(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el viernes 22 de abril de 2022)
Escritores
y poetas tienen en el idioma el barro para modelar ideas y contar historias. La
lengua la hacen los hablantes. En torno a ellos, artistas de la palabra
intentan hacer de ese barro crudo del habla el material adecuado para sus
obras.
Entre los hablantes, hay quienes llevan el suciecito de lo cotidiano y coloquial en su expresión y quienes, la limpieza de lo elegante. Válidos ambos, tienen lugar en la literatura gracias a plumas que toman de unos, de otros o de los dos. Miguel de Cervantes, por mencionar un paradigma, encontró la manera de hacer arte con el lenguaje popular. Incluyó modos de hablar de diversos grupos y, cómo no, de los moros que por siglos dejaron su aporte lingüístico.
Andando los tiempos, escritores
de aquí y allá lo han hecho también. En las letras indigenista, por ejemplo, se
revela el aporte indio; en las afroamericanas, el de miles de personas cazadas en
África y traídas a América contra su voluntad… En la literatura se nota cómo la
lengua se mantiene rehaciendo, como la vida, en los procesos de mestizaje.
¿Mi cuerpo?
Oh, si yo pudiera escoger,
reducido a cenizas
desearía
que el alegre soplo del viento
las arrojara en algún jardín.
¡Y así, quizás,
en alguna flor marchita
retoñe a la vida otra vez!
Canta Zapata Olivella en Changó el gran putas.
El lenguaje se la rebusca para ser
protagonista. A veces notorio; a veces discreto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario