(Columna publicada en el periódico Gente, del grupo El Colombiano, el 18 de febrero de 2022)
Uno a veces se
confunde y cree, pobre iluso, que eso de las distopías o sociedades
indeseables, son solo asunto de la literatura y el cine.
Ciudades de
aires irrespirables, aguas escasas e imbebibles, inmensas hordas de seres que
compiten a muerte por alimento, diásporas de multitudes que huyen del hambre
para caer en la esclavitud…
Pero no. A esas
realidades nos dirigimos, y ya no de manera lenta como algunos suponen y todos
desearíamos. Medidas como la de exonerar del cumplimiento del pico y placa a quienes
paguen un permiso demuestran que a los gobernantes no les interesa la
descontaminación del aire y, con esta, la prevención de enfermedades
respiratorias y la mitigación del cambio climático. Qué va. No les interesa
siquiera aliviar la movilidad, sabiendo que los trancones generan pérdidas a
empresarios y trabajadores…
¿La filosofía
del pico y placa no era, pues, cuidar el medio ambiente y mejorar el flujo vehicular?
¿Acaso si conductores pagan para mover el carro cuando no les corresponde, estos
no contaminan ni forman trancón?
Quienes diseñan y aplican estas normas —y otras que no menciono para no mezclar las cosas— se parecen a los malvados de esas novelas y películas distópicas: se benefician de la destrucción. No les va ni les viene que la gente se mate, con tal de llenar sus bolsillos. El día que no haya aire, ni agua, ni alimento, ¿se comerán las monedas y las criptomonedas? Vaya uno a saber.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario