(Columna publicada en el periódico GENTE del grupo El Colombiano, el viernes 17 de febrero de 2023)
Juana,
personaje de un cuento de Álvaro Cepeda Samudio, se entretiene matando futbolistas.
“El jugador cae con gran desorden, el balón sigue rodando, se suspende el juego
unos minutos mientras sacan con gran aspaviento el cuerpo tendido sobre el
campo, pues el equipo contrario protesta porque estorba la continuación del
encuentro; la acción se reanuda y Juana se prepara para el próximo dardo”.
¿Absurdo?
No más que la realidad. El domingo pasado, en Ibagué, un hombre burló la
“seguridad” del estadio, se acercó a los jugadores y atacó a Daniel Cataño, del
Millonarios. ¿Motivo? Cataño falló un penalti cuando militaba en el Tolima. En 2020,
hinchas amenazaron a Larry
Angulo, jugador del Medellín, por bajo rendimiento. Hace
días amenazaron al presidente del Nacional por sus decisiones y por ser hincha del
Millonarios. ¿Acaso a Andrés Escobar no lo mataron por un autogol?
No
es por un autogol, un penalti, bajo rendimiento o animar a otro equipo: es por la
falta de valores. Por no construir un verdadero humanismo que sustente la
sociedad. Esta carencia hace pensar que la vida no vale nada y lleva a despilfarrar
más vidas que agua. Incluso, hasta hace años, las familias tenían muchos hijos
para que trabajaran, sí, y también para tener el repuesto del que se perdiera
en una guerra o en una riña movida por una mirada. La violencia es una manera
de relacionarnos.
Nada más cierto. La escala de valores se ha invertido. Tiene más valor el funeral que la muerte, la fiesta que el festejado...y nosotros vamos como ovejas al matadero, sin destino cierto.
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