(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 9 al 14 de mayo de 2022)
Jorge Luis
Borges dijo tantas cosas sobre la lectura. Quizá más que sobre la escritura. En
la película Borges para millones, de
1978, señala: “creo que la frase “lectura obligatoria” es un contrasentido; la
lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por
qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado (…)”. Añade que en
su experiencia como profesor de literatura inglesa, les decía a los estudiantes
que si un libro les aburría, lo dejaran.
Así debe ser;
cada quien lea lo que desee, no las imposiciones del márquetin, las tendencias,
los medios de comunicación, las redes sociales. Entre más poder económico tiene
una editorial, con mayor fuerza impone sus títulos.
En mi caso,
leo varios libros al tiempo. Como si preparara un coctel, procuro que haya volúmenes
de distintas épocas y sociedades. Que haya, por ejemplo, una comedia de Plauto,
poesía medieval, una crónica de Yourcenar y, claro, letras actuales. Las obras de
otras épocas me proveen miradas diferentes y ritmos apacibles. Las de hoy,
velocidad de vértigo y miradas cercanas a la mía. Así, de acuerdo con mis
luces, me voy acompañando un rato con unas ideas, luego con otras.
“¿Por qué no
me preguntas si suelo yo comer pan purpúreo, o rojo, o amarillo? ¿Si suelo
comer aves con escamas, peces con plumas?”, leo en el comediógrafo romano.
“El barco es hermoso como todos los barcos a punto de zarpar. En nuestra época en que los trayectos utilitarios se hacen en avión, un crucero es lo único que permite hacer largas travesías”, leo en la narradora belga.
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