(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 1 de abril de 2022)
Ocurrida
hace 102 años, la historia de Lola Larga es la campeona entre las que
incrementan la fuerza mitológica de la quebrada Ayurá.
Muchas
ideas hacen del riachuelo un elemento animado, fundamental en la existencia de
las comunidades asentadas en sus orillas por siglos. Una creencia más bien
nueva señala que algunas personas aparecen y desaparecen entre sus rocas, como
fantasmas. La más antigua le atribuye a sus aguas poder de fertilizar a las
mujeres que en ellas se sumergen.
Menos
conocida como Dolores Giraldo, Lola Larga fue vecina de la Ayurá en El Salado.
Dio a luz a doce hijos en un solo parto, cuando tenía 28 años. Alcanzó a
bautizarlos con los nombres de los doce apóstoles antes de que, pequeños y
escuálidos, fallecieran escasas horas después de haber nacido.
Su esposo,
Luis Giraldo, más conocido como Mono Veinticuatro por tener seis dedos en cada mano
y en cada pie, pareció enloquecer ante tal acontecimiento. Consideró que la
Naturaleza se lo había advertido por medio de su polidactilia, pero él no había
sido capaz de leerlo a tiempo. Supuso entonces que, si volvía a embarazar a Lola,
ya no pariría 12, ¡sino 24 hijos! Desesperado, huyó de su destino… Al tiempo,
regresó.
Mono Veinticuatro y Lola Larga se aventuraron a procrear otras veces. No sucedió lo temido. Fueron padres de hijos individuales. Son ascendientes de una tradicional estirpe de arrieros. Apodados Los Lucas, aún siguen cargando mercancías a caballo.
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