sábado, 1 de julio de 2023

Sufrir por Wilson

(Columna publicada en el periódico GENTE, el 30 de junio de 2023)



Hace días oí a un locutor español en un espacio radial sobre temas de misterio reprobar que, después del hallazgo de los niños en el Guaviare, sobrevivientes de un accidente de aeronave, los colombianos siguiéramos preocupados por la suerte del perro Wilson, héroe en las tareas de búsqueda.


Tal inquietud —decía— mostraba que teníamos callo para soportar la violencia. No le diré al ibérico que heredamos y aprendimos de sus antepasados el espíritu violento, porque no quiero hablar de eso, al menos no ahora. Deseo decir que resulta fundamental que nos duela Wilson. Y nos duelan los animales, las plantas y los minerales que les ha tocado compartir con nosotros, los humanos, la estancia en la Tierra y el Cosmos.


Después de milenios de convertirles la existencia en un infierno a las demás especies, el leve y reciente despertar de conciencia sobre la necesidad de cuidar la Naturaleza representa una evolución afirmativa: los humanos de hoy, los que aman el planeta, son mejores que los de antes.


Tampoco es censurable que personas quieran a perros, gatos y otros animales de igual modo que ellas mismas u otras estiman a otros humanos. Más bien, es loable. Amar a seres de la misma especie es una tendencia común e instintiva. ¿Qué dificultad puede haber en ello? Podría decirse: cualquiera lo hace. Querer con igual afecto a criaturas de otras especies es derribar barreras. Barreras afectivas. Es abrir la mente, despojarla del egoísmo que obliga a preferir a los iguales.

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