(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 10 al 15 de julio de 2023)
El
surafricano J. M. Coetzee ha adelantado una revolución personal contra el
idioma inglés desde hace varios años. Si bien en esta lengua ha escrito y
publicado, reniega de ella con argumentos sólidos.
“Tengo
reservas hacia el inglés a nivel filosófico y político. Estar incluido en un
idioma es estar imbuido en su visión del mundo, y cada vez me distancio más de la visión del mundo que propone el
idioma inglés”, le dijo al periódico Clarín, de Argentina, en 2019.
Considera insana la manera cómo el inglés se apodera del mundo e impone una
perspectiva que, según él, es una tiranía ideológica.
El
autor de Esperando a los bárbaros
tiene razón. Los países angloparlantes imponen su lengua —y con ella su forma
de ser y entender el mundo— a las demás naciones. En ella se deben hacer los
negocios y hasta tratar los temas académicos.
Varias
de sus creaciones —La muerte de
Jesús, Siete cuentos morales y su más reciente novela, El polaco— las escribió en inglés, hizo traducir al español para tratar
de hacer valer la versión castellana como la original, a partir de la cual se realicen
traducciones a otros idiomas, incluido el inglés.
La
semana pasada contó a la agencia Efe que había perdido su revolución personal.
La fuerza de la industria editorial se la aplastó. En países como Polonia,
Japón y Francia se niegan a traducir El
polaco a partir del español.
Sin
embargo, el llamado de atención del Nobel 2003 está ahí. Queda como ingrediente
en las discusiones sobre dominación, vasallaje, colonialismo y temas por el
estilo.
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