(Columna
Río de Letras publicada en el diario ADN del 30 de octubre al 4 de noviembre de 2023)
Los
humanos no nos acostumbramos del todo a la muerte, a pesar de ser vieja y
cotidiana. Ni alcanzamos a descifrar su enigma. En noviembre, mes de muertos,
es oportuno hablar de ello.
Ciertos poetas la presentan como un manto de silencio que se tiende sobre el espíritu de los vivos.
En “Muertos”, José Asunción Silva dice:
(…) la niebla al extenderse en el vacío
le da al paisaje mustio un tono incierto
y el follaje do huyó la savia ardiente
tiene un adiós para el verano muerto
y un color opaco y triste
como el recuerdo borroso
de lo que fue y ya no existe.
Otros abren caminos de ideas y palabras para aludir a lo difícil.
En “Oración”, María Mercedes Carranza reflexiona sin misterios ni aspavientos:
No más amaneceres ni costumbres
no más luz, no más oficios,
no más instantes.
Solo tierra, tierra en los ojos,
entre la boca y los oídos;
tierra sobre los pechos aplastados;
tierra entre el viento seco;
tierra apretada a la espalda;
a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;
tierra entre las manos ahí dejadas.
Tierra y olvido.
Los hay irreverentes. Entre ellos, Jaime Jaramillo Escobar da “Aviso a los moribundos”:
A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el mundo:
os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros;
vuestra taza permanecerá quieta en el aparador como un gato sin amo,
mirando la eternidad con su ojo esmaltado.
Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis preparando vuestras ocultas descomposiciones:
todos vuestros problemas van a
ser resueltos dentro de poco (…).
Buen sorpresa para mi
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