(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el viernes 29 de abril de 2022)
Hace como 200
años vivió en Envigado un príncipe, heredero de la corona de Sudán. Según
Sacramento Garcés en Monografía de
Envigado, el padre Cristóbal de Restrepo lo recibió como regalo. Cuando
vinieron a buscarlo para ocupar el trono, no se fue de su lado.
¿Envigado es
novelable? ¿Es posible dar forma de novela al relato de la vida de personajes,
sucesos, lugares o costumbres de la localidad? ¿Y a tal relato puede añadírsele
elementos de ficción? (Hablaremos de esto el sábado 29, en la Débora Arango, a
las 5:00 p.m.) Al decir “novelable”, lo primero que pensamos es si existen
temas atractivos, raros, influyentes en la historia, bellos o feos.
Apasionantes para narrarlos, trascendiendo lo anecdótico, en obras históricas,
realistas, simbólicas o fantásticas. Asuntos sobresalientes, claro, para cautivar
a los potenciales lectores.
Entonces se nos
viene a la cabeza lo del príncipe aquel. O la vida de Débora Arango, atacada
por iglesia y sociedad. O el terror del narcotráfico, con visos diferentes a
los del resto del país… Y un largo etcétera.
Sin embargo, pensándolo bien, si solo hubiera un ser humano, solitario y dueño acaso de una vidita plana, vacía de aventuras, bastaría para que Envigado fuera novelable. Porque hay otros planos de tensión e intensidad, aparte de los físicos; los psicológicos y espirituales. Además, lo sabemos por experiencia: cualquier vida es una aventura. Si no, ¿entonces por qué necesitamos, para sobrevivir, un milagro o una casualidad cada cinco minutos?
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