(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 13 al 18 de junio de 2022)
Entre 1999 y
2026, durante la colonización de Marte por parte de los humanos, estos llevan al
cuarto planeta del Sistema Solar lo peor de la cultura. También la varicela,
muy contagiosa entre los nativos, con la que asfixian cualquier resistencia.
Esto es parte
del argumento de Crónicas marcianas,
tal vez mi favorita entre las obras de Ray Bradbury, autor que nos enseñó a
soñar futuros imposibles para que se hicieran posibles. El 5 de junio hizo 10
años de su muerte, en Los Ángeles. En ese volumen publicado en 1950, mientras
narra la aventura de la colonización, señala los miedos por una eventual guerra
mundial, revela la perspectiva de la sociedad amenazada por la maquinización, y
critica la sustitución de las relaciones basadas en sentimientos y valores por
otras deshumanizadas.
Bradbury también
es autor de Fahrenheit 451, El vino del
estío, El árbol de las brujas y Cementerio
para lunáticos. Fue guionista de la película Moby Dick y las series televisivas Alfred Hitchcock presenta y La
dimensión desconocida. En más de 50 obras, el estadounidense trata el
individualismo, las desigualdades y el totalitarismo.
En “Agosto de 2002.
Encuentro nocturno”, tal vez mi favorita entre esas crónicas alucinadas y
poéticas mencionadas al principio, el viejo Ray dice:
“Esta noche había en el aire un olor a tiempo. Tomás sonrió. ¿Qué olor tenía el tiempo? El olor del polvo, los relojes, la gente. ¿Y qué sonido tenía el tiempo? Un sonido de agua en una cueva, y una voz muy triste, y unas gotas sucias que caen sobre cajas vacías, y un sonido de lluvia”.
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