domingo, 18 de febrero de 2024

Pecar y rezar

(Columna publicada en la revista Generación de El Colombiano, el 17 de febrero de 2024)


https://www.elcolombiano.com/generacion/etcetera/pecar-y-rezar-FD23757266


Fin de carnaval e inicio de la Cuaresma. El espíritu humano transita del vicio a la virtud.

 

Los refranes y proverbios, formas del lenguaje que vienen desde la antigüedad, encajan precisos en las conversaciones. Como cápsulas, contienen de manera comprimida largas disertaciones sobre un tema. Si alguno se ajusta como un dedal es “El que peca y reza empata”. En especial, en este momento del año cuando quedan atrás los carnavales y se da paso a la cuaresma.


Carnaval de Roma, de Johannes Lingelbach.
 1650. Kunsthistorisches Museum de Viena.

Y todo porque en estas festividades, cuyo origen hay que buscarlo en las antiguas Saturnales y Bacanales, los humanos se entregan a los excesos, los vicios y los placeres. Los carnavales del mundo tienen una particularidad: dependen de la cultura de cada región. Pero todos ellos tienen algo en común: es la fiesta de la carne, la cual desemboca, como es sabido, en el tiempo de la Cuaresma.


Es clásico el apólogo “Pelea de don Carnal y doña Cuaresma”, incluido en el Libro de buen amor, de Juan Ruiz Arcipreste de Hita, compuesto en el siglo XIV. En él se representa la riña espiritual y mental que se da en las personas, entre esa parte licenciosa, entregada al vicio y los deleites, y la otra, seria, religiosa, dada a la virtud y a la continencia. Don Carnal es el juerguista, afecto a las mascaradas y los bailes, rendido a los placeres de la carne, no solo la que se consume ensartada en un tenedor y satisface el paladar y el estómago, sino esa carne que alude al cuerpo y satisface la sensualidad. Doña Cuaresma prefiere abstenerse de los goces de cuerpo y alma; se cuida de incurrir en los pecados de la gula y la lujuria.


Así, doña Cuaresma manda a retar a su antagonista:


“Sabed que me dijeron que, hace cerca de un año,

se muestra don Carnal muy sañudo y huraño,

devastando mis tierras, haciendo muy gran daño,

vertiendo mucha sangre; con disgusto me extraño.


 

Y por esta razón, en virtud de obediencia,

os mando firmemente, so pena de sentencia,

que por mí, por mi Ayuno y por mi Penitencia,

vos le desafiéis con mi carta de creencia.


 

Decidle sin rodeos que de hoy en siete días,

la mi persona misma, con las mis compañías,

iremos a luchar con él y sus porfías;

temo no se detenga en sus carnicerías.” (1)

 


Uno creería que el refrán citado en las primeras líneas proviene de este autor, uno de los principales representantes del género de mester de clerecía. Pero él tiene otras formas de decir más o menos lo mismo. “Yerro e maliecho enmienda no desecha”. Sin embargo, «“El que peca y reza empata” es un refrán “muy nuestro”, y “más rotundo”, según Emilio Robledo. (2)


Relatos de carnaval

Goethe escribió El carnaval de Roma; Isaacs Dinesen, El carnaval y otros cuentos; Alejandro Dumas, El conde de Montecristo… Por ahora, detengámonos más bien en tres autores latinoamericanos que tienen el carnaval en sus tramas y expresan como pocos el espíritu carnavalesco. El brasileño Jorge Amado, el colombiano José Félix Fuenmayor, y el nicaragüense Rubén Darío. Hay más, sin duda, pero estos ponen el acento en estas fiestas. Retratan personajes, hombres y mujeres, que se inmiscuyen en la juega. Exponen la necesidad humana de desfogarse, así como de encontrar en el juego y la mascarada la posibilidad de ser otros, distintos a los de todos los días; la urgencia de dejar de ser yo, tú, él, ella… perder la identidad por algún tiempo. Sumergido en sus relatos, el lector se infiltra en comparsas y bailes de disfraces y, como cualquier participante, ignora quién es esa otra persona que, al igual que él, festeja y ríe, se burla de la supuesta trascendencia del ser.


