(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 24 de junio de 2022)
Caminar es
conocer… si se hace con los sentidos puestos en cuanto hay y sucede alrededor. Si
se va por la vida consciente del aquí y de un instante casi anterior al
presente: el ya. No ausente, con la actitud del engreído que cree haberlo visto
todo o del desgraciado que no tiene tiempo ni encuentra sentido para levantar
la cabeza. Lo dijo Poe en Los crímenes de la
calle Morgue: “observar con atención equivale a recordar con claridad”.
Hay calles
poco acogedoras: apenas invitan a pasar y seguir. Otras, hospitalarias:
convocan a la lentitud. Parajes asfixiantes y gratificantes. Vías en las que
palpita el rebusque, la supervivencia. Otras, cuya acción más notoria es la
apertura de una flor. Cada una posee su encanto, según los gustos. Para experimentar
placer en una es recomendable vivir desagrado en otra: solo así se percibe la
diferencia.
Conozco a alguien.
Considera peligrosas las calles desconocidas, por desconocidas; la noche, una
enemiga, por oscura; a los extranjeros, amenazas, por extranjeros; los cambios
en la ciudad, malos o, al menos, sospechosos, por ser cambios. Se pierde —se
prohíbe sentir— esa ciudad invisible que igual le abre los brazos como una
amante que espera y espera. Le recomendaría andar por una cuadra distinta cada
día, visitar un parque no habitual, llegar a una vereda infrecuentada, salir de
noche, sumergir los pies en la cañada cuyas aguas su piel no ha tocado... Domesticará
pedacitos de suelo y este dejará de resultarle tan ajeno.
Muy buen texto Jhon, invita a sentirnos menos ajenos en el territorio que habitamos, al recorrerlo, visitarlo, sentirlo y conocerlo. Es nuestra casa ampliada!
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