades se saben de este tiempo formativo. Una, que la severidad de cierto
claustro de educación al que asistió, la rígida disciplina, lo llevaba a
reprimir los sentimientos y los especialistas llegaron a opinar que era incapaz
de amar. La otra, ignoro las causas, tal vez esas mismas represiones, la
temprana pérdida de la madre, qué se yo, le derivaron una tartamudez que le
acompañó siempre.
Después
de Alemania echó a andar por el mundo, se aplicó a escribir sin pausa, a llenar
cuadernos con apuntes de cuanto veía o se enteraba. Ah, y fue espía para el
Reino Unido en la Primera Guerra Mundial.
¿Por
qué recordarlo? ¿Por qué es interesante este autor? Por las tramas de sus
historias. Están constituidas por situaciones que les ocurren a los ricos y a los
pobres, a los poderosos y a los débiles, aunque las circunstancias específicas de
los individuos hagan que las enfrenten de modo diferente. Por la fluidez de su
narrativa, que discurre con soltura y sencillez. Y por el don de contar, mostrar
y no juzgar; de tomar distancia de las acciones para analizarlas, con hondura
sí, pero sin pretensiones de erudición. Tales aspectos logran que uno lea cada
obra sin prisa y con gozo. Desee avanzar, saber más y más… pero no acabar para
no salirse nunca de ese libro donde se vive tan bien.
Para
ejemplificar lo que digo, abro al azar Soberbia
y leo el primer párrafo del capítulo L:
“Estoy
convencido de que hay hombres que nacen fuera de su ambiente. La casualidad los
coloca en un determinado medio, pero siempre sienten la nostalgia de una patria
que no conocen. Son extranjeros en el país de su nacimiento, y los senderos que
conocieron de niños o las calles populosas donde jugaron, no son para ellos más
que lugares de paso. A veces permanecen toda su vida como extranjeros entre sus
conciudadanos, sin conseguir aclimatarse al único ambiente que han conocido.
Quizá sea esta sensación de extrañamiento la que impulsa a los hombres a
recorrer el mundo en busca de algo permanente donde asentar sus reales. Quizá
sea un arraigado atavismo el que los incita a volver a lugares que sus
antepasados abandonaron en los oscuros comienzos de la Historia. Los hombres
descubren a veces un lugar al que, por causa desconocida, se sienten
pertenecer. Aquella es la patria que buscaban y se quedan a vivir en regiones
que no habían visto hasta entonces, entre hombres que jamás conocieron, como si
les fueran familiares desde su nacimiento. En una palabra, allí encuentran por
fin el apetecido descanso”.
¿Miento,
acaso, en eso de la fluidez narrativa y de su profundidad sencilla y clara?
El
amor, las relaciones humanas —muchas de ellas en condiciones de desigualdad—, el
adulterio, la infidelidad, el afán de reivindicación son algunos de los temas
de sus novelas, cuentos y dramas; Liza de
Lambeth, Servidumbre humana, Una villa en Florencia, La otra comedia, Tras una
noche de espanto, Hoy como ayer, El velo pintado, Ashenden o el agente secreto,
El mago, La luna y seis peniques, Soberbia y El filo de la navaja, algunos de sus títulos.
En
el último de los mencionados, Laurence Darrell,
llamado Larry por sus amigos, es un joven que sirvió de aviador en la guerra
grande de 1914 y, en ella, tuvo una experiencia cercana con la muerte. Norteamericano,
movido por ese acontecimiento, desdeña lo que la mayoría de sus paisanos y
congéneres ambiciona: riqueza, amor y poder. Rechaza a la novia bella y
distinguida; el futuro prometedor en la dirigencia empresarial, y a los amigos
de su generación, para buscar el sentido de su vida con el cual pueda llenar el
gran vacío de su alma. Para tal efecto emprende un viaje más bien secreto por
países de Europa y Asia, entre ellos la India, que incluye aventuras
espirituales. Dice:
“Como
Rolla, he venido demasiado tarde a un mundo demasiado viejo. Debí nacer en la
Edad Media, cuando la fe se sentía sin pensar sobre ello”.
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