(Columna RÍO DE LETRAS publicada en ADN en la semana del 11 al 16 de octubre de 2021)
Ser refugiado,
por guerra o miseria, constituye una de las peores maneras de estar en el
mundo. No se pertenece ya a la cultura de la que se huyó, en la que aprendió a
vivir, a subsistir, ni hace parte aún de esa otra a la cual se llega.
Este es uno de
los temas del nuevo Nobel de Literatura, el tanzano Abdulrazak Gurnah. El otro
es el colonialismo. Ambos asuntos, sensibles en todos los tiempos, solo pueden entenderse
como formas de esclavitud.
En una de sus
novelas, Paraíso, un niño de Tanzania
es entregado por su padre a un hombre para que le sirva gratis, como pago de
una deuda. A los pocos años comenzaría la primera guerra mundial. En la orilla y Precario silencio son otras obras suyas.
El pueblo de Gurnah
no conoce sosiego. Primero, los ingleses tomaron posesión de él; después, los
árabes… En 1963, su isla natal, Zanzíbar, al igual que la de Pemba, se unió a Tanganica
para formar Tanzania. Tampoco el autor ha tenido paz. Desplazado en 1968 por
huir de los árabes, refugiado y colonizado en el Reino Unido, como si fuera un
personaje suyo que hubiera escapado de una novela, Gurnah representa a los
descritos en el primer párrafo. No puede honrar su lengua materna, el suajili,
y ha vivido más de 50 años extrañando su cultura, hablando de ella desde
afuera.
Entre los
ganadores del Nobel, es el 29 en lengua inglesa (en español son 11). En
cualquier caso, debo decir que el Nobel 2021 confirma la certeza de una de las
más conocidas normas de un escritor: escribir de lo que ha vivido y conoce para
lograr una obra colmada de autenticidad.
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