(Columna publicada en el periódico GENTE el 8 de julio de 2022)
Los
destapadores de refrescos que tienen sacacorchos y abrelatas son ejemplos de
objetos multifuncionales. En el cuerpo, hay órganos así, multiusos.
La
lengua, por ejemplo. Vive en la boca como un pez en una pecera de su tamaño. Se
usa para comer. Recibe los alimentos cuando llegan a la cavidad bucal traídos
por una mano, una cuchara, un tenedor, un palito, o los
palitos chinos. El fragmento traspone la entrada de la boca —los labios— y es abandonado
sobre la lengua. Esta lo empuja o deja caer de a poco a lado y lado sobre esas
piedras de moler que son, cómo no, las muelas. Queda atenta a que estas conviertan
el trozo en una masa blanda con ayuda de la saliva, o sea, el agua de la
pecera. En este momento, la lengua se transforma en tobogán. La comida se
desliza por su mojado cuerpo y se pierde en un túnel abismal… Después, la
lengua sale a limpiar la entrada, a retirar migajas que hayan quedado.
La
lengua se usa para besar, copular y hablar. Hay quienes la utilizan para humedecer
las puntas de los dedos para pasar más fácil páginas o billetes. A veces, la
lengua sabe insultar. Para esto deben entromparse los labios y dejar un espacio
preciso para que salga y aparezca tiesa. Indica a otra persona que uno está enojado
con ella.
Por
eso, nada raro que el 19 de julio se celebre el Día Mundial de Sacar la Lengua.
Habrá que celebrarlo de algún modo.
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