(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 17 de marzo de 2023)
Una novela del
sudafricano J.M. Coetzee, nobel 2003, cumple 40 años: Vida y época de Michael K. La existencia de un hombre marginado y
con labio leporino transcurre durante una guerra civil que termina por
aplastarlo.
No estudió “a causa de
su malformación y de la lentitud de su inteligencia”. Lo entregaron a la
protección estatal. Fue jardinero. Abandonó todo para cumplir la voluntad de su
madre: quería morir en un pueblo campesino. Enferma, la llevó primero en
cochecito de bebé; luego, como murió en el camino, cargó sus cenizas en una
bolsa. K soportó encierros, trabajos forzados, campamentos de desplazados. Llegó
a su destino y se hizo anacoreta. Cultivaba. Apenas comía y bebía agua. Lo
capturaron y acusaron de colaborar con rebeldes. Desnutrido y enfermo, lo recluyeron
en un puesto de salud, pero no pudieron curarlo porque se negó a comer. Huyó a
un sitio cercano al mar donde fue objeto de caridad pública sin su voluntad. Con
su comportamiento, K hizo su pequeña revolución. Una revolución de dignidad.
Un epígrafe singular abre
esta novela de narración simple:
La guerra de todos es padre y de todos es rey.
Muestra
a unos dioses y a otros hombres.
Hace
a unos esclavos y a otros libres.
Una moraleja peculiar
cierra este libro de personaje complejo: “Si hay algo que descubrí en el campo
fue que hay tiempo para todo”. Idea extraña en un mundo donde la sensación
general es que no hay tiempo para nada. Todo es fugaz.
John que hermoso mensaje en tu columna y ese libro debe ser increíble
ResponderBorrar"Hay tiempo para todo", es la frase que más me toca. Porque a veces nos dejamos llevar por los avatares de la vida y congelamos nuestro tiempo para no aprovecharlo en cada cosa que nos proponemos.
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