miércoles, 6 de abril de 2022

Estrellas y letras

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, en la semana del 4 al 9 de abril de 2022)



Desde la antigüedad, los humanos hemos trasladado al cosmos a héroes y heroínas para darles la inmortalidad como premio por sus hazañas. Orión, Andrómeda…


Eärendel, la estrella descubierta al final de marzo, la más lejana percibida hasta ahora, recibió su nombre de un personaje de la mitología celta recogido por John Ronald Reuel Tolkien, autor de obras como El señor de los Anillos. Precisamente, con El viaje de Eärendel, la estrella vespertina comenzó su legado.


“Al este de la Luna, al oeste del Sol/ hay una colina solitaria;/ sus pies están en el mar verde claro/ sus torres son blancas y quietas,/ más allá de Taniquetil/ en Valinor./ Allí no van las estrellas, excepto una solitaria/ que huyó de la Luna”.


La “nueva” estrella está muerta, dijeron los astrónomos. También dijeron que es “la más lejana” de las observadas; no la más vieja. La más vieja, Matusalén, debe su nombre al patriarca antediluviano que, según el Génesis, vivió 969 años.


El polaco Isaac Bashevis Singer, Nobel 1978, tiene un cuento titulado La muerte de Matusalén, incluido en un libro homónimo. Comienza así:


“Era un bochornoso día de verano. En una tienda de paja reposaba Matusalén, un anciano de más de novecientos años. Estaba descalzo, desnudo; una banda de hojas de higuera rodeaba su cuerpo. Yacía, entre acostado y sentado, en una cama de pieles de venado, cabra y buey. De cuando en cuando alcanzaba con su mano arrugada una jarra de agua y tomaba un trago”.


Las estrellas brindan motivos para dar con lecturas que, sin andar, nos lleven lejos del lugar donde estamos.

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