(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 6 al 11 de marzo de 2023)
La
vaca está presente en la obra de García Márquez. Ya es lugar común mencionar
esa parte de Cien años de soledad que
habla de cuando Macondo sufrió la peste de la pérdida de la memoria. Para
solucionar de manera temporal el lío, José Arcadio Buendía marcó cada cosa con
un hisopo entintado. Fue al corral y marcó “los animales y las plantas: vaca,
chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo”. Después, para recordar el uso, enriqueció
los letreros. Por ejemplo: “Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las
mañanas para que produzca leche y la leche hay que hervirla para mezclarla con
el café y hacer café con leche”.
En
algunas columnas aparece el rumiante. “No era una vaca cualquiera” titula una,
publicada en El Heraldo en abril de 1951. Cuenta de una vaca en la ciudad, en
plena vía. ¡El caos que arma! Obstaculiza el tráfico y se convierte en novedad
para los habitantes de la urbe, tan ajenos al campo.
¡Y
pensar que, por estos días, en Aracataca discuten por una vaca! La cara del
bovino que aparece en el escudo municipal. En la Calle de los Turcos, el Puente
de los Varados, el mercado, el billar de la Calle Cataquita no se habla de otra
cosa. Y el mismo tema monopoliza los corrillos de los feligreses de la iglesia
de San José a la salida de misa. Unos votan por sacarla y poner en su sitio el
libro de los Buendía; otros, por mantenerla como símbolo de la economía local,
y algunos más, por incluir el libro sin excluir la vaca.
Se
trata de una discusión macondiana… o, más bien, colombiana, propia de un cuento
del realismo mágico.
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