(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 5 de mayo de 2023)
Uno
de los vecinos del Cementerio San Pedro, Tomás Carrasquilla, volvió a ocupar la
morada de la que lo sacaron en 1971. En ceremonia presidida por el escritor
Gustavo Álvarez Gardeazábal —quien por cierto tiene ya lugar en este
vecindario, a pesar de estar vivo, coleando, escribiendo y dando guerra—, los
restos del autor de Grandeza fueron
trasladados de la cripta de la Basílica Metropolitana a su antigua habitación
del Cementerio fundado en 1842.
En el Evangelio de Juan, Jesucristo le advierte a Pedro:
Cuando eras joven,
tú mismo te ceñías,
e ibas adonde querías;
pero cuando llegues a viejo,
extenderás tus manos
y otro te ceñirá
y te llevará adonde tú no quieras.
Si esto les pasa a los viejos, ¿qué no decir de los muertos? Que lo diga Carrasquilla: ya lleva por lo menos dos trasteos.
Al
atardecer del 19 de abril retornó Carrasquilla, sus restos, al Museo Cementerio.
A esperar que los visitantes, ante la vista de bóvedas, íconos y mausoleos,
reflexionen como él hizo en su crónica Almas,
de 1914: “Estas almas cernidas en el misterio, dilatadas por la fe y el amor,
¿no tendrán pena alguna? Como cualquiera otra. Más, todavía; que no hay camino
sin espinas, ni palma sin martirio (…)”.
Se
reencontró con sus viejos vecinos: Jorge Isaacs, Manuel Uribe Ángel, Juan José
Botero, María Cano, Efe Gómez, Ciro Mendía… Y extrañó no hallar a Epifanio
Mejía, pues, en 2000, se llevaron sus restos para Yarumal. Otro judío errante.
John excelente columna
ResponderBorrarJohn, muy buena columna, mil gracias
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