(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN en la semana del 25 al 30 de octubre)
El 31 de
Octubre es el Día de las Brujas. También es el Día de los Niños. De aquellas
hemos hablado en este Río de Letras; ocupémonos ahora de estos sin salirnos del
mismo torrente.
La literatura infantil,
ese conjunto de textos narrativos y poéticos que se consideran aptos para ser
leídos por niños, como ante todo es literatura tiene en común con el resto de esta
que explora la condición humana. Se equivoca quien piense que en ella abundan
temas sin importancia. ¿Acaso no hay un sentido político en las fábulas, si
aluden al abuso de la autoridad por parte, digamos, de un felino caracterizado
por su tiranía? ¿No advierte sobre la crueldad el cuento de Hänsel y Gretel? ¿No
hay un tratado sobre el engaño en Caperucita
Roja y una crítica a la vida materialista en Momo? ¿No hallamos una metáfora del poder y la desigualdad en El Príncipe y el mendigo y un canto
a la amistad en El principito?
Ilustración: Carl Offterdinger |
En fin, se tratan temas considerados profundos, aunque abordados de un modo especial que llega más a las mentes agudas de cualquier edad, en especial las de los niños, que entienden la inutilidad de lo aburrido. El lugar del tedio debe ser ocupado por el asombro. Asombro, por ejemplo, ante la maravilla del mundo y los seres que acompañan nuestro viaje por la vida, sean animales, astros, humanos, piedras, agua…
En el ensayo Sobre la lectura, Estanislao Zuleta recuerda
que el espíritu del lector se convierte primero en camello, que admira al autor
y al texto; luego, en león, cuando ya critica, y luego, en niño, cuando deriva
en inocencia y olvido…
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