En la novela El país del Carnaval, Amado habla de un tal Paulo Rigger, hijo de un hacendado cacaotero y reacio a valorar las expresiones del mestizaje y, en especial, la del carnaval. Viaja a Europa. Años después, regresa a su tierra. Se encuentra con cuatro personajes escépticos, románticos y bohemios que lo harán vivir cuanto él había ignorado y desdeñado. En Doña Flor y sus dos maridos, Vadinho es un juerguista sin redención y un amante apasionado. El alma de la desmesura. Precisamente, muere un domingo de carnaval:


“—¡Está muerto, Dios mío!


También tocaron otros el cuerpo del mozo, alzaron su cabeza de larga cabellera rubia, y buscaron los latidos de su corazón. Nada consiguieron, era inútil, Vadinho desertó para siempre del carnaval de Bahía.


Grande fue el alboroto en la comparsa y en la calle, así como el revuelo producido en los alrededores. Un «Dios nos salve» sacudió a los enmascarados”.


Por su parte, el colombiano José Félix Fuenmayor —a quien los integrantes del Grupo de Barranquilla reconocen deberle todo, o por lo menos mucho, en materia literaria— es autor de la novela Cosme, cuyo personaje central es picaresco y festivo, y del relato Un viejo cuento de escopeta, cuyos acontecimientos en torno al arma se escenifican en tiempo de carnaval. Visitemos el artículo “El Carnaval de Barranquilla” (3), publicado antes de la mitad del siglo XX, en el que Fuenmayor describe el carnaval original y señala que se ha transformado:


“Hace  ya muchos años, Barranquilla naciente, ciudad en botón, creó su carnaval, el Carnaval de Barranquilla. Ningún apunte histórico —que conozcamos— registra datos de su origen ni ilustra las fases de su proceso. Pero podría aventurarse la conjetura de que nació en la cabeza de algún consultor de almanaques o calendarios, fresco, de una ocurrencia original, pues tenemos por cierto que no se le encontraría antecedentes ni semejanzas entre las fiestas de su género en parte del mundo. Es mucho decir, pero está dicho. Y claro que nos referimos al carnaval de hace muchos años, muchos. Porque después, ya fue otra cosa”.


Prosigue diciendo que el carnaval antiguo tenía “color de motín”, como si emulara la dinámica de una revolución. Los grupos participantes planeaban “en secreto sus golpes (…)”. Al final del texto, señala:


“Impertérritos, los barranquilleros habíamos exprimido hasta el último jugo loco los tres días y las tres noches de Carnestolendas. El Miércoles de Ceniza iríamos todos con unción a la Iglesia. Pero aún ese mismo día suspiraríamos: ¡Está lejos el nuevo Carnaval!”.


En poesía, recordemos la “Canción del carnaval”, de Rubén Darío:


“Musa, la máscara apresta,

ensaya un aire jovial

y goza y ríe la fiesta

del Carnaval.

 

Ríe en la danza que gira,

muestra la pierna rosada,

y suene, como una lira,

tu carcajada


(…)

Únete a la mascarada,

y mientras muequea un clown

con la faz pintarrajeada

como Frank Brown

mientras Arlequín revela

que al prisma sus tintes roba

y aparece Pulchinela

con su joroba

(…)” (4)


Queda atrás, pues, el Carnaval. Ahora los juerguistas que deseen empatar, tienen cuarenta días para rezar. Y quienes quieran vencer, cuentos y novelas deben leer.

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Notas

1.     Ruiz, Juan, Arcipreste de Hita (2008). Libro de buen amor. México, Editorial Porrúa.

2.     En la conferencia “Del refranero antioqueño”, que dictó en la Universidad de Antioquia, el 7 de noviembre de 1941.  https://repositorio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/9028/del_refranero_antioque%C3%B1o.pdf).

3.     Fuenmayor, José Félix. Texto tomado para esta nota de la revista Huellas de la Universidad del Norte, año 2005. Esta, a su vez, dice haberlo tomado de la revista Carnaval de Barranquilla, 1967. El artículo apareció por primera vez en este órgano divulgativo, en 1945.

4.     Darío, Rubén (1985). Poesía Completa. Caracas, Biblioteca Ayacucho.

 


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