(Columna
Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 15 al 21 de enero de 2024)
Enero
es momento de celebrar las letras que viajan en canciones. El 12 se cumple un
siglo de la conformación de La Sonora Matancera, una de las orquestas más
importantes del planeta. Y 96 años del primer disco de esta agrupación que,
según Guinness, es la más antigua de
los cinco continentes.
Creada
por iniciativa de Valentín Cané con sentido nacionalista, en cuanto a que sus
integrantes eran cubanos y privilegiaban el son, andando los tiempos abrió su estética
a América Latina, sin perder el sabor de la tierra de Martí. Con intérpretes de
México, República Dominicana, Argentina, Colombia y otros países, enseñó cómo
cantan al amor, la alegría, la tristeza, las costumbres, las creencias y las fiestas,
en esas naciones.
La
cubana Celia Cruz pregona: “Traigo yerba santa, pa la garganta,/
traigo Keisimón, pa la hinchazón,/ traigo abrecaminos, pa tu destino”; el
dominicano Alberto Beltrán habla de un personaje
picaresco: “A mí me llaman el negrito del batey/
porque el trabajo para mí es un enemigo./ El trabajar yo se lo dejo todo al
buey/ porque el trabajo lo hizo Dios como castigo”; el boricua Daniel Santos filosofa:
“En el
juego de la vida/ nada te vale la suerte/ porque al fin de la
partida/ gana el albur de la muerte”, y el colombiano Víctor Pinedo confiesa: “Mi vida está pendiente de una rosa/ porque hermosa y aunque
tenga espinas/ me la voy a llevar a mi casita/ porque es bonita mi rosa
momposina”.
Un repertorio formado por cantos llenos de poesía y sabiduría populares. Y, claro, por populares no dejan de ser poesía ni sabiduría.
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