(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN en la semana del 13 al 19 de enero de 2025)
La
vida breve de Yukio Mishima parece una novela larga e intensa. El japonés que
vio la luz primera el 14 de enero de 1925 fue samurái de familia noble. Al terminar
la ocupación aliada a su país tras la II Guerra Mundial, luchó política y
militarmente por restituir el poder del emperador y evitar la influencia
cultural de Occidente. Fue karateca y manejaba armas.
Nadie
imagina a qué horas escribió 40 novelas, 18 obras de teatro, 20 libros de
relatos, 20 de ensayos y un libreto. Y no de cualquier modo, como si estuviera acosado
por fuego enemigo y garrapateara palabras entre disparos. No. Su calidad
sobresaliente le mereció la admiración de Yasunari Kawabata y la postulación al
Nobel.
En
Confesiones de una máscara, un joven
débil y sobreprotegido descubre su homosexualidad, pero la reprime por tradicionalismo.
En El pabellón de oro, El marino que
perdió la gracia del mar y La
corrupción del ángel se advierte un instinto de autodestrucción, expresado
en el horror por la vejez y la fascinación por la muerte.
El
25 de noviembre de 1970, él y unos integrantes de su grupo entraron a una base
militar y tomaron al comandante como rehén, para que las Fuerzas de
Autodefensas se motivaran a exigir la anulación de la Constitución de 1947, que
concedía libertades individuales. No funcionó. Se hizo el harakiri para no caer
preso.
En
carta enviada a Kawabata cuatro meses antes de morir, dice: “Cada gota de
tiempo que se escurre me parece tan preciosa como un trago de buen vino, y ya
he perdido casi todo interés por la dimensión espacial de las cosas”.
Impresionante , era un dragón furioso, atormentado la dulzura de los cerezos y la preciosa vida!!!...
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